Milenio

Hillary: de virus y de republican­os

- m HORACIO BESSON

No han sido buenas semanas para Hillary. Primero, la infatigabl­e secretaria de Estado (un millón y medio de kilómetros recorridos, 112 países visitados, 400 días acumulados fuera de casa, dos mil horas de vuelo) tuvo que bajarse de los aviones y cancelar una gira por Oriente Medio y el norte de África debido a que su estómago le jugó una mala pasada.

“La secretaria ha estado realmente muy mal. Quiero decir, muy mal. Este virus estomacal es muy cruel”, explicó Victoria Nuland, la portavoz del Departamen­to de Estado.

Quizá al escucharse tan dramática, Nuland de inmediato matizó y aseguró que Clinton no estaba, ni de lejos, en peligro de muerte.

Pero al parecer el virus le tenía preparado una jugarreta más: el fin de semana la ex primera dama estadunide­nse, aquejada de una seria deshidrata­ción causada por el mentado virus, se desmayó en su residencia golpeándos­e la cabeza.

Todo esto enmarcado en las fiestas de fin de año y cuando ha anunciado sus intencione­s de no seguir en la administra­ción de Obama para los próximos cuatro años. Jura y perjura que está cansada de la política. Que lo suyo –ahora- es prepararse para ser una buena abuela.

Además, para rematar, los republican­os aprovechan el informe independie­nte en torno al ataque al consulado estadunide­nse en Bengasi, el 11 de septiembre pasado, que causó la muerte del embajador en Libia, para ensañarse contra ella.

Y es que Hillary sabe provocar pasiones: lo mismo para los conservado­res –en este caso, de odios y repulsione­s- como entre los liberales, a quien ven como adalid y depositan gran parte de su entusiasmo.

The Washington Post publicó el cinco de diciembre un sondeo en el que 57 por ciento de los estadunide­nses aseguraron que podrían votar por Rodham Clinton en 2016 como sucesora de Obama.

Por lo pronto, Hillary guarda cama. Mucho tendrá que pensar para ratificar decisiones o rectificar ambiciones. Los republican­os, tampoco se quedarán con los brazos cruzados.

(Sin duda, si usted está leyendo esta columna es porque Putin tuvo razón: el mundo no se acabó. Habrá que esperar otros 4,500 millones de años).

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