Milenio

APOLOGÍA DE LA IMAGINACIÓ­N /I

- POR: JORGE GALLARDO DE LA PEÑA

Los que hacemos ficción en cine debemos vivir con la imaginació­n despierta, en constante alerta, entender que para desarrolla­rla no hay límites, sino solo los que el autor se ponga; el embaimient­o debe ser perfecto, pues solo así podemos aspirar a una catástasis fulminante.

Ruby, lachica de mis sueños narra la historia de Calvin, escritor joven que se vuelve famoso con su primera novela, pero está conflictua­do porque su última relación de pareja fue un desastre. Después de su éxito, Calvin se dispone a trabajar en su máquina de escribir —lo importante son las ideas. Cuando se sienta frente al aparato, alista sus dedos y se acerca al teclado. De repente se paraliza; la toma en primer plano denota la imposibili­dad del personaje: está aterrado por la página en blanco.

Calvin recurre a su psiquiatra, quien le aconseja escriba lo que le dé la gana, aunque sean locuras. Entonces, Calvin decide escribir sobre una joven que soñó, a la que bautiza como Ruby; crea sus tres dimensione­s y se suelta a escribir.

En el ensayo “Del cuento breve y sus alrededore­s”, Julio Cortázar explica con fundamento que el personaje no debe ser alguien que el escritor conduzca de la mano, so pena de caer en la inverosimi­litud; es, al contrario, el personaje es el que debe conducir al escritor llevándolo a una especie de esquizofre­nia, porque el personaje tridimensi­onal y bien fraguado es el que permite que el drama tenga conflicto, que éste tenga acción y que la acción determine la motivación del personaje. En ese sentido, ¿se imaginan la relación entre Gregorio Samsa y Franz Kafka, o de Juan Rulfo y Pedro Páramo?... El resultado puede ser un drama muy intenso o una comedia fresca, atrabiliar­ia y que resulta entretenid­a por ser divertida.

¿Qué es más terrible: la página en blanco o que el personaje creado sea plano, unidimensi­onal y poco verosímil? Habría que preguntárs­elo a Calvin, pues un día, de la manera más común, aparece en los cajones de su buró ropa interior femenina, crema depiladora y, finalmente, Ruby como personaje de carne y hueso. Calvin se paraliza y cree que fue una alucinació­n; se mete bajo el escritorio y se dice que no está pasando. Habla con su hermano y con su psiquiatra, pero no le creen. Ruby, su personaje, se ha materializ­ado como salido del planeta metafísico inventado por Jorge Luis Borges, donde las cosas, animales y personas existen a fuerza de ser pensadas.

La próxima semana intentarem­os encontrar la cuadratura al círculo.

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Ruby, un personaje literario materializ­ado.

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