Milenio

“Si no estoy sola, no me va a querer ayudar”

Trabajador­es de Presidenci­a recogen peticiones para que cuando pase el mandatario federal sean las menos

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Un funcionari­o de la Presidenci­a trataba de escribir con letra legible y al mismo tiempo sostener una montaña de papeles, cartas en hojas recién arrancadas de un cuaderno y sobres con documentos oficiales.

Mientras malabareab­a con la papelería, en una libreta anotaba con orden lo que una mujer bajita y morena le dictaba:

“María Torres González, tengo cuatro hijos, vivo en el municipio de El Carmen y quiero que el Presidente me ayude, porque mi esposo se fue y ya no hay dinero para darle de comer a los niños. Pero anótele bien, anote que se fue, porque si no estoy sola, no me va a querer venir a ayudar”.

Era parte de la avanzada que recorrió el mismo trayecto que haría el Presidente minutos después. La intención: recoger el mayor número de peticiones para que durante el paso de Enrique Peña Nieto, las peticiones fueran las menos.

Incluso, una batería de elementos del Estado Mayor Presidenci­al repartió tarjetas de presentaci­ón del Presidente. Enrique Peña Nieto se lee con letras negras en el centro, aunque para localizarl­o está solo el teléfono del conmutador de la oficina de Los Pinos.

Minutos más tarde, en medio de una nube de fotógrafos y camarógraf­os oficiales arribó el Presidente acompañado de su esposa, Angélica Rivera. Ambos saludaron a las mujeres que se arremolina­ban en las vallas que formaban el pasillo por donde llegó la pareja.

La escena era similar a muchas de las que se tuvieron en campaña, en las que ambos hacían pausas para sacarse fotografía­s con los celulares y cámaras que les extendía la gente.

Por fin llegaron al templete, donde estaba dispuesto un almuerzo igual al que sirvieron a la gente que se reunió tres horas antes: tacos de canasta y alambre de puerco... que en la mesa principal quedó intacto.

Ya en los discursos, la primera en tomar la palabra fue Rivera, quien reconoció a las madres en el país y fuera del protocolo, decidió reconocer al Presidente y le lanzó una frase cariñosa.

“Gracias, amor, por esa importanci­a y ese valor que le das a todas las mujeres de este país, porque se empieza por casa, y se los puedo decir: nos cuida bien a todas las mujeres que tiene en casa”, dijo.

Después vino el discurso del Presidente, vestido de manera casual, sin corbata ni saco, y saludó a las mamás que estaban reunidas.

El mandatario inició con un agradecimi­ento a su esposa por ser madre de seis hijos. El revuelo hizo dudar al mandatario e hizo una pausa para hacer un recuento mental. Después sonrió y reclamó en tono de broma.

“Ya me hicieron dudar, porque sumados tenemos seis hijos: sus tres hijas y mis tres hijos”, dijo para después reírse y dar un respiro de alivio.

La jornada terminó rápido, las canciones del mariachi se recortaron y minutos después había terminado el festejo.

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Las imágenes de campaña, en las que se deja apapachar, volvieron.

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