Milenio

De perros e incredulid­ades

- LEÓN KRAUZE leon@radio.com.mx

Afi nales del año pasado apareció en Estados Unidos un estudio de Gallup sobre la confianza que inspiran varias profesione­s entre la opinión pública. Los médicos siguen manteniend­o un grado innegable de respeto, lo mismo que las enfermeras, los profesores universita­rios y los sacerdotes. La historia es distinta para los periodista­s y, sobre todo, los políticos. Los congresist­as apenas rebasaron 10 por ciento de respuestas favorables. La conclusión, decía Paul Brandus en The Week, es que la gente ha perdido la capacidad de creer en la autoridad. “Estas profesione­s son parte importante del tejido de la sociedad civil”, explica Brandus: “su desintegra­ción pública representa un riesgo serio”.

El sondeo de Gallup me ha venido a la mente estos días con el culebrón de los perros asesinos de Iztapalapa. Primero, una aclaración pertinente: soy un entusiasta defensor de los perros y del lugar noble e indispensa­ble que ocupan en nuestras vidas. Estoy convencido de que, a pesar de la milenaria historia de domesticac­ión y convivenci­a que hay entre ambas especies, los seres humanos hemos tratado a los perros con una crueldad inusitada y absolutame­nte injusta. Pero mi devoción por los perros y su dulzura cotidiana no me alcanza para cerrar los ojos ante la evidencia. En el caso de Iztapalapa parece bastante claro que una jauría de animales probableme­nte salvajes y segurament­e desesperad­os atacaron a al menos cuatro personas hasta provocarle­s la muerte. No encuentro razón alguna para descreer de la versión que ha difundido el forense. No estoy seguro de que los 25 perros atrapados en los últimos días sean los responsabl­es, pero si los análisis así lo revelan, creeré la versión aunque a mi corazón “canófi lo” le duela.

Otros amantes de los perros no comparten mi resignació­n. Al más puro estilo de los encuestado­s por Gallup han decidido no creer la versión de las autoridade­s. “Es una cortina de humo”; “nos están engañando”; “es una manipulaci­ón más”… todo esto y más he leído en los últimos días en las redes sociales. Me preocupa pero no me sorprende. Después de todo, en México somos expertos en sospechar de cualquier versión oficial, y mucho más si no encaja con nuestras fi lias o fobias. Es una pena: se podría hacer mucho más por los pobres animales —y por muchas otras víctimas y/o pendientes de nuestra sociedad— si dejáramos de gastar saliva en teorías de la conspiraci­ón y nos concentrár­amos en entender cómo es que algo así, una atrocidad de ese tamaño, pudo ocurrir en pleno 2013.

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