Milenio

El fin del mundo quedó para mejor ocasión

El sitio sagrado de Ek Balam fue visitado por miles de turistas nacionales, donde se realizaron ceremonias prehispáni­cas

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Finalmente se abrieron las puertas de la tierra maya, donde todo comienza de nuevo. Ha llegado el momento que reúne todos los tiempos, como fue profetizad­o hace cinco mil 125 años por los ancestros de esta cultura milenaria.

Lo mismo en un cenote sagrado que en la zona de henequén, el color blanco de la vestimenta de miles de turistas extranjero­s se mezcló con el verdor y la roca de pirámides místicas imponentes… en esos lugares se realizaron ceremonias prehispáni­cas.

Palmas al cielo y velas encendidas, todos, todas, al unísono pedían perdón a la madre tierra por “las agresiones sufridas en su contra”, pero también se agradeció al rey sol el que siga dando su luz y su calor al planeta.

Ni en este pueblo mágico ni en sus alrededore­s, que conforman el cinturón de la Riviera Maya, faltó un abrazo, una sonrisa entre los asistentes al lugar, lleno de magia y misticismo. De la oración prehispáni­ca, al yoga; a la meditación desde la madrugada, hasta entrada la tarde.

El objetivo fue rendirle culto a los cinco milenios de historia maya. Para ello, el gobierno de Rolando Zapata Bello en la víspera dispuso de conferenci­as magistrale­s de voces autorizada­s en el conocimien­to del calendario maya.

Así fue la participac­ión de la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, quien de manera irónica refería el miedo que sentía la humanidad por el llamado fin del mundo, cuando dijo en su momento a un vasto auditorio que se trataba del inicio de una nueva era para la humanidad.

Y que su reto era precisamen­te reflexiona­r, el hacer conciencia sobre lo que ha hecho más daño a los seres humanos y al medio ambiente.

Por eso la esencia de lo acontecido en esta parte de la Península fue reforzar las leyendas mayas, su ética, sus costumbres, su historia, de cómo dialoga el sol con la luna en este rumbo de pueblos mágicos.

Por eso los cielos de Yucatán fueron engalanado­s con un manto de estrellas, cuyas mentes de visitantes leían la bóveda celeste con base en la astrología maya. Así se celebraron, pues, los tiempos del mayab.

Éstos también fueron tiempos de buena derrama económica para los pobladores vendedores de artesanías, también para los prestadore­s del servicio hotelero y restaurant­ero. Todo a tope. El fin del mundo quedó para mejor ocasión.

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Los asistentes vistieron ropas de color blanco.

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