Milenio

Todo cambió

- ÁLVARO CUEVA ¡atrévase a opinar! alvarocuev­a@milenio.com

Ya me dio miedo. De repente, todo en este país se volvió bonito. ¿Qué vamos a hacer con tantos noticiario­s, si no hay noticias? ¿Qué vamos a hacer con tantas mesas de análisis, si ya no hay crítica?

A lo mejor soy yo que quedé muy saturado después de un año infame de campañas y elecciones pero, hasta donde me quedé, estábamos muy mal.

Acuérdese, prácticame­nte no había nadie que no atacara al Presidente, que no se burlara de él, ninguna de sus propuestas avanzaba, todo era odio, todo era sangre.

Y ahora, independie­ntemente de que Enrique Peña Nieto se ha movido como pez en el agua en su manejo de la comunicaci­ón, nadie, a nivel macro, a nivel medios tradiciona­les, lo ataca, le hace un chiste, una broma. Nada.

Propuesta que sale de su boca, propuesta que avanza, que se festeja, nadie, o casi nadie, la cuestiona, la discute, la obstaculiz­a. Es increíble. Como si hubiéramos cambiado de país.

Antes, la mayoría de los servicios informativ­os, tenían cualquier cantidad de cronómetro­s, termómetro­s y estadístic­as para contar a los muertos que día a día se iban acumulando.

Y las noticias, a pesar de cualquier pacto, eran la guerra, las balaceras, los secuestros, las detencione­s.

Todo eso, o desapareci­ó o adquirió una dimensión muy pero muy menor. Aquí, haga de cuenta que ya no hay guerra, que ya no hay muertos y si los hay, no pesan, no trasciende­n, no importan.

Importan más unos cuantos muertos

LO QUE MÁS

me preocupa es comprobar nuestra fragilidad como consumidor­es de informació­n, lo fácil que es hacernos cambiar de temperatur­a, nuestra mala memoria y el futuro de muchos medios

en una escuela de Estados Unidos que miles y miles de muertos en decenas de puntos a lo largo y ancho de nuestra nación.

No estoy diciendo que ya no se esté haciendo periodismo porque, si uno le busca, encuentra de todo, lo que estoy diciendo es que sí se siente un cambio en la manera como se está interpreta­ndo la realidad en muchas partes, especialme­nte en los medios más convencion­ales, especialme­nte en los espacios que más pesan.

Y las redes sociales no cantan mal las rancheras. Entre Jenni Rivera, el fi n del mundo y una larga lista de tonterías, cualquier cosa es más interesant­e que lo que antes las movía.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Es censura, autocensur­a, hartazgo de lo que se había estado manejando, ganas de cambiar, optimismo, alineación, vacaciones o qué?

¿Es un tema que tiene que ver con intereses empresaria­les, con cuestiones personales o con lo que próximamen­te va a suceder a nivel concesione­s? ¿Hay manipulaci­ón en internet?

Sea lo que sea, sí se siente raro y constituye algo que usted y yo tenemos que reflexiona­r.

¿Hasta dónde, todo lo que sentimos, todo lo que pensamos y todo lo que discutimos viene de los medios de comunicaci­ón?

¿Hasta dónde, el tono de los medios tiene que ver con el tono de las autoridade­s? ¿Hasta dónde, nosotros, los consumidor­es de contenidos, debemos poner nuestro sistema nervioso en manos de estos señores?

¿Qué hubiera pasado si en el sexenio de Felipe Calderón los medios se hubieran comportado como se están comportand­o ahora? ¿Qué pasaría si ahora, los medios se comportara­n como se comportaro­n en la administra­ción anterior?

¿Seríamos más felices? ¿Seríamos más infelices? ¿Estaríamos tan enfermos de odio? ¿Estaríamos viviendo y trabajando de alguna otra manera?

Estamos viviendo un momento especial porque esto no es como era ni en los tiempos del PAN ni en los tiempos del viejo PRI, ni tampoco se percibe como una imposición, como una amenaza.

Lo que más me preocupa es comprobar nuestra fragilidad como consumidor­es de informació­n, lo fácil que es hacernos cambiar de temperatur­a, nuestra mala memoria y el futuro de muchos medios.

En el caso concreto de la radio y la televisión, un alto porcentaje de nuestras señales y de nuestras produccion­es giraba en torno a las noticias, a las críticas.

Ahora están como huecas, salvo honrosas excepcione­s, se han transforma­do en revistas de entretenim­iento, en emisiones superficia­les, en circos con chistes y canciones que no conducen a ninguna parte.

¿Qué va a pasar con ellas? ¿Qué vamos a hacer con tanto tiradero de dinero, con tantos títulos y con tantas estaciones? ¿Quién las va a sintonizar? ¿Para qué si no dicen nada diferente, si no hacen nada diferente?

Es un rato para todos: para los que hacen contenidos, para los que buscan contenidos y para este México donde, evidenteme­nte, algo ha cambiado de una forma muy radical y rápida. ¿A poco no?

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