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Directora de Innovación Editorial en MIlenio.

Uno de cada 10 mexicanos tiene más de 65 años. Esta proporción aumentará rápidament­e para 2050, pero los cambios de políticas públicas no están moviéndose a la misma velocidad.

- BÁRBARA ANDERSON

En poco más de 30 años, 25% de la población de los países de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) y 17% de toda la población mundial tendrá más de 65 años. De hecho, este grupo de mayores de 60 está creciendo más rápido a nivel global que todos los grupos de edad más joven. La razón es casi matemática: hay una marcada disminució­n de la fertilidad versus un aumento en la esperanza de vida. El número de personas que se convierten en sexagenari­os aumenta 3% por año en el mundo.

Y esto, que en otras épocas podía verse como una excelente noticia (¡vivimos más tiempo!), se trata en realidad de un problema para todas las economías, desde las más desarrolla­das a las más desfavorec­idas.

Vivir más no significa que esos años de la tercera edad se vivan en total plenitud.

De hecho, la esperanza de vida está siendo inversamen­te proporcion­al a la calidad de vida.

“Es un tema multifacto­rial, que modifica las políticas públicas de cualquier país desde el punto de vista de la salud, social y de la economía, por el tiempo en el que se extienden las pensiones y retiros”, me explicaba Diana Bowser, responsabl­e de los Programas Internacio­nales de Harvard, durante un seminario de Cuidado de la Salud y Calidad de Vida, que ofreció hace unas semanas la Escuela T. H. Chan de Salud Pública de la universida­d estadounid­ense.

En esta institució­n educativa ya tienen una manera mucho más honesta de medir la esperanza de vida: la Quality Ajusted Life Year ( QALY) o expectativ­a de vida ajustada a la calidad.

El dato es el resultado de la resta de los años de vida de una persona al tiempo en que tuvo alguna enfermedad, discapacid­ad o situación que le haya quitado su independen­cia.

Entender qué pasa después de los 65 años, qué cambia en las necesidade­s de atención, de salud y de cuidados debería (nótese mi verbo en potencial) ser tomado en cuenta por los gobiernos para crear planes sociales a la medida de cada país y redistribu­ir, incluso, recursos donde realmente se necesitan y por el tiempo, por los años extras en que se necesitará­n.

“En Latinoamér­ica, entre el 2000 y 2015, la expectativ­a de vida aumentó 25 años y en algunos países como Argentina o Uruguay llegó a 30 años”, me explicaba Rifat Atun, profesor de Sistemas de Salud Globales también de Harvard.

Pero, sin duda, los cambios en políticas públicas no ha llevado el mismo envión. Los gobiernos trabajan, por ejemplo, en el sector de salud de manera reactiva (reaccionan­do al día a día) antes que proactivam­ente, con prevención y previsión, porque el futuro no es un lugar donde puedan capitaliza­r sus acciones. “A los políticos les gusta más inaugurar que prevenir”, agregó Atun.

Efecto Trump

“Hay que empezar a hablar del envejecimi­ento saludable y de los cuidados paliativos. La manera de mejorar la calidad de vida es con esos cuidados que pueden significar mejor acceso a morfina, ayuda en la casa y de la comunidad. El envejecer saludable incluye transporte, vivienda y salud”, me decía en el mismo seminario Felicia Knaul que, a pesar de ser canadiense y dirigir un instituto de investigac­iones en Miami, conoce de cerca a México, ya que es la economista principal de la Fundación de Salud de México (FundSalud) y es además, la esposa de Julio Frenck, uno de los mejores secretario­s de Salud que hemos tenido.

Y me contó una fenómeno que no tenía en cuenta: el Efecto Trump.

Hoy, en todo el mundo, casi dos tercios de los migrantes son personas que superaron los 55 años y una tercera parte de ellos tienen más de 65.

“Lo mismo aplica en México. Muchos migrantes que fueron personas productiva­s en Estados Unidos, que pagaron impuestos en ese país, no pueden recibir atención médica en la economía a la que aportaron. Por ello, migran de regreso a México donde existe el acceso universal a la salud. Es el Efecto Trump”, agregó Knaul.

En la actualidad, no solo no hay planes reales de atención a las personas de la tercera edad en México ( nuevamente, tampoco hay datos concretos del Instituto Nacional para el Desarrollo y la Competitiv­idad¬Indec), sino que no se está tomando en cuenta que hay una oleada de adultos mayores con enfermedad­es crónicas, en su mayoría, regresando a ocupar los servicios de salud de nuestro país.

Hay muy pocos casos en el mundo donde los países están resolviend­o la crisis del envejecimi­ento de su población.

México está en esa otra inmensa mayoría que aún sigue pateando el problema hacia el futuro, un futuro que nos esperará más viejos y más desatendid­os que nunca.

Hay una oleada de adultos mayores con enfermedad­es crónicas que están regresando a ocupar los servicios de salud de nuestro país

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