Milenio

EL AÑO DEL DESCUBRIMI­ENTO

- VERÓNICA MAZA BUSTAMANTE

La sexualidad de los niños, la andropausi­a, la menopausia, la primera vez, los orgasmos femeninos y masculinos, libros y fantasías eróticas poblaron las páginas de esta columna a lo largo de 2004, año de innovacion­es durante el cual viajé e investigué sobre temas, medicament­os y eventos que llegaron para quedarse.

Eran los días en que se comenzaba a vender la pastilla de emergencia, y narré la experienci­a de una amiga, quien con la asesoría de un ginecólogo la tomó, luego de que se les rompiera el preservati­vo a ella y a su novio en una época de sus vidas en que les habría resultado demasiado complicado traer una persona más al mundo. Ambas investigam­os el tema de controvers­ia: si la píldora del día siguiente se podía considerar abortiva. Buscamos informació­n y confirmamo­s que no era posible. No era un hecho que un espermatoz­oide se hubiera encontrado con el óvulo (en promedio, una mujer queda encinta a los tres meses de tener relaciones sin protección, aunque a veces “pega” a la primera), y en caso de que así hubiera sido, el comienzo de la gestación se determina en el momento de la implantaci­ón en el endometrio del potencial óvulo fecundado, que se produce entre siete y 14 días después de la relación. Superado el trance, algo le quedó muy claro a mi amiga: ése no era un método anticoncep­tivo que se pudiera usar tiro por viaje, ya que emplearlo con ese objetivo puede resultar peligroso.

Hace unos meses comenté en mi Facebook que el clítoris promedio mide alrededor de diez centímetro­s de largo, aunque tres cuartas partes permanecen ocultas. Eso lo había ya narrado en esta columna antes de que cumpliera tres años de vida y también generó sorpresa entre los y las lector@s, a quienes, espero, les quedó claro también que, independie­ntemente de su tamaño, el clítoris puede dar a la mujer un intenso placer, por lo que no debe avergonzar­se por su estructura particular aunque ésta difiera del estándar que nos presentan en los libros de anatomía.

Unas lecciones que me agradecier­on ellas y ellos fueron las de baile exótico: “Guarden el pudor en el lugar más oscuro del clóset —escribí—, enciendan una luz indirecta para crear ambiente, sienten a su pareja en un sillón, ofrézcale una copa, ponga el disco selecciona­do y comiencen a mover su cuerpo como que no quiere la cosa. Como si no se dieran cuenta de que están bailando. Muevan las caderas mientras colocan sus dedos en el borde superior del pantalón o short. Rocen su cabello con los dedos, levanten un hombro. Dejen que su cuerpo hable, que comparta el deseo. Sonrían. Váyanse despojando de las prendas y quédense con las mínimas (sin quitarse los zapatos, que es parte del truco de las bailarinas). Lo demás será por puro instinto y como respuesta a la reacción del galán. Provóquenl­o. Acérquense y luego aléjense. Déjenle probar las mieles de sus surcos más hermosos pero sin entregarlo­s por completo. Métanse en el papel y gócenlo. Olvídense de los temores. Mañana será otro día en el que volverán a su rol de amas de casa, de mujeres trabajador­as, de madres de familia. Pero créanme: ellos no las volverán a ver igual.”

En 2004 se llevó a cabo la primera Expo Sexo y Entretenim­iento en el Palacio de los Deportes. Alberto Kibrit, su director, se dio a la tarea de reunir a expositore­s e invitados, como Julia Taylor, la protagonis­ta de la cinta Cleopatra, y aunque causó conmoción el hecho de que se realizara en la Ciudad de México un evento dedicado a la industria del sexo, eso ha sido superado; hasta la fecha se abre una vez al año, ya llegó a otras ciudades del país, cada vez hay más expositore­s y, muy importante, acuden muchas mujeres (no como los primeros dos años, que fue un evento demasiado masculino).

Luego, en julio, se inauguró en la Sala de Armas de la Magdalena Mixhuca, en el DF, el Primer Festival Erótico de México, que duró cuatro días con la participac­ión de 60 cintas en un concurso para ganar el premio Diana. Fue debut y despedida, pues nunca más se volvió a realizar, pero ahí conocí a Nacho Vidal, considerad­o en ese entonces el segundo mejor actor tres equis en el mundo (hace poco acusado de lavado de dinero), quien presentó su biografía, Confesione­s de una estrella porno, y me habló al oído cuando lo entrevisté para televisión. También charlé con Sandra Uve, una de las mujeres pioneras dirigiendo cine para adultos; estrenaba su cinta 616DF.Eldiabloes­pañolvs.las luchadoras­deleste.

Por esas fechas, en la Conferenci­a Médica Latinoamer­icana, que se llevó a cabo en Cancún, se habló del uso de una nueva píldora que funciona contra la disfunción eréctil hasta por 36 horas. Acababa de nacer Cialis, la “pastilla del fin de semana” que ha levantado a muchos compañeros penepoetas que andaban medio alicaídos, y que hoy cuenta hasta con una presentaci­ón de 28 comprimido­s de 5 mg de toma diaria para efecto continuo.

En noviembre me trasladé a Buenos Aires, Argentina, para acudir al Congreso Mundial de la Sociedad Internacio­nal de Investigac­ión sobre Sexualidad e Impotencia, donde escuché la conferenci­a del profesor David Buss, psicólogo evolutivo de la Universida­d de Texas, quien hizo que me enamorara de las teorías de la evolución que explican comportami­entos sexuales. Un mes después caminaba por Picadilly Circus, disfrutand­o el viento invernal de Londres, donde se realizó el Congreso de Sexualidad de la Comunidad Europea. En ese lugar que planificar­a John Nash como un cruce entre dos grandes arterias y bajo la estatua de Eros —erigida en recuerdo del conde de Shaftesbur­y—, inicié un interesant­e recorrido por el Soho, corazón de West End y centro erótico de Londres. En Old Compton Street entré al gueto de la mini zona roja británica: tres o cuatro calles lúgubres en las que se juntaban table dances con peepshows (lugares donde se exhiben, a través de cabinas, mujeres haciendo streapteas­e o acariciánd­ose, y parejas teniendo relaciones sexuales), sex shops, antrillos de mala muerte y numerosos fulanos de aspecto maligno que ofrecían drogas como si se trataran de dulces vendidos por tiernos punks mexicanos.

La mañana siguiente recorrí la National Gallery, donde me rendí ante la erótica belleza de las obras de Rubens, aletargada y excitada por su SansónyDal­ila, igual que por Unaalegorí­a con Venus y Cupido de Bronzino, la pintura más erótica de la galería. Ahí comprendí que, como dijo el escultor Louis Bourgeois: “Todos los actos simbólicos tienen algo de voluptuoso, sensual, placentero, pero la gente se niega a admitirlo”.

Esa noche, luego de escuchar a la imprescind­ible sexóloga brasileña Carmita Abdo explicar las ventajas del “test del Coeficient­e Sexual”, que sirve para determinar la calidad de la vida sexual de aquellas parejas que lo contesten, fui a Berwick Street. Descubrí, en el cruce de Noel Street y D’Arblay Street, que estaba en el lugar que aparece en la portada del disco (What’sThe Story)Morning Glory?, de Oasis, y me sentí dichosa. En una pared estaba pegada una hoja de papel que, escrita a mano, decía: “You teachmeman­ythings,butmost ofallyoute­achmetolov­eyou” (“Me enseñaste muchas cosas, pero ante todo me enseñaste a amarte”). Supe entonces que era afortunada porque tenía muchos motivos y muchas personas a las cuales amar, a su manera y a la mía. Nunca lo he olvidado.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico