La máquina, el niño y la bañera
La máquina está en marcha y difícilmente alguien la podrá detener. Hace tiempo que no se oía varias millas a la redonda una declaración tan cargada de sentido del poder. La ha pronunciado Manlio Fabio Beltrones, líder priista de la Cámara de Diputados, en el contexto de la airosa aprobación de la Reforma Educativa y del anuncio de la resistencia del Comité Ejecutivo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Evoca a la razón de Estado.
El ex gobernador sonorense indica el objetivo político de la reforma del presidente Enrique Peña Nieto. Es el portavoz de un mensaje claro y sin estridencias a la profesora Elba Esther Gordillo Morales. Que no se atraviese. Que ni se le ocurra. El eufemismo es que se trata de “la máquina de las reformas y de la modernización”.
Aquí se observa que ni al gobierno ni a la organización sindical les conviene perder esta batalla en la educación. En uno de los periodos más fructíferos de las últimas legislaturas, el gobierno y su partido se anotaron otra victoria política con la reforma a los artículos 3 y 73 de la Constitución; mientras tanto, el SNTE —y el Panal— no solo no ha obtenido ninguna, sino que, a pesar del repliegue inicial y su aceptación de los cambios constitucionales, se le ha hecho aparecer como el villano a derrotar.
Pero ya fue mucho: ahora el SNTE se ha puesto en rebeldía contra una de las consecuencias de la reforma, la cual considera lesiva a la dignidad y a la estabilidad en el empleo de los maestros.
El asunto aquí es muy claro: a la elevación de la carrera docente y a la creación del Sistema Nacional de Evaluación a nivel constitucional se añade que: “La ley reglamentaria fijará los criterios, los términos y condiciones de la evaluación obligatoria para el ingreso, la promoción, el reconocimiento y la permanencia en el servicio profesional, con pleno respeto a los derechos constitucionales de los trabajadores de la educación”.
De acuerdo con la lógica del SNTE y de la profesora Gordillo Morales, la ley reglamentaria, si llega a aplicarse en coherencia estricta con lo establecido en la reforma a ley fundamental, pondría a miles de trabajadores en la puerta de salida de las escuelas donde actualmente imparten clases. Esto, porque si se toman en cuenta los resultados de evaluaciones anteriores y si la adición a la ley General de Educación hubiera estado vigente entonces, cerca de 300 mil trabajadores habrían perdido el empleo.
A eso se remite el SNTE cuando con la profesora al frente afirma que no puede estar de acuerdo “con una disposición que amenaza la estabilidad laboral y la seguridad en el empleo”. Y claro, en sentido contrario, el PRI y los pactistas reafirman su convicción de que la evaluación debe proceder sin maquillajes.
Tan fue así que la votación en las cámaras a favor de la transformación educativa fue aplastante, prácticamente proporcional al apoyo manifestado por la opinión pública. La calidad y la evaluación son divisas plausibles de quien sea. Nadie se atreve a cuestionarlas, menos ahora.
Pero es aquí donde aparecen, en este contexto de euforia reformista, otras intenciones políticas. Además de que provoca hilaridad ver a tanto diletante defender la reforma y hablar de evaluación y calidad como si verdaderamente supieran como se come, lo que llama la atención es que con la coartada de buscar lo mejor para los alumnos, pero sobre todo aprovechando el concierto antisindical en los medios y la borrachera anti-Elba, otros actores quieren aprovechar para llevar agua a su molino.
No llegaba de regreso a la Cámara de Diputados la Reforma Educativa, cuando en la Cámara alta, el senador por Guanajuato, el panista José Carlos Romero Hicks, ya estaba presentando una iniciativa para cambiar los artículos 3, 73 y el apartado B del artículo 123, colgándose de la Reforma Laboral, para entonces sí, darle el tiro de gracia no a la profesora ni al SNTE, sino al sindicalismo mexicano.
Así las cosas, es inevitable suponer que se está actuando con afanes de venganza contra el sindicato de maestros y en lo particular contra su dirigente. Estarían avalando lo que llama para estas soluciones Fernando Savater pedagogía traumática: “no entiendes por las buenas, te imponemos aprendizaje y conductas por la fuerza”.
Si no se supiera que estos legisladores de derecha están hablando y planteando las cosas con sentido clasista y elitista, podría decirse que hay una motivación moral en sus propuestas. Pero no, el objetivo es desmontar con toda saña los últimos vestigios que quedan de las organizaciones obreras y continuar con la hebra privatizadora en todos los espacios públicos.
Llama la atención, y en eso tiene razón la maestra Gordillo, el silencio del PRD ante una reforma que de suyo se alinea a los conceptos de productividad, competitividad, es decir, en plena coincidencia con la ideología que expresa los intereses empresariales.
Al PRI —por si algo sirve decirlo— no se le puede olvidar que la derecha y el capital son insaciables. De modo que no está mal que los que conducen la máquina de la modernización y las reformas, con esa fuerza imparable que está en marcha, en un descuido, no vayan a tirar al niño con todo y bañera. Nomeolvides. 1994: la madrugada del 1 de enero, el EZLN hizo su simbólica aparición armada. 2012: el 21 de diciembre miles de zapatistas regresaron en silencio. Contra lo mismo.