Milenio

Bancos al banquillo

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com Twitter: @berrueto

Después de la pesadilla que fue la crisis fi nanciera de 1995 y el Fobaproa, México tiene el sector bancario más sano y uno de los más exitosos del mundo. Los banqueros de ese entonces no son los mismos de ahora; casos como los de Javier Arrigunaga, director del Grupo Financiero Banamex, y Guillermo Ortiz, presidente de Banorte, eran autoridade­s en aquellos dramáticos momentos. La banca está mejor que siempre, pero hay un problema, el crédito es escaso y caro. La banca, incluso la de desarrollo, arriesga poco y lo hace casi siempre en su área de confort.

La reforma fi nanciera busca cambiar la situación; para ello se propone modificar 24 leyes. Se trata de que el crédito llegue y lo haga a tasas razonables. El secretario Videgaray señala que el crédito formal significa 24% del PIB, mientras que en países equivalent­es está en el orden de 50% y en Chile representa 100% del PIB.

El problema del crédito se debe no necesariam­ente por las malas prácticas de los bancos; mucho tiene que ver un régimen procesal que dificulta la ejecución de garantías frente a quienes incumplen con su pago. Esta circunstan­cia castiga a los más, ya que acceder al crédito se ha vuelto costoso como sucede en las tarjetas de crédito y en los préstamos se exigen garantías considerab­lemente mayores al monto recibido. Algo semejante ocurre con los seguros, el abuso de los menos afecta a los más.

A quienes más daña la situación es a las pequeñas empresas, que son las que más empleo y bienestar generan a la población. Muchas se ven obligadas a buscar crédito informal y, por lo mismo, al margen de la certeza legal y, en muchos casos, a tasas de usura.

El crédito que más se requiere no es al consumo, sino a la producción y al desarrollo. Han sido los gobiernos los que más han pervertido este objetivo del sistema crediticio; más grave la situación en los gobiernos estatales y municipale­s. Los diputados primero y luego el Senado tendrán la oportunida­d para abordar uno de los problemas más serios de la economía nacional, pero requerirán entender que no es el voluntaris­mo lo que funciona, sino los incentivos propios de la economía de mercado.

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