Todo cambió
Ya me dio miedo. De repente, todo en este país se volvió bonito. ¿Qué vamos a hacer con tantos noticiarios, si no hay noticias? ¿Qué vamos a hacer con tantas mesas de análisis, si ya no hay crítica?
A lo mejor soy yo que quedé muy saturado después de un año infame de campañas y elecciones pero, hasta donde me quedé, estábamos muy mal.
Acuérdese, prácticamente no había nadie que no atacara al Presidente, que no se burlara de él, ninguna de sus propuestas avanzaba, todo era odio, todo era sangre.
Y ahora, independientemente de que Enrique Peña Nieto se ha movido como pez en el agua en su manejo de la comunicación, nadie, a nivel macro, a nivel medios tradicionales, lo ataca, le hace un chiste, una broma. Nada.
Propuesta que sale de su boca, propuesta que avanza, que se festeja, nadie, o casi nadie, la cuestiona, la discute, la obstaculiza. Es increíble. Como si hubiéramos cambiado de país.
Antes, la mayoría de los servicios informativos, tenían cualquier cantidad de cronómetros, termómetros y estadísticas para contar a los muertos que día a día se iban acumulando.
Y las noticias, a pesar de cualquier pacto, eran la guerra, las balaceras, los secuestros, las detenciones.
Todo eso, o desapareció o adquirió una dimensión muy pero muy menor. Aquí, haga de cuenta que ya no hay guerra, que ya no hay muertos y si los hay, no pesan, no trascienden, no importan.
Importan más unos cuantos muertos
LO QUE MÁS
me preocupa es comprobar nuestra fragilidad como consumidores de información, lo fácil que es hacernos cambiar de temperatura, nuestra mala memoria y el futuro de muchos medios
en una escuela de Estados Unidos que miles y miles de muertos en decenas de puntos a lo largo y ancho de nuestra nación.
No estoy diciendo que ya no se esté haciendo periodismo porque, si uno le busca, encuentra de todo, lo que estoy diciendo es que sí se siente un cambio en la manera como se está interpretando la realidad en muchas partes, especialmente en los medios más convencionales, especialmente en los espacios que más pesan.
Y las redes sociales no cantan mal las rancheras. Entre Jenni Rivera, el fi n del mundo y una larga lista de tonterías, cualquier cosa es más interesante que lo que antes las movía.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Es censura, autocensura, hartazgo de lo que se había estado manejando, ganas de cambiar, optimismo, alineación, vacaciones o qué?
¿Es un tema que tiene que ver con intereses empresariales, con cuestiones personales o con lo que próximamente va a suceder a nivel concesiones? ¿Hay manipulación en internet?
Sea lo que sea, sí se siente raro y constituye algo que usted y yo tenemos que reflexionar.
¿Hasta dónde, todo lo que sentimos, todo lo que pensamos y todo lo que discutimos viene de los medios de comunicación?
¿Hasta dónde, el tono de los medios tiene que ver con el tono de las autoridades? ¿Hasta dónde, nosotros, los consumidores de contenidos, debemos poner nuestro sistema nervioso en manos de estos señores?
¿Qué hubiera pasado si en el sexenio de Felipe Calderón los medios se hubieran comportado como se están comportando ahora? ¿Qué pasaría si ahora, los medios se comportaran como se comportaron en la administración anterior?
¿Seríamos más felices? ¿Seríamos más infelices? ¿Estaríamos tan enfermos de odio? ¿Estaríamos viviendo y trabajando de alguna otra manera?
Estamos viviendo un momento especial porque esto no es como era ni en los tiempos del PAN ni en los tiempos del viejo PRI, ni tampoco se percibe como una imposición, como una amenaza.
Lo que más me preocupa es comprobar nuestra fragilidad como consumidores de información, lo fácil que es hacernos cambiar de temperatura, nuestra mala memoria y el futuro de muchos medios.
En el caso concreto de la radio y la televisión, un alto porcentaje de nuestras señales y de nuestras producciones giraba en torno a las noticias, a las críticas.
Ahora están como huecas, salvo honrosas excepciones, se han transformado en revistas de entretenimiento, en emisiones superficiales, en circos con chistes y canciones que no conducen a ninguna parte.
¿Qué va a pasar con ellas? ¿Qué vamos a hacer con tanto tiradero de dinero, con tantos títulos y con tantas estaciones? ¿Quién las va a sintonizar? ¿Para qué si no dicen nada diferente, si no hacen nada diferente?
Es un rato para todos: para los que hacen contenidos, para los que buscan contenidos y para este México donde, evidentemente, algo ha cambiado de una forma muy radical y rápida. ¿A poco no?