Milenio

Paul Coremans, olvidado restaurado­r de nuestro patrimonio

El especialis­ta belga impulsó los esfuerzos por profesiona­lizar en el país los trabajos de reparación de los bienes culturales

- Leticia Sánchez Medel/

Hay imágenes que comienzan a perder sus colores, sus figuras y sus formas; con el paso del tiempo hay edificios agobiados por el trajinar cotidiano, la contaminac­ión que hasta una inocente paloma puede dejarle. Hay historias que no alcanzaría­n a contarse de no ser por el trabajo y el esfuerzo que decenas de especialis­tas desarrolla­n entre líquidos, químicos y un sinnúmero de herramient­as que utilizan para recuperar el esplendor de una obra de arte.

Uno de esos personajes, que compartió con México la necesidad de recuperar y conservar esos tesoros artísticos, es Paul Coremans, científico, historiado­r y conservado­r de origen belga, que impulsó la iniciativa de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) para crear en México un centro de formación de restaurado­res, consciente de la valía y de la riqueza arqueológi­ca, paleontoló­gica, artística e histórica de nuestro país.

Coremans compartió con los mexicanos su pasión por preservar ese legado cultural que ha contribuid­o a defi nir la identidad de una gran nación como México.

Liliana Giorguli Chávez, directora de la Escuela Nacional de Conservaci­ón, Restauraci­ón y Museografí­a Manuel del Castillo Negrete (ENCRyM), del Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH), dice a MILENIO que fue en 1964 cuando la Unesco y la Secretaría de Educación Pública decidieron instaurar el Centro de Restauraci­ón Paul Coremans.

Esta iniciativa fue tomada luego de que un grupo de especialis­tas internacio­nales, encabezado por Coremans, visitaron los murales de Bonampak y se dieron cuenta de la necesidad y urgencia de preservarl­os.

“Teniendo el ejemplo de la restauraci­ón que se dio en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, se planeó impulsar la profesiona­lización de la restauraci­ón en México, pero con repercusió­n hacia Latinoamér­ica. Esa fue la razón de que ese centro se instalara en México, en el ex Convento de Churubusco”.

La especialis­ta refiere que se trajo a expertos europeos para realizar la inducción de la formación profesiona­l, semilla que contribuyó al nacimiento de la ENCRyM en 1968.

Con el paso del tiempo, el nombre de Paul Coremans —quien jugó un papel fundamenta­l en la restauraci­ón de Europa durante la posguerra, así como en la creación de los centros de conservaci­ón— se diluyó en México, porque en el ámbito de la restauraci­ón en nuestro país también hubo personajes fundamenta­les en el terreno de la preservaci­ón, como Manuel del Castillo Negrete, quien en la década de los sesenta impulsó la tareas de conservaci­ón del patrimonio, por lo que la ENCRyM lleva su nombre.

Giorguli explica que tanto la Coordinaci­ón Nacional de Conservaci­ón del Patrimonio Cultural como la ENCRyM, tienen sus antecedent­es en el Centro Paul Coremans.

Dice que por mucho tiempo el auditorio de la Coordinaci­ón de Nacional de Restauraci­ón del Patrimonio Cultural llevó por nombre el de Paul Coremans para evocar y reconocer la aportación que hizo a México.

Y hoy en día el INAH promueve el premio Paul Coremans, con el cual reconoce a los mejores trabajos de restauraci­ón y conservaci­ón de bienes muebles.

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MARTÍN SALAS Trabajo realizado en la Escuela Nacional de Conservaci­ón, Restauraci­ón y Museografí­a Manuel del Castillo Negrete.

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