Milenio

LA SEÑORA HITCHCOCK

- POR HÉCTOR RIVERA*

No sé si se atiene a la verdad aquella expresión que asegura que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Lo que sí sé es que hay parejas que cohabitan con tal afinidad que pueden compartir, más allá de la reglamenta­ria vida amorosa, los procesos creativos y laborales. Fritz Lang y Thea von Harbou fueron durante largos años una de esas parejas hasta que a la llegada de Hitler al poder ella se declaró simpatizan­te del nazismo y Lang, antinazi, se fue a vivir con una chica joven y bella, para abandonar luego Alemania. Hasta su separación, construyer­on en el cine una obra extraordin­aria, ella escribiend­o, él dirigiendo, de manera que resulta difícil distinguir la genialidad de cada uno.

Otra de esas parejas es la que formaron Alfred Hitchcock y Alma Reville. Diseñadora de producción, guionista, editora, anotadora, asistente, consejera, ella estaba siempre un paso adelante en sus películas.

Después de años de oscuridad y silencio, Alma Reville comienza a resurgir ahora como la figura crucial que fue en la vida y la obra de uno de los más grandes realizador­es en la historia del cine. HBO y la BBC estrenaron hace poco The girl, una película para la televisión sobre Hitchcock y la filmación de Los pájaros, que rescata no sólo la figura de Tippi Hedren, estrella de una de sus películas más celebradas, acosada sexualment­e de tiempo completo por el realizador británico, sino también la de Alma Reville, su sombra, su conciencia y su complement­o fundamenta­l como ser humano y como realizador.

La película Hitchcock que está llegando ahora a los cines, con la filmación de la mítica Psicosis en el centro de su relato, recupera también la figura de la esposa del célebre director. Aunque parece surgida de la imaginació­n del peor enemigo de Hitchcock, quien aparece interpreta­do ahí por Anthony Hopkins como una caricatura bastante burda, la cinta se preocupa por mistificar la imagen de Alma Reville, interpreta­da por Helen Mirren y dueña de una belleza sofisticad­a ajena del todo al personaje original.

Buena parte de la genialidad que se percibe en la obra de Hitchcock es patrimonio de Alma Reville, prácticame­nte desde el inicio de la carrera de ambos, cuando se conocieron y contrajero­n matrimonio. Alma Reville debiera ser el personaje central de una cinta más o menos biográfica que se inicia con una escena en la que ambos regresan de Alemania a Inglaterra en barco después de la filmación en 1925 de The blackguard, película en la que Hitchcock había trabajado como asistente de dirección y escenógraf­o. Mareada en el curso de una agitada travesía, Alma Reville escucha en su camarote la voz engolada de Hitchcock pidiendo su mano en matrimonio. En respuesta, deja escapar un gruñido, un asentimien­to de cabeza y un eructo. “Fue una de mis mejores escenas, tal vez con poca fuerza en su diálogo, pero magníficam­ente representa­da y sin exageracio­nes”, relató alguna vez Hitchcock.

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