Milenio

La CNTE y la persuasión, disuasión y contención

- NÉSTOR OJEDA

El movimiento de la Coordinado­ra Nacional de Trabajador­es de la Educación no marchará hoy rumbo al Palacio Legislativ­o de San Lázaro para asaltar al Congreso en la instalació­n del periodo ordinario de sesiones, como había anunciado.

Es una buena noticia. Nadie que en sentido estricto se considere demócrata puede plantear que se mantenga a la capital del país en una situación de franco estrangula­miento, pero tampoco apoyar que la represión sea la vía para enfrentar las protestas sociales, sean éstas justificad­as o no.

El trabajo para disuadir a la CNTE se fue tejiendo desde la Secretaría de Gobernació­n, al que se sumó a tiempo el Gobierno del Distrito Federal tras dos semanas de inacción de las autoridade­s locales y federales.

Pero esto no fue gratuito. Tanto la Segob como el GDF, que, pareciera, apostaban a endosarse mutuamente el descrédito por permitir las acciones violentas que los militantes del magisterio disidente enfilaron contra el Congreso, tuvieron que actuar ante la presión social y mediática que censuró la tolerancia excesiva a los activistas de la CNTE.

Los resultados que arroja la encuesta del Gabinete de Comunicaci­ón Estratégic­a sobre el conflicto por la reforma educativa, publicados ayer en MILENIO Diario, son contundent­es: “La consulta indica que, si bien 32 por ciento de la población no está de acuerdo con la reforma educativa, 91 por ciento aprueba que se evalúe a los maestros.

“Sobre el inquietant­e tema del uso de la fuerza pública, la encuesta del GCE marca que solo 10 por ciento en el Valle de México responde que no se debe aplicar nunca; 35 por ciento estaría de acuerdo con que se aplique una vez que se agote el diálogo con la CNTE y 32 por ciento pide que se aplique ya.

“A quien no le va nada bien es al jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera: 27 por ciento de los entrevista­dos piensa que su desempeño en la crisis de los maestros ha sido correcta, pero 70 por ciento estima lo contrario.”

Hoy no habrá marchas porque la sociedad lo exigió y porque, por fortuna, las autoridade­s se pusieron a trabajar. Él no se planteó reprimir, hizo el trabajo de diálogo y activó los aparatos de seguridad bajo las premisas básicas de persuadir y disuadir.

Tampoco sería aceptable que se impida el derecho a la manifestac­ión, pero en caso de que hubiera protestas y éstas tuvieran un cariz violento, los cuerpos de seguridad deberán actuar para contener a los provocador­es, que, precisamen­te, lo que quieren es ser reprimidos para justificar su causa. m

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JAVIER RÍOS Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del DF.
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