UNA TRAGICOMEDIA MEXICANA
Esta forma del cine de contar una ficción que semeja documental recuerda a un genio: Luis Alcoriza. No voy a referirme a su espléndida trilogía de la T, sino que haré un recordatorio de una película sui géneris que se produjo a principios de los años setenta, una atrevida comedia con un fi nal desgraciado donde la farsa y humor negro se vuelven surrealistas: qué gusto hablar de Mecánica nacional.
El absurdo en la película se hace verosímil, barroco; el pretexto es asistir al fi nal de una carrera de coches que revela con desparpajo y burla la idiosincrasia de la sociedad mexicana, que tiene la ¿virtud? de ser tan actual como hace 42 años.
La tragicomedia mexicana consiste en divertirse a través de la fanfarronería, en buscar el comportamiento amoral por el que los hombres, machos por excelencia, solo están interesados en chingar, en demostrar que se es mejor que el otro, y si se puede manosear a una mujer — sin que se entere la esposa, claro—, mejor; pero después son capaces de encontrar la redención en el sufrimiento y aceptar que la hija es una perdida, que la esposa estuvo a punto de serle infiel y que la madre murió por tragona.
Si la trilogía T es una visión descarnada de la provincia mexicana, Mecánica nacional es la parte chilanga de la misma visión, aunque más visceral y surrealista. No podía estar filmada de otra manera que con cámara en mano y una puesta en imagen que se centra en el plano de desarrollo, recurso preponderante del documental.
Luis Alcoriza fue un excelente director de actores, Manolo Fábregas como Eufemio y Lucha Villa como Chabela, son convincentes, personajes redondos por contradictorios, no sabemos cómo van a reaccionar; Pancho Córdova, el compadre, y Héctor Suárez, el general, son un portento de la vanidad machista inútil y sin sentido.
Sara García se lleva las palmas, no es la abuelita ficticia, aquí es de carne y hueso, dice groserías, llora, mienta madres; comete el pecado de la gula y le cuesta la vida para convertirse en un espectáculo, en una sorprendente noticia que es en esencia tragicómica, sobre todo cuando le recuerdan la madre a Eufemio. Sin embargo, cuando llega el fi nal de la carrera, todos, incluyendo el hijo, la dejan sola para ratificar el sentido irreal de nuestra existencia; para cerrar con broche de oro, los paramédicos se dan a la fuga para que no les endilguen a la muertita.
Qué bien nos caería un ciclo de Luis Alcoriza, los cines volverían a reunirnos para disfrutar los silencios y las carcajadas de un gran maestro.