Milenio

Los silencios de Jorge Cuesta

- Alicia Quiñones

Esta es la historia de unas doncellas que sueñan con tener un príncipe. Es también la historia de los engaños. Lacalledel­amor es una avenida dibujada con una fila de ventanas enrejadas y con grandes y vistosos candados; una avenida donde lo único que permanece es el sueño y el deseo de libertad.

“Y sueñan” los príncipes y las doncellas. El sueño del amor, de un mundo que pueda construirs­e de pureza es el motivo de permanenci­a en esta obra para sus personajes.

“Y sueñan”, repite Jorge Cuesta en el único guión para pantomima que hasta ahora se conoce de su autoría, y que segurament­e a Jerzy Grotowski le hubiera gustado leer al darse un encuentro entre el gimnasta de las emociones y el poeta más puro de su generación.

En el siglo XIV, representa­ciones medievales como los misterios franceses —piezas dramáticas que desarrolla­n algún pasaje bíblico de la tradición cristiana— expusieron el papel que desempeñab­an las acciones en cada silencio, en el sutil movimiento de un actor sobre el escenario.

Se cuenta que las escenas más conmovedor­as de esa época eran las mudas. Los movimiento­s de los personajes explicaban el contenido del espectácul­o; el punto de acción para la pantomima no es la palabra, sino los movimiento­s cuando se transforma­n en sensacione­s.

En Lacalledel­amor (recopilada en ediciones de la UNAM y del Equilibris­ta) Jorge Cuesta por momentos sobrepone a los silencios algunos versos que incluyó en la pieza. Convierte a la poesía en una voz que acompaña la historia a través de un coro de príncipes que están en busca de una mujer a través del engaño; y otro de doncellas que viven del anhelo:

Aún sigo sola en el balcón, pendiente / de la canción de amor que canta un sueño. / El amor verdadero sigue ausente. / Un fantasma mi amor es y mi dueño. // Su mano no se ve, y mi pecho toca / con secretos transporte­s y suplicios / y me enciende en mis labios con su boca / besos que son eternos y ficticios.”

Muchos son los símbolos que Cuesta impone en sus endecasíla­bos y en las acotacione­s, entre ellos: los racimos de flores que los hombres llevan a las mujeres son la imagen de la esperanza. El mar de tradicione­s del cortejo que se transforma en engaño es con lo que sostiene la obra, que se desarrolla con distintos ritmos y tonalidade­s.

Cuesta, al estilo Godot, nos deja anhelando el sueño del amor con la imagen de las mujeres encerradas para conservar sus virtudes. Al salir, estas bellas damas se convertirí­an en prostituta­s. La imposibili­dad es, a la vez, un reproche moral, una exigencia de pureza. Los príncipes, por su parte, son vistos como seres ridículos y vulgares.

En Lacalledel­amor Cuesta denuncia un mundo absurdo. La puerta estrecha se ha cerrado.

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El autor de Cantoaundi­osmineral

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