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Lic. en Administra­ción Pública

Es necesario hacer a un lado los estereotip­os para que las niñas puedan tener libre albedrío y elegir lo que desean ser.

- RICARDO BUCIO MÚJICA Ricardo Bucio Mújica, Licenciado en Administra­ción Pública, Universida­d Iberoameri­cana. Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescent­es (SIPINNA).

En México durante 2015, más de 11,000 niñas de 10 a 14 años fueron madres. De ellas, el 16% tiene la primaria incompleta o no tiene estudios. En casi la mitad de estos casos, el padre es un hombre mayor de 19 años. Lamentable y asombrosam­ente, estas cifras no parecen ser conocidas, o no parecen ser causa de alarma social. Y parece que, en la educación formal y en la informal, en las relaciones sociales e intrafam intrafamil­iares, se han normalizad­o formas de abuso, violencia o desigualda­d a las que predispone­n los estereotip­os de género a niñas y adolescent­es.

Esto lo l podemos observar en el comentario familiar cuando una niña cocina no n es “puedes ser una gran chef”, sino un “ya te puedes casar”; cuando a las niñas se les imponen talleres de mecanograf­ía o estética y se les bloquean las clases de mecánica automotriz; cuando en el lenguaje tod todos los días las invisibili­zamos y si las hacemos presentes, estamos cometie cometiendo, según algunos, una falta ortográfic­a.

Y es q que en México estamos llenos aún de simbolismo­s sobre lo que se supon supone es lo “femenino” y lo “masculino”. La repetición y reproducci­ón de estos estereotip­os comienza con la elección de determinad­os colores dependi dependiend­o del sexo de un niño o niña aún en el vientre materno, en el tipo d de juguetes e incluso con la asignación diferencia­da de tareas.

Hay q quienes cuestionan por qué aún debe haber un día de la niña en específi específico o que promueva a las mujeres en la ciencia o incluso que exista u una institució­n dedicada a abatir la desigualda­d de género, debido a q que aseguran que las mujeres ya tienen el mismo acceso a oportunida­d tunidades que los hombres.

Ojalá fuera así, algún día lo será. Pero hoy la realidad y los datos hablan de profundas, profu perniciosa­s y graves desigualda­des. Solo por citar algunos ejemplo ejemplos: el segundo motivo de deserción escolar en niñas y adolescent­es es estar es embarazada­s o haberse casado; son las principale­s víctimas de la vio violencia en entornos familiares y son las que le dedican más horas a las labor labores domésticas (asistiendo o no a la escuela).

Según datos de la Encuesta Intercensa­l del INEGI del 2015: las mujeres tienen tie mayor permanenci­a en la escuela y terminan en tiempo

Es necesario que niñas y adolescent­es dejen de escuchar que el matrimonio y la maternidad son una especie de seguro de estabilida­d o manutenció­n, además de la convención socialment­e aceptada

sus estudios respecto de los hombres, desde el nivel primaria hasta educación superior; sin embargo, la brecha de género en la matrícula de educación superior se amplía desfavorec­iendo a las mujeres, ya que ingresa 49.4% de mujeres frente a 50.6% de hombres, aún y cuando se tiene mayor eficiencia terminal de mujeres (75.6%) que de hombres (66.6%) en educación media superior.

Y esta lista puede seguir: la proporción de mujeres jóvenes que no estudian ni trabajan es de 35%, la segunda tasa más alta de la OCDE. En México, las mujeres jóvenes tienen cuatro veces más probabilid­ades que los hombres jóvenes de no estudiar ni trabajar. Cerca de dos tercios de las jóvenes que no estudian ni trabajan, son madres.

Combatir, por tanto, a los estereotip­os de género dentro de la educación formal e informal cobra mucha importanci­a; desterrar incluso la expresión de que necesitan “encontrar un buen partido”, y dotarlas más bien de herramient­as para ser personas que toman decisiones por sí mismas, que tienen condicione­s equitativa­s (sin desventaja­s ni obstáculos impuestos socialment­e) para construir sus propios proyectos de vida. Y en todo ello, como uno de los elementos centrales de la narrativa que expresa una visión patriarcal, es necesario que niñas y adolescent­es dejen de escuchar que el matrimonio y la maternidad son una especie de seguro de estabilida­d o manutenció­n, además de la convención socialment­e aceptada.

Una niña, cada una de ellas, cada adolescent­e, debe poder soñar su futuro, poder ejercer sus libertades, tener certeza de que tiene derechos en igualdad de condicione­s. De que debe poder elegir el momento de tener pareja o ser madre, si lo desea. Debe ser niña y desarrolla­rse para ser joven. No madre, no niña teniendo niños, no pareja de adultos, no mujer condenada a la reproducci­ón intergener­acional de la pobreza. Depende de todas y todos. No de ellas.

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