Consideran pedir la pena de muerte para Ariel Castro
Fiscal afirma que se presentarán cargos por agresión sexual y tentativa de asesinato
La cafetería es tan ruidosa que la veintena de personas que allí conviven pudieran pasarse horas sin saber que Damasco sufre en los últimos días el momento más incierto.
Ahmal sonríe y pide que le renueven los carbones de su pipa de agua. Mazen, su primo, ni lo mira. Bebe un trago de té dulce mientras empuja el tablero de backgamon con el enojo de los que siempre pierden en la última jugada. Tres mesas atrás, varios amigos suben el volumen de la tele porque encontraron el último partido del Barcelona. Todo el local es una rara mezcla de humo y excitación nocturna tan contagiosa que observarlos desde afuera divierte.
A unos metros hacia la calle, la imagen cambia súbitamente. Los pocos que caminan lo hacen en medio del asfalto y apurados. La luz mercurial acompaña las avenidas principales, pero la mayoría de los cruces están oscuros. En el aire los cañonazos siguen retumbando con la periodicidad de los últimas horas, pero suenan diferente.
Algo cambió y se percibe en el ambiente. Además de los ecos que producían los obuses, ahora el esporádico sonido de metralla incomoda a los capitalinos. Quizás había comenzado durante el día pero fue imposible saberlo.
Damasco es tal vez la metrópoli más bulliciosa de todo Oriente Medio y sus mercados derrotan cualquier acústica liviana. Cientos de miles de personas disfrutan de sus calles con una tranquilidad determinante para entender el conflicto.
Como Ahmad y sus amigos, tal vez para el resto de los habitantes los combates siguen estando demasiado lejos. La nula presencia de infantería mecanizada en zonas claves los debe convencer.
No hay cañones o baterías antiaéreas en la ciudad. Ni siquiera un tanque en desuso. Solo ejército y milicias que se reparten cada milímetro urbano.
¿Por qué entonces la intranquilidad? Diversos funcionarios gubernamentales y extraoficiales confirmaron a la prensa internacional que más de cinco mil insurgentes llevan varios días intentando afianzarse sobre el noreste de Damasco. Son cinco las localidades implicadas: Barzeh, Qabun, Jober, Zablatani y Zamaa que se desparraman sobre amplios espacios planos y verdosos rodeados de cerros.
Con las baterías ubicadas sobre las montañas y apuntando hacia las áreas periféricas no urbanizadas, el golpeteo constante de los proyectiles 130 mm (el ejército pudiese estar usando los viejos pero confiables cañones M-46) corrobora que los rebeldes buscan avanzar hacia la zona del aeropuerto y así intentar ganar uno de sus máximos trofeos desde que comenzó el conflicto, en marzo de 2011.
La cuadrícula en disputa ronda los diez kilómetros y fue evolucionando según las agujas del reloj para un contexto que todavía no despierta mayores problemas. Las fuerzas oficiales ya habrían rodeado la mayoría de la superficie para asfixiar a la guerrilla gracias a su poder de fuego pesado.
“No problem. Siria es fuerte y los terroristas no podrán ganarle a nuestro ejército. Ni siquiera usamos un cuarto de lo que tenemos”, fue la enfática respuesta de Mazen. Dentro de la cafetería el ambiente parece festivo.
Él paga la cuenta, despide a su amigo y se sube a la bicicleta de fabricación china para perderse en la oscuridad de Damasco.
El fiscal estadunidense Timothy McGinty dijo ayer que podría pedir la pena de muerte contra Ariel Castro por interrumpir los embarazos de sus víctimas, las tres mujeres que mantuvo secuestradas durante diez años en Cleveland, Ohio. “El condado va a presentar cargos contra cada acto de agresión sexual y de tentativa de asesinato y por cada acto de asesinato calificado que cometió al interrumpir embarazos”, afirmó McGinty, añadiendo que su oficina iba a “buscar requerimientos castigados con la pena de muerte”.
Castro, de 52 años, está acusado de secuestro y violación de Michelle Knight, Amanda Berry y Gina DeJesus, así como del plagio de la hija de seis años de Berry, que nació durante su cautiverio.
El acusado —quien se consideraba un “depredador sexual” con ideas suicidas, según una nota encontrada en su casa— compareció ayer ante una corte de Ohio (norte) para enfrentar cargos que se le imputan y donde una jueza le decretó pagar una fianza de 8 millones de dólares, 2 millones por cada uno de los cuatro casos.
Ariel Castro, junto a sus dos hermanos —Onis y Pedro—, de origen puertorriqueño, fueron detenidos por la policía el lunes pasado, después de que una de las jóvenes cautivas consiguiera escapar de su encierro con la ayuda de algunos vecinos.
Durante la vista judicial, que duró escasamente cinco minutos, Onis y Pedro no se dirigieron a Ariel, que permaneció con la mirada ausente y solo se comunicó con susurros con su abogada.
El informe policial, en el que se avala el fiscal, reveló ayer que una de las secuestradas, Michelle Knight, quedó embarazada unas cinco veces de Ariel Castro y en
El puertorriqueño, de 55 años, compareció ayer en una corte para enfrentar los cargos
todas las ocasiones le provocó abortos a base de golpes y falta de alimentos.
Knight también dijo a la policía que cuando Amanda Berry quedó embarazada hace seis años, Castro la obligó a ayudarla en el parto y tuvo que resucitar al bebé cuando dejó de respirar instantes después de nacer.
Las tres jóvenes también contaron que estuvieron encadenadas en el subsuelo durante los primeros años de cautiverio, luego fueron autorizadas a vivir en la planta baja sin ser atadas, pero con las puertas cerradas con llave.
RECLAMA RESCATE
Aurora Martí, que vive en la casa situada frente a la de Ariel Castro en la avenida Seymore, dijo que no fue Charles Ramsey, al que se considera un héroe en Cleveland, sino ella quien acudió en primer lugar a la puerta en cuanto escuchó los gritos de auxilio. “Me acerqué corriendo cuando la chica empezó a gritar en inglés que la ayudáramos. Me dijo que era Amanda Berry pero yo le dije que no, que Amanda estaba muerta”, declaró Martí. “Ramsey lo único que hizo fue llamar a la policía”, añadió Martí, pese a que la televisión y la prensa de EU le han dado el mérito del rescate al hombre.
Martí añadió que nadie se atrevió a entrar en la casa y que tampoco Amanda les dijo a ellos que había otras mujeres en el interior, y afirmó que nunca pudo imaginar que Castro fuera capaz de los delitos de los que ha sido acusado por la policía.