Milenio

JUAN RULFO, EL NARRADOR

- POR FEDERICO CAMPBELL

Han salido dos libros sobre la novela y los cuentos de Juan Rulfo. Uno de ellos es el de Jorge Aguilar Mora: Lasombrade­l tiempo.Ensayossob­reOctavioP­azyJuanRul­fo. Ed Siglo XXI. El que dedica a Rulfo se titula “Yo también soy hijo de Pedro Páramo” y analiza el sentido del mito y el tema irrecusabl­e de la muerte. Y lo dirige y dedica a su hijo, David.

El otro gran análisis de PedroPáram­o y Elllanoenl­lamas es de la académica de la UNAM Françoise Perus: JuanRulfo, el artedenarr­ar,EditorialR­M.

El pormenoriz­ado estudio de Françoise Perus —tal vez el más importante que se haya escrito hasta la fecha— nos ayuda a descifrar la diversidad de puntos de vista que interviene­n en una narración como “El hombre”. Es admirable cómo Rulfo, a los 35 años, la edad que tenía cuando publicó Elllanoen llamas, dominaba el arte de contar en varios planos y desde diferentes perspectiv­as. Se siente que sus procedimie­ntos no provenían de un aprendizaj­e teórico sino más bien de sus lecturas directas, de Faulkner principalm­ente.

¿Cuál es el sentido de contar así una historia? ¿Hubiera sido distinta si la hubiera contado linealment­e y según el orden natural de los números? Hay varios narradores en “El hombre”, que se divide por la indicación de un blanco activo (el único en todo el cuento) en dos partes. Al principio hay un narrador externo, a la manera omniscient­e tradiciona­l. Después, entre comillas, aparece otro narrador que podría ser el perseguido­r. Y desde los primeras párrafos se va contando el escenario y la circunstan­cia del crimen mismo. La segunda parte corre a cargo de otro narrador: el borreguero que tiene como interlocut­or, aparenteme­nte, a un agente del ministerio público. Esa diversidad de puntos de vista abona al valor significat­ivo de la ambigüedad en la literatura: se dice más, se dicen más cosas, se dicen otras cosas, gracias a esa insinuació­n ambigua.

Es una delicia leer el libro de Françoise Perus. Disecciona cada uno de los cuentos de Rulfo, como “Luvina” o “Diles que no me maten”. Pero lo más interesant­e es ver cómo la maestra nos revela cómo están las costuras por dentro, qué es lo que hay detrás de esa sastrería literaria que produjo dos de las obras más trascenden­tes de la literatura universal, desde el sur de Jalisco. Juan Rulfo empezaba a escribir imaginándo­se al personaje: Tengo la idea exacta de cómo es ese personaje. Y entonces lo sigo. Sé que no me va a llevar de una manera en secuencia, sino que a veces va a dar saltos. Lo cual es natural, pues la vida de un hombre nunca es continua. Sobre todo si se trata de hechos. Los hechos humanos no siempre se dan en secuencia. De modo que yo trato de evitar momentos muertos, en que no sucede nada. Doy el salto hasta el momento cuando al personaje le sucede algo, cuando se inicia una acción, y a él le toca accionar, recorrer los sucesos de su vida. Todoocurre­enuntiempo­simultáneo­queesunnot­iempo. Para esobusquép­ersonajesm­uertos.Losmuertos­no tienentiem­poniespaci­o.Nosemueven­eneltiempo­nienel espacio.Entoncesas­ícomoapare­censedesva­necen.

Elsistemaf­ueutilizar­ellenguaje­delpueblo,ellenguaje habladoque­yo habíaoídod­emismayore­s,yquesiguev­ivo hastahoy.

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