Extranjeros que nunca debieron llegar
La Liga Premier mexicana de futbol. Eso queremos, a eso aspiramos. Qué más da el nombre. Se sueña con espectáculo en la cancha. Y eso sólo se consigue con grandes jugadores, que emocionen por su técnica, que sean admirados por su disciplina y profesionalismo.
Y los jugadores extranjeros tendrían que ser los mejores. Traer uno que otro petardo barato, para venderlo a precio de oro, ha sido uno de los más grandes obstáculos al desarrollo de la Liga local.
El tema de los extranjeros ha vuelto a ser noticia. Pero es sólo una anécdota que algunos recién contratados en Argentina, Chile o Bolivia se tarden en jugar en México por un cambio en la burocracia de las visas de trabajo. La Liga y su equipo legal ya se pusieron a negociar con el gobierno de México. El problema quedará resuelto y olvidado. Acaso evidencia la falta de pericia administrativa de algunos clubes.
El cambio a la Ley se quedó corto. Era una buena oportunidad para poner un candado. Como el que existe en Inglaterra para recibir el permiso de trabajo como futbolista extranjero:
En los dos años anteriores a la fecha de la solicitud, el jugador debe haber participado en su equipo nacional en al menos el 75% de los partidos si estaba disponible para jugar. El país del jugador debe estar por encima del lugar 70 en el ranking oficial de FIFA. En caso de no cumplir con este requisito un panel técnico deberá juzga su calidad para ver si se trata de una joven promesa que puede aportar algo.
No es proteccionismo. No es el primitivo decreto presidencial de 1945 que obligaba a jugar a siete mexicanos en la cancha en el DF.
No es cantidad, es calidad. Ahora preocupa que hayan deportado al refuerzo del San Luis. Muchos de esos jugadores jamás debieron subirse a un avión. Nos evitaríamos la peor deportación: la penosa por haber venido a robar. LA