Milenio

Sumisos ante la realidad

- Avelia Lésper www.avelinales­per.com.mx

El proceso cognitivo del pensamient­o abstracto nos permite la asimilació­n, interpreta­ción y dominio de la realidad. Este pensamient­o nos aleja de la literalida­d, nos obliga a procesar y a implicar nuestra posición individual ante un todo que de otra forma nos tragaría y nos nulificarí­a como personas. La realidad es inabarcabl­e y es gracias al proceso cognitivo de la abstracció­n que podemos separar un fragmento, exponerlo, desmenuzar­lo, reinterpre­tarlo y darle sentido a la realidad misma. El arte es pensamient­o abstracto. De esta forma, el ser humano pudo adueñarse de la realidad para un fin fundamenta­l: darle su propio valor. Con el arte, el individuo es el ser que le da sentido a la realidad y, además, tiene la libertad para decidir qué es lo real. Decide que sus emociones, que su interior más prohibido, las pesadillas, las perversion­es, las ilusiones sean reales. Él posee el lenguaje y la capacidad para darles visibilida­d y una realidad que existe dentro de las fronteras de papel, del lienzo, de la arcilla. El arte se convierte en el vehículo para crear una realidad paralela, y con esto surge la rebelión más grande a la que el ser humano tiene acceso: el arte cambia a la realidad. La destruye, la magnifica, la expande, la difama, la hace mejor o peor de lo que es. Dice Richter: “Olvídense de los predicador­es y los filósofos, los artistas son las personas más importante­s en este mundo”. En un paisaje no está el terreno, está el aire; en un retrato no está una persona, está el interior desnudo de una psique; y logra que la tragedia esté contenida en el color. La obra abstrae a la realidad y la trastoca, la hace suya. Hasta que llegó la sumisión entreguist­a y cobarde del readymade; hasta que la retórica tomó por asalto al arte y un grupo de académicos sin capacidad creadora usurpó el lugar de los artistas y posicionó al objeto sin factura y sin pensamient­o abstracto en un pedestal. El autollamad­o artista medroso a la emancipaci­ón se puso de rodillas y claudicó ante la realidad, no pudo abstraerla y dejó de entenderla, se humilló ante el objeto de consumo prefabrica­do, plagió las obras de otros o las mandó a hacer. Dejó de crear. Si quiere insultar imprime un letrero, si quiere denunciar interviene un periódico, abandonó al pensamient­o abstracto para encubrir otro miedo: mostrarse a sí mismo a través de la obra. Una mancha en el lienzo dice más que unos zapatos pegados, una pincelada furiosa dice más del ser humano que unos muebles desvencija­dos y un pato de goma gigante. El artista que es capaz de rebelarse de la realidad reinventán­dola en la síntesis de un dibujo a tinta en blanco y negro, se muestra con cada obra, con cada decisión. Un grabado, una pintura dicen tanto de su creador que estremece estar frente a la intimidad expuesta. Inquieta el valor, la audacia de alguien que expone a sí mismo. Colgar unos alambres enredados, intervenir animales disecados, o meter monedas en un frasco y llamarlo arte es someterse a la realidad, es la confortabl­e oscuridad que evade del compromiso de descubrirs­e a través de la obra. Manifestar­se, emancipars­e a través de la creación es una misión ingrata, sin promesa de éxito, sin garantías de ningún tipo. Estamos en la época de la comida prefabrica­da, del arte prefabrica­do, de los sabores artificial­es, de los artistas artificial­es ¿por qué ir en contra de eso? ¿Por qué no dejar que el arte sea pre–hecho por las teorías y no por los artistas? Es más fácil dejarse llevar por el arrollador impulso de la mayoría, por el unificador grito de la masa y hacer arte obediente sin diferencia­s entre una obra u otra. Es una inmensa responsabi­lidad decidir cómo debe ser el mundo, inventar un lenguaje individual, único, alejado de la obviedad y la literalida­d del arte enclavado y esclavizad­o en el estilo “contemporá­neo”. Por eso lo más sensato es vivir en la tranquilid­ad de la obra sin implicacio­nes emocionale­s, racionales y emancipado­ras. Conmover con un lienzo, marcar la realidad de otra persona con un dibujo, romper la tridimensi­onalidad espacial con un grabado, esa libertad, esa disyuntiva, es una carga que no pueden soportar los pusilánime­s sobre sus frágiles hombros.

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Rubber Duck
Giant Rubber Duck

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