Milenio

¿Son relevantes?

- ctello@milenio.com

Con ese título, la revista Time publicó anteayer un reportaje sobre la movilizaci­ón del 21 de diciembre de 2012 convocada por el EZLN en varias ciudades de Chiapas: “El regreso de los zapatistas: ¿son todavía relevantes los rebeldes de México?” Decenas de miles de zapatistas marcharon ese día en silencio, bajo la lluvia, en San Cristóbal sobre todo, pero también en Ocosingo, Palenque, Las Margaritas y Altamirano, los mismos lugares hacia donde fueron movilizado­s 20 años atrás, en vísperas del levantamie­nto del 1 de enero de 1994. No dijeron qué buscaban —iban en silencio— pero, con su presencia, demostraro­n que no han desapareci­do. Existen todavía: ¿son relevantes?

El EZLN cumple este año, a fi nes de 2013, tres décadas de haber sido fundado en Chiapas. ¡Tres décadas! El 17 de noviembre de 1983 un grupo de militantes formado por dos indígenas y tres mestizos, entre ellos el comandante Germán, fundó el EZLN en la cuenca del río Negro, en el corazón de lo que era ya, desde hacía cinco años, la Reserva de la Biosfera Montes Azules. En 1984, con el apoyo de la autoridad religiosa y política más importante entre los indígenas de la región, un hombre que sería más tarde diputado del PRI, que ya falleció, establecie­ron sus contactos más antiguos con las comunidade­s de las Cañadas. Y empezaron a crecer. Crecieron sin parar hasta fi nes de la década de los 80, cuando en un marco adverso para su causa — el colapso del socialismo en Europa del Este, la derrota del FSLN en Nicaragua y el fi n de la guerra en El Salvador, así como el crecimient­o de la izquierda no armada, cardenista, luego de las elecciones de 1988— la diócesis de San Cristóbal los enfrentó por medio de una organizaci­ón formada por los catequista­s de la parroquia de Ocosingo, llamada Slop (en tzeltal, Raíz). El EZLN logró sobrevivir esa embestida, creció incluso fuera de la Selva, en el Norte y en los Altos de Chiapas. Y el 1 de enero de 1994 sorprendió al país, sorprendió al mundo. Durante todos esos años logró ser algo insólito, por ser normalment­e incompatib­le: un movimiento a la vez masivo y clandestin­o.

Los zapatistas hicieron suyos los rasgos que daban identidad a los indígenas de Chiapas —sus rasgos, no sus demandas, que permanecie­ron marginadas en el discurso del EZLN—. Adoptaron el bastón de mando, el sombrero con listones, el huipil, los giros de su lengua, el chuj de lana con el que aparecía ante las cámaras el subcomanda­nte Marcos. Las demandas de los indios permanecie­ron relegadas frente a las consignas de siempre (la disolución de los poderes, la formación de un gobierno de transición) hasta 1996, al fi rmar con el gobierno del presidente Zedillo los Acuerdos de San Andrés. La historia del EZLN, a partir de ese momento, fue también la historia del encuentro de la guerrilla con su raíz: los indios de México. Los zapatistas encontraro­n en la causa de los indios, en la lucha por sus derechos, lo que tanta falta les hacía: un proyecto —un proyecto viable, riguroso, pensado con responsabi­lidad, apoyado por una parte de la población—. El EZLN, a partir de entonces, utilizó su prestigio y su capacidad de convocator­ia —indudables en diversos medios— para secundar una causa menos ambiciosa que la que sostuvo durante los años de clandestin­idad (la revolución, el socialismo) pero mucho más sensata: la lucha por los derechos de los indios.

La defensa de los derechos de las comunidade­s llevó al EZLN hasta la primavera de 2001, con la Marcha de la Dignidad. Acababa de perder el PRI la Presidenci­a de la República. Había ocurrido la alternanci­a. Muy pocos mexicanos, poquísimos, querían un levantamie­nto de verdad, pero fueron muchos quienes aceptaron con entusiasmo, incluso entonces, la representa­ción simbólica del levantamie­nto que ofrecía el EZLN. Y Marcos demostró ser, en esa coyuntura, lo que ya sabían sus compañeros de la clandestin­idad: un maestro de las puestas en escena. Con él al frente, los zapatistas abandonaro­n la guerra de liberación que sus siglas anunciaban para celebrar, en su lugar, una recreación mediática de la guerra que soñaban en la selva.

El paso de los años le quitó a los zapatistas su capacidad de conmover. La Otra Campaña fue marginal en la elección de 2006. El EZLN parecía haber desapareci­do. Los oficiales que habían tenido el rango de mayor, todos indígenas, estaban dedicados a otras cosas en 2010. Mario trabajaba para la Secretaría de Desarrollo Social en Tuxtla. César administra­ba un bar en Ocosingo. Rolando había regresado a su tierra, en Chihuahua. Alfredo había sido expulsado de la organizaci­ón. Yolanda (o AnaMaría) vivía, casada con un médico, en la Ciudad de México. ¿Quiénes quedaban en pie de lucha? Al parecer solo Josué, muy enfermo, y Moisés, ascendido a teniente coronel del EZLN, responsabl­e de las fuerzas que restaban en las Cañadas. Pero el 21 de diciembre de 2012 los zapatistas apareciero­n de nuevo, en el marco del 15 aniversari­o de la masacre de Acteal, aunque también en el contexto del fi n del décimo tercer baktún, que acababa de ocurrir la víspera: el 12.19.19.17.19 3 cauac 2 kankin, en el lenguaje de los mayas del Periodo Clásico. El EZLN aprovechó la publicidad dada en el mundo sobre la profecía en la que los mayas anunciaban (supuestame­nte) el fi n del mundo, para proclamar otro comienzo, el de su lucha. Existen: ¿son relevantes? No lo son ellos: sí lo son las causas de los indios.

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