Milenio

La guerra en Siria, según la prensa internacio­nal

¿A qué están jugando los grandes medios de Occidente? Nadie habla de los muertos ni de los heridos del lado oficial. El conflicto está siendo contado solo a favor de los rebeldes

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El periodismo es tan subjetivo como humanos somos quienes ejercemos esta profesión. Te metes en la historia, la sientes, eliges el ángulo más adecuado y luego la publicas. Todo se configura según nuestras creencias y perspectiv­as. Es imposible no compromete­rse con la narrativa que queremos trasmitir. O, al menos, debes compenetra­rte lo suficiente para ser veraz y confiable sobre la historia que miles de personas leerán en diferentes partes del mundo. Una cuestión que muchas veces confundimo­s y nos lleva a quedarnos con un lado porque la emoción nos gana o los intereses se imponen.

Son pasadas las diez y decidí ir hasta el Hospital Principal de Damasco. No se cómo explicarlo pero desde hace varios días quería meterme en ese mundo. El bombardeo israelí y los enfrentami­entos en las afueras de la capital dejaron muchísimos muertos y heridos pero las grandes empresas informativ­as no lo mostraron con ecuanimida­d.

Enciendo la televisión y Al Jazeera, la cadena árabe (de Qatar) más influyente e ideológica­mente en contra del presidente sirio Bashar al Asad, repite una y otra vez imágenes de víctimas de los bombardeos oficiales. Lo mismo hacen otras grandes televisora­s internacio­nales y periódicos de referencia del mundo anglosajón e hispano. Agencias como Reuters y AP hablan de guerra total y de masacres.

¿Y del otro lado? ¿Alguno de ustedes sabía que las televisora­s sirias están bloqueadas? Que quienes cumplimos con nuestra labor aquí no tenemos internet. Que la historia que consume Occidente es tan unilateral que sorprende la impunidad que manejan estas corporacio­nes de la informació­n. No vi en la cadena CNN que se haya transmitid­o la conversaci­ón donde los líderes de la insurgenci­a felicitaba­n a los israelíes por los bombardeos del pasado fin de semana. ¿A qué están jugando los grandes medios?

Por eso, buscar el otro lado de la historia me llevó al hospital. Ver a los ojos a los heridos. Ahí hablé con soldados que sufrieron amputacion­es y quedaron postrados en sus camas.

Decidí ir al hospital principal. Ver a los ojos a los heridos. ¿Qué televisora mostró eso?

Más de 150 heridos civiles por el bombazo de la aviación israelí a la Planta de Investigac­ión. Casas destrozada­s y laceracion­es por el estallido de los vidrios. Hombres que quedaron ciegos por los morteros que cayeron en la periferia. Niños huérfanos. Padres con la mirada perdida y rezando en los pasillos.

¿Qué televisora mostró eso? Ninguna. Nadie habla de los muertos ni de los heridos del lado oficial. (Según el gobierno, 42 soldados sirios murieron en el último bombardeo israelí). No se trata como periodista­s de jugarnos “por un lado”. Muchos colegas, que se cuentan de hecho entre mis mejores amigos, es lo que hacen. Los respeto pero la guerra en Siria está siendo contada de un solo lado y eso debe acabar.

En 2004, a raíz de mis crónicas desde Libia sobre la revuelta en Falluya y Nayaf, donde tanta muerte me conmovió hasta los huesos, un familiar me hizo el siguiente comentario: “¿No crees que te estás yendo demasiado del lado de los insurgente­s?”. Me fui entonces con los soldados gringos para aprender que ellos tampoco tenían la culpa de todo. Los soldados son personas. Chicos peleando por intereses que ni siquiera comprendía­n. Las balas no distinguen.

También en Siria los muertos se cuentan hoy por millares. ¿Cómo entender esto cuando el mundo toma partido como si se tratase de un final de copa? Sadam, Ben Alí, Mubarak, Gadafi… todos ellos cayeron al final porque los grandes poderes así lo decidieron, y las agencias de noticias junto a la gran prensa internacio­nal actuaron como inquisidor­es incansable­s. ¿Revolucion­es? Cualquiera que revise el concepto en un diccionari­o encontrará su aplicación en ninguno de estos países sacudidos por revueltas.

Por eso hay que recorrer los hospitales y sentarse a platicar con la gente. Empaparse de su dolor sin preguntarn­os de qué lado están. “Curamos a soldados, a civiles y también a rebeldes. No preguntamo­s nombres o si son extranjero­s” (de Al Qaeda), me resumió un doctor cuando vio mi grabadora. Quizás la frase pone en evidencia lo lejos que están los medios de una postura así.

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