La risa, un concepto filosófico: Slava
Mi espectáculo es más para los adultos, porque hay que ayudarles a que se diviertan, dice en entrevista el mimo ruso
Si, como reza un dicho popular, “merece el paraíso quien hace reír a sus compañeros”, Slava Polunin (Novbosil, Rusia, 1950) está más allá del paraíso. Quien haya asistido a una de las funciones del Slava’sSnowshow —que se ha presentado en más de 80 ciudades del mundo—, entenderá de qué hablamos; quien no lo haya hecho, haría bien en acercarse al espectáculo de un clown fuera de serie.
Con una larga trayectoria que explotó globalmente con el Slava’s Snowshow, Polunin ha dicho que con su trabajo quiere “recuperar la dignidad del clown, recuperar el significado de esta profesión, y para esto necesito tocar los temas contemporáneos y usar un lenguaje contemporáneo”. Con un derroche de arte sin palabras, su espectáculo convence a niños, adultos y ancianos, que se desternillan de risa y, en algunos casos, se conmueven hasta las lágrimas.
En entrevista telefónica con MILENIO, el artista que presentará su espectáculo en el Centro Cultural Telmex II de la Ciudad de México del 22 al 30 de mayo, habla del papel social de la risa: “Cualquier cosa que se hace por el ser humano, si está impregnada de alegría y risa, se hace mucho más fácil. El hombre que ríe inspira mucha más confianza”.
Polunin cuenta que al principio de su carrera se dedicaba a la pantomima, el teatro callejero y el cabaret. “Pero después de mi encuentro con Marcel Marceau y nuestra plática, me dijo algo que me pareció una gran idea: ‘Lo más importante es crear tu propio héroe; con eso podrás llevar mucho más sentimiento al público’”.
El clown empezó a estudiar entonces lo que denomina “libros básicos de la cultura mundial: El principito, DonQuijote e ‘Ivanito el tonto’, un famoso cuento ruso, y de ellos aprendí muchas cosas: cuáles son los diferentes tipos de carácter de los héroes y por qué importan tanto al público. Paso a paso encontré a mi héroe, Yellow, el personaje que encabeza el Slava’sSnowshow”. Es importante trabajar con el silencio, pero también muy difícil en un mundo regido por el ruido. ¿Cómo llegó a este trabajo? Empecé estudiar los distintos periodos de la historia del teatro en el mundo y aprendí de las arlequinadas italianas, de la pantomima inglesa y de otras escuelas. Decidí que el silencio es mi rubro, algo que me interesa mucho más. Con el silencio y el movimiento creamos un lenguaje muy especial, que para mí tiene mucho más sentido que la plática, por decir algo. También ha hablado del influjo de innovadores del teatro como Konstantin Stanislawski, Jerzy Grotowski y Robert Wilson. En el primer periodo de mi vida creativa estuve estudiando la historia, pero luego empecé a ver que no es precisamente la técnica la base de todo esto, y surgieron los personajes que usted menciona. Yo seguí sus teorías y sus ideas. Al terminar su show es tal la excitación del público que no quiere dejar el teatro, quieren seguir viviendo en la magia. ¿A qué lo atribuye? Lo más interesante del caso no es solo eso, sino que la misma gente regresa a la próxima temporada. Para nosotros lo más importante en el teatro no es el rito, sino una combinación muy complicada por todo lo que pasa, una idea muy compleja de la interacción entre el actor y el público. ¿Qué efecto tiene la risa en el ser humano? Yo creo que con la ayuda de la risa como expresión, el ser humano se realiza. La risa es una reacción a la alegría de la vida, no es una reacción a una broma o a algo inventado. Para mí la risa es más un concepto filosófico que fisiológico. ¿Cómo recibe las reacciones de los niños que se involucran con un personaje que no es el típico payaso tonto? Yo me veo a mí mismo como un niño. A pesar de mis canas soy un niño y veo que los niños se retuercen de placer porque entran a un paraíso, a un reino de juego y de fantasía. De todos modos, mi espectáculo es más para los adultos, porque los niños de por sí son alegres, pero a los adultos hay que ayudarles a que se diviertan. ¿Puede el arte ser un antídoto contra la violencia? Entre más favorable sea la proporción de lo que nosotros dedicamos para dar alegría al mundo, menor espacio habrá para la violencia.