Tiempo de canallas: pacto débil-desafíos fuertes
El manejo de los tiempos políticos ( timing), el entendimiento de sus velocidades, su entrecruzamiento, intersecciones y encrucijadas de sus ritmos diversos, sus mutuos condicionamientos, el ajuste entre fi nalidades y medios para su realización en diferenciados cursos temporales (estrategia), resultan indispensables para lidiar con el proceso político.
Acaso imperceptible, para muchos, la carga política y social de sus efectos (también los perversos), así como —todavía más— la trama ética de actos y consecuencias (incluidas las indeseadas); todo ese complejo de habilidades y calidades del quehacer político son indispensables en estos tiempos decisivos.
Momento crucial. Se juega mucho. Importa y significará mucho más. Tiempos de efervescencia, mórbidos, implacables. Los domina la política, y, se sabe, quien hace política pacta con el diablo. Los políticos, institucionales o no institucionales, muchos de ellos profesionales (en sentido decente o indecente), tienen en sus manos esta coyuntura densa y decisoria. Se trata de dilucidar no solo qué clase de futuro tendrá el país, sino si tendrá futuro.
Innovación histórica o repetición anodina. Términos extremos, tremebundos, analíticamente imprecisos; son —sin embargo— las palabras que refieren este tiempo de canallas. La encrucijada es avanzar, sacudir la modorra política o perpetuar un estancamiento de alto costo social y humano; el tiempo perdido no podrá ser el tiempo recuperado. Aquí el drama no es literario.
Amalgamar las dimensiones contrapuestas del proceso: por un lado, la política institucional, disfuncional e improductiva, entrópica, clamando por una renovación radical, hegemonizada por la minoría económica y social dominante, y, por otro lado, la política no institucional, furiosa y violenta (CETEG, “estudiantes con capucha”, normalistas), afín a la revuelta, con predominio residual, no emergente, la de movimientos sociales y organizaciones (CNTE, defensas comunitarias) y articulaciones complejas y confusas con actores antisistémicos (Guerrero, la crisis michoacana y su riesgoso vacío de poder); mayorías pobres y marginadas sin representación auténtica en el ámbito de las instituciones o —cuando mucho— una representación episódica (electoral) en modalidades de oposición semileal ( prototipo AMLO).
Veamos el plano institucional. El pivote del proceso es el Pacto por México. Ya se sabe, tiene pies de barro (alianza de elites con representaciones fragmentadas y convulsas, supeditación del Congreso y exclusión de actores políticos relevantes y no institucionales). Sin embargo, pareciera la vía de avance de reformas con horizonte modernizador. Ha logrado mucho (educación, telecomunicaciones, fi nanciera) y todavía nada. Pendientes legislativos complejos, intereses en ebullición. Sobre todo, las reformas de talante social e histórico: la hacendaria y la de energética (Pemex), que serán pruebas de altísima dificultad tanto para lo cohesión interna de los pactistas, como de resistencia y coherencia ante los previsibles embates extrainstitucionales.
Las vicisitudes del Pacto (VeracruzSedesol) han tergiversado el orden de los incentivos reformistas. Madero y Zambrano, ante los errores del gobierno y en su afán por prevalecer en sus liderazgos, han vuelto a poner como prioritario lo político electoral, lo que garantiza la inercia y la entropía, la perpetuación de la crisis (una reforma política digna equivale a la reestructuración del sistema de partidos, simplificación, disminución sustantiva de costos y abatimiento de su absurdo protagonismo monopólico).
El orden era: reformas hacendaria y de Pemex y luego (la zanahoria) ajustes electorales; ahora van primero las cuestiones electorales y partidistas y después las reformas “estructurales”. El guión es conocido y equivale a estancamiento, minireformas cosméticas, posposiciones a las calendas griegas y fortalecimiento del anacrónico y disfuncional régimen de partidos. La miseria del politicismo. Con los incovenientes adicionales del probable regreso a las concertacesiones electorales —¿Baja California, resultados no arrolladores del PRI? (para mantener con vida a Madero y Zambrano); así como trifulcas secundarias de alto riesgo como la segunda vuelta en la elección presidencial (suicida para el PRI) y reelecciones en el parlamento—.
Sin olvidar que la política se desdibuja ante la potencia de los factores económicos adversos. Alta inflación, aumento brutal de precios, disminución de la producción industrial y manufacturera (recuperación incierta de USA), sequía en la agricultura de temporal. No digamos la perseverancia de la inseguridad y la violencia (pese a datos de mínima disminución), el inacabamiento y contradicciones de la estrategia de seguridad, así como la pervivencia agresiva de elementos paraestatales (Naranjo).
Tiempo de canallas.