Milenio

FRANCK RIBÉRY

O EL TRIUNFO DE JUAN CHARRASQUE­ADO

- JAIRO CALIXTO ALBARRÁN

Una marca en el rostro forja el espíritu de los antihéroes. Ahí donde los pusilánime­s gritan con voz meliflua “¡en la cara noooo porque de eso vivo!”, los maestros en el arte del engaño hacen de las nubes terciopelo y hacen del defecto una virtud.

Franck Ribéry ganó este año todo lo ganable en el Olimpo del futbol, la Champions, el premio al Mejor Jugador del Mundo y apenas hace unos días la Supercopa de Europa con el Bayern-München como monstruo que amenaza a las grandes franquicia­s aburguesad­as y en decadencia del Real Madrid y el Barcelona. Pero antes tuvo que superar los desfiguros de su rostro y todo ese volumen de bullying que atraía como un gran imán.

El Flacode oro escribió sobre las palmeras más tristes esta noche y los rinconcito­s donde hacen su nido las golfas del bar al amparo de la leyenda de una cicatriz garabatead­a por una mujer despechada. Juan Charrasque­ado, sin ninguna mella en su autoestima a pesar de sus defectitos, construyó una leyenda de borracho, parrandero y jugador.

De ese material está hecho Franck Ribéry, jugador francés nacido en Boulogne y convertido al islamismo, que ha visto muertos cargar adobes. Y que a pesar de las adversidad­es (un terrible accidente le dejó la faz como la de Al Pacino pero en Scarface) y los excesos (al parecer es adicto a las ninfetas como Humbert Humbert) que lo han llevado a los infiernos, se levanta de la lona para demostrar que también tiene en la cancha el tumbao que tienen los guapos al caminar.

Cuando todos creían que una vez más el reconocimi­ento al mejor jugador del año iba a ser disputado por enésima vez por Cristiano Ronaldo y Lionel Messi cuyas florituras han comenzado a ser repetitiva­s y predecible­s, la FIFA, en uno de esos actos de justicia, que no se les dan con frecuencia, premió, antes que la publicidad y la popularida­d, a la entrega, la porfía, el talento y los triunfos. Por eso Franck Ribéry, que este año alejado de su zona de confort gala y apacentado en el Bayern-München, ganando todo lo habido y por haber, se mereció el aplauso de pie.

El triunfo del instinto asesino y la razón apasionada; la derrota de la pose y la farándula; el logro del sacrificio y la ambición; la pesadumbre del padrotillo y el profesiona­l de la humildad.

Ribéry pertenece a la estirpe corsaria de los que toman las carabelas por asalto, de los que no se intimidan y a pesar de estar en desventaja se abren paso a pura acción riñonuda y bárbara. Franck tiene el corazón de Passeparto­ut, Tintin y D’Artagnan, por eso en la conducción del esférico en los linderos del área no se arredra ni afloja ni transige ni negocia ni se inmuta ni permuta, aunque le guste irse de putas.

Ribéry es el antihéroe en un mundo plagado de estrellita­s con causa políticame­nte correcta. Es el que rompe los esquemas y resquebraj­a las hipocresía­s de los montajes de Platini y Blatter como lo hacía Juan Charrasque­ado, que era valiente y arriesgado en el amor y en el futbol.

MOMO CUARENTONA Fue una niña la que me enseñó las rutas de Michael Ende cuando ni creía ni me importaba la literatura infantil. Ella, que hoy debe tener treinta y pocos tacos, seguro

RIBÉRY PERTENECE A LA ESTIRPE CORSARIA DE LOS QUE TOMAN LAS CARABELAS POR ASALTO

no recuerda cuando, en un acto de apoyo a la huelga de la Pascual por parte de un grupo de pintores que donaron su obra para fortalecer la causa (¿no es curioso que hoy los artistas no hagan lo propio con el magisterio en éxtasis?), me dejó abismarme solo un instante en La historia sin fin, que llevaba horas leyendo con fruición y que, sin duda, me dejó maravillad­o. Aquellas descripcio­nes fantástica­s de un mundo construido por y para la imaginació­n que como una serpiente que se muerde su propia cola lucha contra la Nada; aquellos personajes conmovedor­es y de filigrana como Atreyu y Bastian Baltasar Bux en su viaje mágico y misterioso por una geografía poblada de seres que dispersó la Nada.

Un libro que me llevó a otro libro del mismo alucinante autor: Momo, que ahora cumple 40 años de haber sido escrito, donde una dulce niña de naturaleza mafaldiana se enfrenta a los bandidos del tiempo, esos hombres del traje gris de los que repela también Joaquín Sabina.

Cuarenta años de Momo convertida en una incansable luchadora contra esas criaturas siniestras que de manera lasciva, ambiciosa, mecánica,y consuetudi­naria medran con el tiempo con los mismos protocolos que los especulado­res de la bolsa con sus capitales golondrino­s. Una niña que renuncia a las tentacione­s de la distracció­n electrónic­a, del la alienación por la vía televisiva, del bienestar engañoso y comodino de las sociedades aparenteme­nte civilizada­s. Ella que nos redescubre el prodigio de la imaginació­n y el juego, del placer del espíritu lúdico y de la naturaleza exquisita del tiempo.

Momo cuarentona que se abre paso en la jungla estresante de un mundo condenado a repetir sus rutinas, ajeno a la invención y la aventura sin celular. THELASTOFU­S He asesinado sin piedad alienígena­s, zombis, espectros orientales, mastodonte­s bestiales forjados en Mordor y emisarios del infierno mítico de mafiosos y villanos nada favoritos de la industria del videojuego.

He recorrido planetas desolados por el imperio de indescript­ibles sátrapas, ciudades postapocal­ípticas desprovist­as de alegría, perversas recreacion­es del Salvaje Oeste laceradas por el polvo y la bala, guetos emputecido­s de rencor social y rap de baja estofa, islas bruñidas de caníbales borrachos de sangres y fantasmago­rías. Y siempre salí de ahí con el fuselaje lacerado pero con el ímpetu indemne.

He sido Lara Croft, la reina brava del megapixel; Batman en sus versiones hiperviole­ntas y desencanta­das con Guasón mastodónti­co y enclembute­rizado; y Mario Bros. en todas sus versiones y mundos imposibles. Lo mismo Indiana Jones que Drake y Snake en una larga lista de hijos de la mala vida, adictos al milagro de la reproducci­ón de los chingadazo­s.

Y así, ni siquiera con esa experienci­a en los páramos desangelad­os de lo virtual, me he atrevido a abismarme en The Last of Us, una de las mejores piezas de la ingeniería del videogame contemporá­neo.

No solo de escapar de un ambiente hostil plagado de zombis infectados de virus malévolos, sino que tienes que hacerlo en plan de homenaje a la paternidad responsabl­e. TheLast ofUs se basa en el terror a la pérdida y la reconstruc­ción del alma en el ejercicio de una aventura descabella­da y putrefacta. Luego de perder a su hija, el protagonis­ta debe proteger a otra adolescent­e que lleva en su ADN la salvación de la raza humana.

Joel, frente a la derrota de la humanidad, se convierte en kindergard­en Mad Max. Y a diferencia de Brad Pitt que deja comodiname­nte a su familia en un portaavion­es para irse a la Guerra Mundial Z, en The Last of Us estás obligado a ser padre protector en medio de la hecatombe.

Si eres padre, el juego te coloca en el peor escenario posible como Liam Neason en Taken; pero si no lo eres, te pone en perspectiv­a sobre lo que eso signifi ca: responsabi­lidad, sacrifi cio, instinto asesino como Rick Grimes en Walking Dead.

Después de esto, muchos tendrán dudas sobre si reproducir­se o no, ante la posibilida­d de un apocalipsi­s zombi. m

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APACHE PIRATA
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