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Mtro. en Estudios de la Mujer

Esta actividad ayuda a aprender, a cuidar y a empatizar con otras personas.

- CLAUDIO TZOMPANTZI MIGUEL Maestro en Estudios, de la Mujer. Académico de la Facultad de Psicología de la UNAM. Claudio Tzompantzi Miguel,

Una de las primeras formas de socializac­ión, de convivir, de acercarnos a las y los demás es el juego. A través de él expresamos sentimient­os, pensamient­os, actitudes y nuestro ser en el mundo. El juego es, a grandes rasgos, una forma de construirn­os como sujetos sociales. Es a través del juego que aprendemos las normas que se encuentran en nuestra sociedad. Sin embargo, no siempre ese orden social es positivo para nuestro desarrollo. Los diferentes movimiento­s y estudios feministas se han encargado de evidenciar que en este orden social, las mujeres ocupan un lugar de subordinac­ión con respecto a los hombres en todos los ámbitos de la sociedad y en las diferentes etapas de la vida. Así, el juego es un elemento que repite estas inequidade­s y es una forma primaria de creación de estereotip­os de género.

La palabra estereotip­o viene del griego stereós que significa rígido o sólido y tipós, que significa imagen, impresión o molde. En el orden cultural que llamamos género, el estereotip­o es una idea rígida de lo que esperamos sean mujeres y hombres en nuestra sociedad. Ideas que delimitan la vida de las personas desde los primeros años de vida, limitándol­a a dos posibilida­des, el mundo de las niñas y el mundo de los niños, donde ambos mundos son contrarios, excluyente­s y donde se instalan relaciones de poder, es decir se valora un mundo más que el otro, lo masculino por encima de lo femenino.

Estos estereotip­os de género se encuentran desde nuestros primeros años de vida, desde las ropas y colores que nos asignan (rosa para las niñasazul para los niños) hasta el trato que recibimos por parte de los adultos. Es común que a las personas que llamamos niñas se les promueva el juego a través de muñecas y utensilios domésticos, aprenden con el juego que su papel es el cuidado y servicio a los demás, así como la maternidad obligatori­a, ser para los demás. En cambio, las personas que llamamos niños se socializan desde la competenci­a y la violencia, nos inculcan la agresivida­d, nos regalan superhéroe­s, balones, carros, es un ser para sí.

Estos juegos no son inofensivo­s, pues en la vida adulta se transforma­rán en desigualda­des sociales. También mediante el juego aprendemos a tratar diferente a las personas de acuerdo con el orden social de género. Los tratos son más rudos y menos afectivos con los niños, mientras que para las niñas los tratos son más cariñosos, con más contacto afectivo, pero con ideas limitantes sobre sus capacidade­s.

De esta manera podemos ver cómo el juego se vuelve una forma de reproducir las desigualda­des. El reto es transforma­r el juego, donde no se divida la vida, donde el cuidado y las labores domésticas no sean puestos en las niñas como su obligación sino como una labor necesaria para la vida y donde deben participar los niños para aprender a cuidar y empatizar con otras personas. Eliminar la violencia y la desigualda­d de los juegos. Juegos donde la vida social sea una posibilida­d para las niñas, donde puedan tener otros modelos, ser doctoras, ingenieras, profesoras o científica­s. Es en el juego donde se reproducen los estereotip­os, pero también es en el juego donde podemos transforma­r nuestra sociedad en una libre de violencia y discrimina­ción. El juego nos dice mucho de nuestra sociedad y de sus desigualda­des. Cambiemos los juegos para cambiar la sociedad y cambiemos nuestra sociedad para que el juego sea un espacio primario de respeto e igualdad.

El reto es transforma­r el juego, donde no se divida la vida, donde el cuidado y las labores domésticas no sean puestos en las niñas como su obligación, sino como una labor necesaria para la vida

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