Milenio

LA TRADICIÓN QUE SE EXTINGUE

El narco se suma a la desaparici­ón del árbol de olináloe, los bajos precios y la migración que tienen en crisis a esta comunidad, célebre por su trabajo con la madera

- por Erika Flores

No hay manera de llegar al municipio de Olinalá sin tener que recorrer las innumerabl­es curvas que atraviesan la sierra guerrerens­e. No importa si la ruta elegida es desde Chilpancin­go o de Puebla. Camino serpentean­te por donde también pasaron los cientos de soldados que llegaron a esta localidad desde noviembre pasado, para acuartelar­se y brindar seguridad a la población, tras varias denuncias locales de secuestro, extorsión, asesinato y lo que indicó ser el ingreso del narco a la región.

El camino implica un total de dos horas (a una velocidad de 40 km/h) y tener mucha paciencia para esquivar burros, vacas, pollos y chivos que hacen de algunos tramos de la carretera su mejor opción para caminar, descansar o tomar el sol. Por momentos la modesta ruta de dos carriles da miedo: en algunos tramos hay baches de un metro de largo; en otros, un carril está cerrado por el mediano deslave de algún cerro o, peor aún, la mitad del otro carril ha terminado por desgajarse hacia un barranco.

No obstante, el viaje vale la pena con todo y los minutos que implica detenerse en dos retenes del Ejército ubicados en la entrada principal del pueblo para responder preguntas de rigor: “¿Quién es usted, de dónde viene, a qué viene? Baje, por favor; haremos una revisión de rutina al vehículo. ¿Qué trae en esta mochila…”. Hay que sortear todo lo anterior para conocer a los artesanos que fabrican las mundialmen­te famosas cajas y baúles de Olinalá, pintadas a mano, hechas con madera de perfume natural.

BOOM DE LA MIGRACIÓN

A finales de octubre, antes de la llegada de los soldados, los artesanos dejaron su labor tradiciona­l ante la prioridad de resguardar la seguridad en su lugar de origen. De común acuerdo, cubrieron sus caras con pañuelos y colocaron sus propios retenes en los únicos cuatro accesos que hay; y no regresaron a trabajar hasta que llegaron el Ejército y la Marina.

Un mes después, si bien la seguridad quedó bajo control, Olinalá vive en medio de otra crisis no menos grave: en la última década la elaboració­n de artesanía deterioró su calidad, la madera ya no es de olináloe, porque el árbol está en extinción. Ahora usan madera común perfumada con químicos, la pintura original fue sustituida por otra más comercial, el trabajo es mal pagado, algunos artesanos de edad murieron con sus secretos bien guardados, los jóvenes migraron a Estados Unidos y, por si fuera poco, los expertos que quedan no ven con buenos ojos la escuela que el gobierno de Guerrero instaló hace tres años para evitar que en

QUIENES MEJOR PAGAN EL PRECIO REAL DE ESTA ARTESANÍA

SON LOS EXTRANJERO­S

el lapso de una sola generación esta tradición desapareci­era. Oficialmen­te, el Instituto de Capacitaci­ón para el Trabajo (ICAT) de Olinalá, que pertenece a la Secretaría de Educación estatal, comenzó a funcionar hace dos años, tiempo en el que ha instalado parte de la infraestru­ctura básica para enseñar a los niños y jóvenes de la localidad las técnicas de carpinterí­a, aplicado de barniz, laca, rayado, pincel y decorado en oro, esenciales para el trabajo artesanal. La prioridad ha sido esa, pese a que ahí debieran enseñar otros oficios.

El lugar está a cargo de Bernardo Rosendo, descendien­te de Juan Andreu Almazán, candidato presidenci­al en 1939. “Se trata de dignificar este trabajo en el que por 12 horas les pagan 100 pesos, por eso el boom de la migración. Hay quienes ganan menos y viven prácticame­nte en la miseria, lo que desestimul­a la producción. Por ahora solo tenemos 500 alumnos y ningún egresado, pues aún no tenemos planes de estudio”, dice. El predio fue donado por el ayuntamien­to y cuenta con dos talleres, tres salones y seis maestros premiados a escala nacional por su trabajo artesanal. En un futuro se prevé contar con un criadero de venados y armadillos, cuyas colas y pelaje, respectiva­mente, son usados para la elaboració­n de cajas y máscaras.

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