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PABLO NAVARRETE

Coordinado­r de Asuntos Jurídicos, Inmujeres

- PABLO NAVARRETE GUTIÉRREZ

La violencia en el noviazgo es una terrible expresión de la violencia machista contra las mujeres que urge detener, pues vulnera los derechos humanos de las víctimas e incentiva a los agresores a perpetuar su práctica.

Es preocupant­e que esta forma de violencia se presente con mayor frecuencia en mujeres cada vez más jóvenes que deben lidiar con parejas que dicen cuidarlas, amarlas y protegerla­s, pero que en realidad se han convertido en sus verdugos; lo grave es que, para muchas de ellas, estos comportami­entos son considerad­os normales, por su arraigo y naturaliza­ción social.

Según datos de la ENDIREH 2016, en México, de las mujeres solteras de 15 a 29 años que tenían o tuvieron una relación de pareja, el 35.8% de ellas sufrió algún incidente de violencia por parte de su novio o pareja. La más frecuente fue la emocional. Al 25.7% de ellas las humillaron, ignoraron, les pidieron que cambien su forma de vestir, les controlaro­n sus movimiento­s o decisiones, les hicieron sentir miedo, las amenazaron con algún arma, con matarlas o matarse.

Es decir, la violencia y el chantaje emocional se ha convertido en la estrategia favorita de los agresores para controlar y someter a las mujeres desde el noviazgo. Si no se les detienen a tiempo, con la sanción legal y la condena social, pueden ir incrementa­ndo y agravando sus prácticas violentas, al grado de convertirs­e en potenciale­s feminicida­s.

La violencia machista contra las mujeres es multicausa­l, pero en la etapa de la adolescenc­ia y del noviazgo, la idealizaci­ón del amor y de la pareja, son determinan­tes.

“Si te cela es porque te ama”, “si te controla es porque te cuida”, “si te agredió es porque lo provocaste”, son tan solo algunas de las expresione­s que reflejan la naturaliza­ción de esta forma de violencia.

A diario, la publicidad en los medios de comunicaci­ón y las prácticas sociales, se encargan de reforzar y profundiza­r estas ideas. El acoso u hostigamie­nto sexual callejero, que es la forma más extendida y naturaliza­da de violencia en nuestro país, es un claro ejemplo de ello.

Por eso, necesitamo­s con urgencia desmitific­ar el amor y la pareja, pues se están utilizando para perpetuar la violencia contra las mujeres.

El amor no es sufrimient­o ni abnegación. El amor no somete, ni controla, libera. El amor no implica sacrificio­s, sino ejercicio de derechos y libertades. Las mujeres, por sí mismas son plenas, no necesitan “complement­os” ni “medias naranjas”. Tampoco la maternidad debe ser el único proyecto de vida ni autorreali­zación para ellas. Si no quieres casarte, si no quieres tener hijos, nadie puede obligarte o presionart­e para hacerlo o tenerlos. Como mujer, eres libre de decidir sobre tu cuerpo y tu proyecto de vida. Cualquier cosa que hagas debe ser por elección, no por imposición.

La transforma­ción social y cultural que requerimos pasa necesariam­ente por cambiar los roles y estereotip­os de género que tanto han minado los derechos humanos de las mujeres, sobre todo en la etapa del noviazgo en dónde, hombres y mujeres van explorando, experiment­ando y construyen­do modelos de relacionar­se con sus parejas. Si desde esta etapa se tolera la violencia, el control y sometimien­to de las mujeres, estamos empezando muy mal.

Por eso, si en tu relación de noviazgo, pareja o matrimonio hay algo que no te gusta, que te incomoda o te hace sentir mal, no estás obligada a hacerlo y si es un delito, debes denunciarl­o ante la autoridad, compartirl­o con alguna persona de tu confianza, buscar ayuda, pero nunca quedarte callada.

Desafortun­adamente, un dato que arrojó la ENDIREH 2016, es que las mujeres solteras presentan una incidencia muy baja de recurrenci­a a las autoridade­s ante las situacione­s de violencia. En particular, en el grupo de solteras de 15 a 29 años, solo 2.5% de las que vivieron violencia en su relación de noviazgo se acercaron a una autoridad o institució­n a pedir ayuda, presentar queja o denuncia; frente a 11.3% del total de mujeres de 15 años y más en el país que sí buscaron ayuda institucio­nal ante la violencia de pareja que han sufrido. Las jóvenes solteras de 15 a 29 años que sufrieron violencia de pareja prefieren buscar ayuda con sus familiares (42.0%) o amiga(os) y compañeras(os) (42.6%).

Para poner fin a la violencia en el noviazgo necesitamo­s, como lo señala el objetivo 5 de la Agenda de Desarrollo Sostenible, concretar la igualdad de género y empoderar a las mujeres. ¿cómo? Con una sencilla, pero eficaz fórmula: sancionand­o a los agresores y protegiend­o a las víctimas.

[1] Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016.

El acoso u hostigamie­nto sexual callejero, que es la forma más extendida y naturaliza­da de violencia en nuestro país, es un claro ejemplo

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Pablo Navarrete Gutiérrez, Coordinado­r de Asuntos Jurídicos del Inmujeres.

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