ARELY GÓMEZ GONZÁLEZ
Secretaria de la Función Pública
La correlación entre la agenda de género y el cambio cultural es irrefutable. Como nos muestra la historia, dicha agenda tiene sus cimientos en los años setenta, época de profundas transformaciones socioculturales, en la que los movimientos de mujeres —al hacer visible la discriminación y la violencia que padecían precisamente por el hecho de ser mujeres— posicionaron nuevos temas en el debate público.
Gracias al desarrollo de estos movimientos, tanto nacionales como internacionales, se transitó del debate público a una agenda institucional. En este esfuerzo hay que reconocer la actuación del Estado mexicano, que en 1975 —Año Internacional de la Mujer— fue sede de la primera Conferencia Mundial de la Mujer, y que ha participado en las tres Conferencias subsecuentes, Copenhague (1980), Nairobi (1985) y Beijing (1995); ratificando los acuerdos que de ellas se derivan.
Desde entonces, se ha trabajado en una agenda de género cuya cristalización se observa en el Plan Nacional de Desarrollo 2013
2018, el cual, reconociendo que es “inconcebible
El contar con una agenda de género es la vía para hacer posible la igualdad, en la que hoy, no hay punto de retorno.
aspirar a llevar a México hacia su máximo potencial cuando más de la mitad de su población se enfrenta a brechas de género en todos los ámbitos” 1, incorpora la estrategia transversal denominada “Perspectiva de Género en todas las acciones de la Administración Pública Federal”.
La transversalización de la perspectiva de género es un elemento fundamental para el cambio social, porque implica, por un lado, el reconocimiento de que las acciones del Estado tienen un impacto en las relaciones de género. En consecuencia, debe haber un replanteamiento en la manera de diseñar, implementar y evaluar políticas públicas, en aras de garantizar el ejercicio pleno de derechos de todas y todos. Por otro lado, esta herramienta permite el reconocimiento de las mujeres como sujetos políticos, lo que coadyuva al desarrollo democrático.
Han sido sustanciales los avances en materia de igualdad entre mujeres y hombres, particularmente en el marco jurídico, sin embargo, aún quedan muchos retos por atender. Uno de los más apremiantes tiene que ver con el imaginario colectivo de género, es decir, con los valores, creencias y percepciones sobre cómo deben ser y comportarse las mujeres y los hombres.
Estas ideas están presentes en todos los ámbitos de la vida y afectan los derechos humanos tanto de hombres, como de mujeres, siendo los derechos de estas últimas los que resultan más vulnerados.
De ahí surge la importancia de seguir sumando esfuerzos e implementando acciones tendientes a modificar los patrones que han sido estereotipados.
Durante mi gestión en la Secretaría de la Función Pública, se creó la Dirección General de Igualdad de Género, con el propósito de trabajar por la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. Una de sus principales facultades es generar espacios de sensibilización, capacitación y diálogo para dar cuenta de que este cambio cultural por la igualdad, no es únicamente responsabilidad de las mujeres.
Todas las personas, particularmente quienes nos dedicamos al servicio público, tenemos la responsabilidad de contribuir a la generación de una sociedad en donde la igualdad sea una realidad no solo en las leyes; una realidad en la que mujeres y hombres puedan ejercer plenamente sus derechos. El contar con una agenda de género es la vía para hacer esto posible, en la que hoy, no hay punto de retorno. REFERENCIA: [1] Gobierno de la República, Plan Nacional de Desarrollo. Disponible en línea: http://pnd. gob.mx/ pág. 23.