El miedo va a la escuela
Si viviera en Estados Unidos y tuviera hijos pequeños, los mandaría a la escuela con chaleco blindado, con casco de combate, ropas camufladas y, sobre todo, bien armados. Pediría al colegio que incluyera en su plan de estudios cursos específi cos sobre manejo de armas, psicología de guerra, técnicas de combate, activación y desactivación de explosivos.
Tendría que ser consciente de que no es suficiente para su formación lo que los niños estadunidenses han visto en la televisión, el cine y los videojuegos desde que nacieron: muertos a montones, ciudades devastadas, niños ensangrentados, madres despanzurradas, padres baleados. Está claro que necesitan una formación menos virtual, más práctica.
Sé de algunos casos de padres e hijos que han tratado de implementar por su cuenta en sus colegios esta formación práctica. Han llegado a sus clases muy bien desayunados, bañaditos, con los zapatos boleados y un arma en la mochila. Sin esperar al recreo, la han sacado y han mandado al otro mundo a más de un compañerito, con frecuencia de origen latino.
Vi alguna vez a un gringo alto y fornido, con el cabello cortado al modo militar, escogiendo armas en una ferretería de Brownsville. Dudaba entre un fusil automático y una pistola. En el exhibidor, sobre el mostrador, había una cantidad enorme de armas de todo tipo. Un cañón antitanque destacaba por su tamaño, pero casi todos los consumidores optaban por las pistolas Colt y Beretta.
La firma fundada por el italiano Pietro Beretta cuenta con establecimientos en las más importantes ciudades del mapa. Fabrica las pistolas más hermosas del mundo; posiblemente también las más precisas y letales. El gringo aquel, que vestía ropas camufladas, se llevó cuatro con una expresión de éxtasis. Tal vez era padre de cuatro niños.
En el catálogo de Beretta se incluyen líneas específicas para hombres y mujeres. Allí uno puede encontrar chalecos antibalas, ropa de combate y todo género de accesorios para la guerra. Pero no tiene un apartado para niños. Habría que pedirles que lo pongan en marcha. Podrían comercializar, por lo pronto, las mochilas y los chalecos blindados para niños que se están vendiendo ahora por millares en Estados Unidos.
De hecho, ya se les está haciendo tarde para ingresar en un mercado que comienza a ser muy competido y en el que son ya seis las empresas que se disputan sus millonarias ganancias. Tan enconada es la batalla por el favor del amplio grupo de consumidores que integran millares de padres temerosos y desconfiados por la falta de elementos al alcance de sus hijos para hacer frente a los ataques de millones de psicópatas armados que pululan por ahí, que una de las empresas que mayor prestigio ha ganado en el naciente nicho ofrece sus mochilas en versiones con imágenes de La Princesa, de Disney, y de LosVengadores. Imagino que estarán por llegar los modelos de Rambo y Call of duty. Y los chalecos no están nada mal, a un precio que ronda los 500 euros por pieza.
Uno de los propietarios de estos negocios emergentes ha declarado que el suyo es el mercado del miedo y que se dispone a sacarle todo el jugo posible mientras esté en el aire la adrenalina de millones de padres, luego del reciente asesinato de 20 niños en un colegio de Connecticut. Y tiene razón: unos venden, otros compran; unos viven, otros mueren.
Con tanto miedo de por medio, una de estas empresas ofrece sus chalecos a un precio de unos 250 dólares, estimulando a sus potenciales compradores con un lúcido eslogan: “El costo del producto es una ganga teniendo en cuenta la protección potencial que podría darle a su hijo”.
Al vivir en territorio armado y poblado de locos y adictos, la oferta parece razonable, tanto como la petición que acaba de hacer al gobierno estadunidense la poderosa Asociación Nacional del Rifle, que tantas candidaturas presidenciales ha decidido allá, en el sentido de llenar las escuelas de policías y agentes de seguridad, naturalmente armados hasta los dientes. Tal vez disponer nidos de ametralladoras en sitios estratégicos de los colegios, dotar a los profesores con armamento entre los implementos para impartir sus clases. La manera como miran el asunto los integrantes de esta organización parece derivada de un videojuego de combate: “La única forma de parar a un tipo malo con un arma es un tipo bueno con un arma”.
No por nada la Asociación Nacional del Rifle estuvo encabezada durante años por Charlton Heston, un actor que encarnó a toda suerte de personajes bíblicos mientras sugería que en cada hogar estadunidense debía haber un arma cargada, no una biblia que no sirve para matar.