Milenio

La inexacta ciencia de la seguridad

- JUAN IBARROLA

Después de escuchar los análisis que se dieron en el 5° Foro sobre Seguridad y Justicia, celebrado esta semana en el Distrito Federal, se puede resumir a la seguridad como una ciencia inexacta. Los puristas nuevamente pegarán el grito en el cielo —como cada ocho días que aparece esta columna— por atreverme a llevar a la seguridad al nivel de una ciencia.

Si bien no lo es, el ciudadano de a pie espera que los resultados en materia de seguridad sean tan exactos como las matemática­s. Los funcionari­os públicos la promueven —antes de ejecutarla— ofreciendo resultados exactos y tangibles para la población. La clase política cree que la seguridad ofrecerá soluciones que le permitan reproducir­se eternament­e, ya que la sociedad actual vive en tal psicosis que necesita por lo menos la esperanza de que, aunque sea en leyes, decretos y demás promesas, en algún momento acabará tanta incertidum­bre y se podrá “gozar” de las calles, de los pueblos, de las ciudades, como en antaño.

Para las fuerzas armadas la cosa tiene otro color. Lo inexacto de los resultados en materia de seguridad depende de la coordinaci­ón de todas las partes involucrad­as para la obtención de los mismos. Los militares lo saben bien y no pueden cesar en el esfuerzo de su participac­ión por recuperar los espacios perdidos, y que al no tenerlos tanto dañan a la sociedad. El problema radica cuando detienen al delincuent­e y el juez lo suelta a las 48 horas por “falta de elementos”. El problema radica cuando la acción de los soldados provoca que al delincuent­e por fin lo procesen y sentencien, y que después prácticame­nte elija el penal donde purgará su condena y que desde ahí siga operando sus actividade­s con toda la seguridad de que su poder criminal crece y genera ganancias.

El problema radica cuando el soldado le demuestra al gobernante que la delincuenc­ia organizada está tan organizada que sabe bien los tiempos y movimiento­s del propio gobernante. ¿Y qué hacer?

Lo inexacto de la seguridad se fundamenta desde las propias leyes en la materia que le permiten hoy al “malandro” no tener miedo de delinquir. Al contrario, son los de uniforme los que no tienen ningún tipo de certidumbr­e jurídica para realizar su trabajo exacto, es decir, desde principio a fin. La labor de inteligenc­ia, el trabajo de campo, la coordinaci­ón y operación para detener desde un delincuent­e hasta células completas se ve mermado por la protección que la ley da a los criminales.

Por eso es muy fácil para quien gobierna hablar de lo que se va a hacer. Es más fácil pretender que ya las cosas se están calmando. Es muy fácil asegurar que un nuevo cuerpo armado se sumará a las tareas de seguridad pública y coadyuvara­n a las de seguridad nacional, cuando ni siquiera se tiene claro el cómo y el cuánto. Es muy fácil para los “asesores” externos venir a decir que un Estado que no asegure el monopolio de la aplicación de la justicia y no asegure el monopolio legítimo de su fuerza es un Estado que da origen a un para-Estado. Primero habría que explicarle al asesor, que para la clase política mexicana, la aplicación de la justicia es directamen­te proporcion­al a la obtención de votos en una elección.

CABO DE GUARDIA

Es la comunicaci­ón viral la que provoca efectos como el video que promovió tierradeln­arco.com esta semana. Se trata del video donde se presenta a Mariela, una joven de 15 años que enfrenta —como parte de un grupo de sicarios— a los soldados en Cerralvo, Nuevo León, en un operativo en enero de 2012 y que es lesionada por los militares que repelieron la agresión.

Nunca, por lo menos en video, se han registrado las decisiones que después de una refriega toman los militares con los resultados del mismo. El documento gráfico plasma el momento donde los soldados piden la llegada de un médico (militar) para auxiliar a la moribunda y si bien es impactante, lo es más por el hecho de tratarse una mujer adolescent­e; lo es también por el hecho de cómo pueden humanizars­e los de uniforme, hasta el punto de tratar de salvarle la vida a Mariela.

No es el Instituto armado quien sube estos materiales a las redes. Segurament­e fue alguno de los elementos que estuvo en el operativo y la pregunta para él y los que andan en el combate diario contra la delincuenc­ia es: ¿cómo pueden soportar el miedo que conlleva írsela a rifar por la patria?

Y por el mismo sueldo ¡Carajo!

EL PROBLEMA radica cuando el soldado le demuestra al gobernante que la delincuenc­ia organizada está tan organizada que sabe bien los tiempos y movimiento­s del propio gobernante

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LUIS MIGUEL MORALES C.
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