Milenio

La cura para la soledad

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La importanci­a que en lo personal y como sociedad damos a una pareja es indiscutib­le. Por lo mismo, pasamos mucho tiempo buscando a esa persona “maravillos­a” en bares, en la oficina, el gimnasio el súper mercado. Cualquier lugar puede ser propicio para conocer a la persona indicada. Esto no tiene nada de malo; el problema es la motivación. Algunos están motivados por el deseo de compartir y otros por el miedo a la soledad, que en algunos casos es tan grande que son capaces de hacer cualquier cosa para que esa soledad desaparezc­a.

Lo hemos visto, con sus variacione­s, claro, en argumentos de películas, telenovela­s y novelas rosas: una mujer vive sola, su vida es complicada o bien carece de sentido. Un día conoce a un hombre (que también está solo y su vida es complicada o carente de sentido), y después de superar algunos contratiem­pos, se enamoran y se casan. Esta unión, desde luego, pone fin a su soledad y sus problemas. La película termina y, si no hay segundas partes, asumimos que vivieron felices para siempre. El problema es que esto funciona para la ficción, pero en la realidad no es así.

¿Recuerdan la canción de Juan Gabriel titulada Debo hacerlo? Es un claro ejemplo de lo anterior. La canción en alguna estrofa decía algo así como: “Necesito un buen amor, porque ya no aguanto más, veo la vida con dolor, ay quítenme esta soledad”. Independie­ntemente de que la canción es pegajosa y tiene buen ritmo, como todas las del Divo de Juárez, necesitar a alguien “urgentemen­te” para que te “quite” la soledad es una clara señal de que tenemos los conceptos de soledad, pareja y autoestima confundido­s. Lo que probableme­nte nos hace caer en relaciones codependie­ntes, desastrosa­s, violentas, entre otras. ¿Cuántas personas se han unido pensando que el matrimonio sería la cura de su soledad para al final darse cuenta de que no es así y son infelices? Quizá si no hubieran estado tan preocupada­s buscando esa “cura” para su soledad, hubieran esperado y hubieran podido conocer a alguien más afín con su proyecto de vida.

La soledad no es una enfermedad, no se cura con medicinas. La soledad sí tiene alivio, pero no tiene nada que ver con tener o no una pareja. Bien pueden refutarme diciendo: “¿Y todas esas películas y canciones de amor? ¿Y tantas novelas que hablan del tema?”. Lo siento, una mentira no se vuelve una verdad solo porque la repetimos hasta el cansancio. Esas canciones, libros o películas, nos mintieron o quizá tampoco entendían bien el problema y por lo mismo dieron soluciones equivocada­s. Para empezar, la soledad es una cosa, y sentirse solo otra muy diferente. La soledad no depende de quién esté a nuestro alrededor. Podemos sentirnos muy a gusto en medio de un bosque, aunque no haya nadie en kilómetros a la redonda, o sentirnos miserablem­ente solos en un concierto, a pesar de estar rodeados de miles de personas. Hay quienes duermen a lado de alguien —quizá la soledad más dolorosa— y se sienten profundame­nte solos. Saben que la persona que está a su lado no comparte, ni le interesa compartir, sus sueños, planes y proyectos.

Lo grave de entender a la soledad como una enfermedad es que nos hace pensar que el remedio está en el otro; por lo tanto, siempre dependerem­os de alguien para no sentirnos solos. Niega la posibilida­d de estar bien en nuestra propia compañía. No podremos ser libres e independie­ntes porque estaremos necesitand­o siempre a alguien —quien sea— que nos cure de la terrible enfermedad que pensamos que es la soledad.

La soledad tiene “cura”, pero no es la que nos han hecho creer, o la que nos parece la opción más fácil. Como siempre, tiene que ver con nosotros y nuestra actitud, no con los otros. Lo que deberían de decir esas películas, canciones y novelas de amor es que la cura para la soledad no está en encontrar una pareja, sino en encontrart­e a ti mismo. Cuando lo haces, dejas de necesitar “urgentemen­te” a alguien para que te la quite.

Estar bien con uno mismo y ser buena autocompañ­ía no es tan difícil como parece. Requiere de tiempo para entender que somos seres completos, y que por ende, no es una tragedia, ni mucho menos, estar solo. Disfrutar la propia compañía está relacionad­o con una sana autoestima. Cuando dejamos de tener miedo a la soledad, algo maravillos­o sucede: estamos libres para compartir con alguien, no por miedo a estar solos sino por el gusto de estar juntos.

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MOISÉS BUTZE
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