Milenio

Con don Luis en un final de año

EN ESTA NOCHE decembrina en que te duele la ausencia de los grandes amigos te preguntas qué pasó. ¿No nos habíamos tácitament­e comprometi­do, mediante el no escrito contrato de la amistad, en irnos todos juntos?

- JOSÉ DE LA COLINA

Cuando, en la alta noche, ordenabas viejos papeles guardados en el cajón de un armario hallaste esa foto de grupo que tiene al dorso la anotación “Charleston, 15, diciembre”, sin indicación del año. En esa imagen están fijados cuatro seres que ya no son y dos que aún son. Uno de éstos eres tú, todavía vivo, aunque quién sabe para cuánto tiempo, y contarás la historia de la foto hasta donde te lo permitan la memoria o elAlzhéime­r… que no es un vino blanco del Rhin. La historia de la foto va así: Disuelto el grupo Nuevo Cine, algunos de sus miembros, más a veces algún cinéfilo invitado, seguíamos reuniéndon­os cada mes con don Luis Buñuel en el Charleston de don Tino, cercano a la avenida Insurgente­s. Era un restaurant­e de tipo español (a pesar del nombre) en el que casi ritualment­e bebíamos vino tinto y comíamos sesos de cabrito asados en el cráneo mismo del animal: un plato que, si bien estaba en la carta habitual del restaurant­e, les parecía terribleme­nte buñueliano a los creyentes de la leyenda de un Buñuel cruel y satánico.

Durante la sobremesa, cuatro de los seis comensales: Emilio García Riera, Tomás Pérez Turrent, Buñuel y Alberto Isaac, habían encendido puros que fumaban como sacerdotes ceremonial­es, mientras que, sin puros, tú y Garmendia (un invitado a quien decapitó el apresurado encuadre de la foto) festejaban también algún chiste o chisme que, con un susurro de trueno, le contaba don Luis a Alberto.

La foto, lograda con el dispositiv­o de tiempo de la cámara, lo hiciste tú mismo, es decir el “tú mismo” que solías ser entonces, y, para poder “salir en la foto” habías tenido que hacer una rápida serie de actos: montar la Nikkon en el trípode, oprimir el dispositiv­o, dar el ¡clic!, correr a situarte a un lado de los cinco amigos y sonreír antes del ¡cloc! que finalizaba la hazaña fotográfic­a.

Aquello habrá ocurrido en un día prenavideñ­o de quizá 1974, o sea dos años después de que Buñuel filmara Eldiscret oencanto de la burguesía en los estudios Billancour­t de París, en los cuales lo entrevista­ste para el diario mexicano Excélsior. Don Luis empleaba por primera vez un monitor de televisión adjunto a la cámara filmadora para tener un encuadre aproximado de la escena en plano general, y te hizo gracia verlo dar con voz de trueno instruccio­nes a un actor, señalando con el dedo en la pantallita la mera imagen de éste (“Ce monsieur là, a gauche, je vous en prie!”), y todos se desconcert­aban en el set al no saber a quién se dirigía Buñuel. Y ahora, en el momento de la foto en el Charleston, habías contado tú ese suceso en el que Buñuel, entusiasma­do con el nuevo modo de filmar, no había distinguid­o entre imagen y realidad. Y por su parte don Luis, riendo, le comentaba su gaffe a Alberto Isaac, cineasta más joven.

La sobremesa de ese día de diciembre ¿de 1974? ya se desvaneció en el fugaz tiempo, pero ha quedado su fantasma gráfico. Se diría que en la foto se lee el tono de una fiesta de la comensalid­ad, y, aunque cuatro de los seis amigos ya no están en la vida, aunque a Garmendia y De la Colina los años los hayan convertido en otros muy distintos de los allí fotografia­dos, has recordado una escena de El séptimosel­lo, la película “medieval” de Ingmar Bergman, en la que el señor feudal retornado de las Cruzadas, compartien­do la comida campestre de una tropilla de humildes cómicos de la legua, alza en las manos un cuenco lleno de leche y fresas silvestres y brinda por la soleada tarde y por el triunfo de estar vivo, aunque solo sea entre dos parpadeos del siglo.

En esta noche decembrina en que te duele la ausencia de los grandes amigos te preguntas qué pasó. ¿No nos habíamos tácitament­e comprometi­do, mediante el no escrito contrato de la amistad, en irnos todos juntos?

Y el fantasma de don Luis susurra desde la foto:

—Amigo De la Colina: ni nostalgias ni melodrama, ¿eh?... ¡ Gaudeamus!

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Tomás Pérez Turrent, José de la Colina, Emilio García Riera, Luis Buñuel y Alberto Isaac.
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