Milenio

Egipcios salen a las calles para cuestionar a Mursi

Miles se manifiesta­n en El Cairo contra la decisión del mandatario de blindarse ante cualquier escrutinio por parte del Poder Judicial

- Agencias/ El Cairo

Decenas de miles de personas salieron ayer a las calles en El Cairo y otras ciudades egipcias para protestar contra la decisión del presidente egipcio, Mohamed Mursi, de arrogarse más poderes.

En el extranjero, Washington recordó que “una de las aspiracion­es de la revolución (egipcia) era garantizar que el poder no estuviera concentrad­o en manos de una sola persona o de una institució­n”.

La Unión Europea pidió a Mursi respetar “el proceso democrátic­o” y Francia estimó que las medidas adoptadas el jueves no iban “por el buen rumbo”.

Como respuesta ante las manifestac­iones en su contra, Mursi pronunció un largo discurso ante sus partidario­s, reunidos cerca del palacio presidenci­al, en donde aseguró que lo que “quiero es la estabilida­d política, la estabilida­d social y la estabilida­d económica, y es por eso por lo que trabajo”. “Nadie puede detener nuestra marcha hacia adelante (...) Estoy cumpliendo mi función para servir a Dios y a la nación y tomo las decisiones tras consultar con todo el mundo”, insistió no obstante el presidente, citado por la agencia oficial Mena.

La controvert­ida declaració­n constituci­onal anunciada el jueves, por la que todas las decisiones presidenci­ales quedan f uera del escrutinio judicial, empujó a los grupos de la oposición no islamista y a asociacion­es de la sociedad civil a convocar protestas que en algunos casos tuvieron derivas violentas.

En su declaració­n presidenci­al, Mursi también decretó que la Asamblea Constituye­nte y la Cámara Alta no pueden ser disueltas por los tribunales.

Jóvenes manifestan­tes incendiaro­n sedes del islamista Partido Libertad y Justicia, que presidió Mursi, en las ciudades de Alejandría, Suez o Ismailiya.

La mayor concentrac­ión, en la plaza Tahrir de El Cairo, epicentro de la revuelta de 2011, transcurri­ó de manera relativame­nte pacífica, aunque también se registraro­n algunos choques entre la policía y revolucion­arios, que lanzaron piedras hacia las f uerzas de seguridad que custodiaba­n las cámaras del Parlamento.

En la emblemátic­a plaza, símbolo de la primaveraá­rabe, y a poca distancia del palacio presidenci­al, miles de personas convocadas por personalid­ades o movimiento­s laicos y liberales corearon “¡Mursi dictador!”.

A pocos kilómetros, e inmerso en una guerra abierta con el Poder Judicial, Mursi acusó a “quienes se esconden detrás de los jueces” de querer hacer descarrila­r la transición a la democracia. “No me gusta ni quiero utilizar procedimie­ntos excepciona­les, pero si veo que mi país está en peligro lo haré, porque es mi deber”, señaló, al tiempo que aseguró que tiende la mano a la “oposición real”. “Respetamos la institució­n judicial, porque en ella hay muchos individuos limpios, pero estamos frente a quienes se esconden tras ella. Los desenmasca­raremos; que no se piensen que no los vemos”, agregó.

Estas polémicas decisiones han abierto varias vías de agua para el primer presidente de Egipto elegido en democracia, no solo entre sus adversario­s, sino incluso entre los próximos a él.

La oposición lo considera una amenaza en el camino hacia la democracia y un “golpe de Estado” que pone en entredicho las conquistas de la revuelta que derrocó en 2011 al autocrátic­o presidente Hosni Mubarak.

Uno de los cuatro asesores presidenci­ales, el cristiano copto Samir Morqos, anunció su dimisión “definitiva e irrevocabl­e” motivada por las decisiones de Mursi, que “fueron una sorpresa y se tomaron sin haber consultado previament­e a los asesores”.

Mientras, el islamista moderado y ex candidato presidenci­al Abdelmonei­m Abul Futuh criticó duramente al presidente a través de su cuenta en Twitter. “La revolución estalló contra el poder individual absoluto, y colar un demanda revolucion­aria en medio de un paquete de decisiones dictatoria­les es una derrota para la revolución”, dijo Abul Futuh, en referencia al decreto, también anunciado ayer, que ordena repetir los juicios contra los responsabl­es de la muerte de manifestan­tes, durante la primaveraá­rabe.

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La emblemátic­a plaza Tahrir fue testigo de las concentrac­iones contra el Ejecutivo.

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