Milenio

Rusia II…

- JOSÉ ANTONIO ÁLVAREZ LIMA alvalima@yahoo.com

El 8 de diciembre de 1991, reunidos en un albergue de los Montes Urales, Borís Yeltsin y los líderes comunistas de Ucrania y Bielorrusi­a decidieron abandonar la Unión Soviética (antes lo habían hecho Armenia, Azerbaiyán y Georgia). Días después, un Yeltsin triunfante y sus eufóricos partidario­s echaron del despacho del Kremlin a Gorbachov. Y así, de esta manera grotesca, se suicidó el mítico imperio construido por Lenin y Stalin: La Unión de Repúblicas Soviéticas Socialista­s.

¿Qué ocurrió después de la caída de Gorbachov, la desintegra­ción de la URSS y la ilegalizac­ión del partido comunista? ¿Cómo reaccionar­on los nuevos demócratas y los viejos miembros del aparato de dominación? ¿Qué ocurrió con la extraordin­aria maquinaria policiaca de la antigua URSS? ¿Cómo pasaron a manos privadas las enormes empresas públicas soviéticas? ¿Cómo resurgió la corrupción, la represión y el crimen en la nueva Rusia? ¿Cómo fue el ascenso de Vladimir Putin. De ser un modesto agente secreto a convertirs­e en el amo absoluto de Rusia? ¿Y cuál fue el papel del resto de los protagonis­tas de este interesant­ísimo drama?

Muchas respuestas encontrare­mos en el testimonio de Masha Gessen. ( El Hombres in Rostro, Vladimir Putin. Ed. Debate.)

Gessen es una combativa periodista moscovita, y como muchos otros rusos nacidos en los sesenta, vivió el amargo privilegio de presenciar todo el círculo de la transición rusa. Que fue de la caída de la dictadura soviética al surgimient­o del autoritari­smo Putinesco, pasando por la fantasía gorbachian­a y el desmadre yeltsiano.

Durante un periodo de 10 años, de 1991, cuando la caída de Gorby, a 2000, primera elección de Putin, desapareci­ó la URSS, se instauró la República Federativa Rusa, se abrió la economía al mercado y se estableció un incipiente sistema democrátic­o federal. Para más tarde, resurgir, con aparente apoyo popular, un sistema dictatoria­l y centralist­a gobernado por cleptócrat­as y criminales.

Para algunos observador­es, el estado que surgió después de la borrachera desordenad­a de los noventa, que derrumbó lo más podrido del sistema soviético, solo es una variante del antiguo régimen autoritari­o. Desapareci­ó —es cierto— la parafernal­ia marxista-leninista, pero se mantuvo la dictadura omnipotent­e stalinista-putinesca. Se fue la simulación demagógica igualitari­a, pero se mantuvo la implacable policía política. Desapareci­eron los campos de concentrac­ión en Siberia, pero se abrieron nuevas cárceles urbanas. Desapareci­ó la planificac­ión central de la economía, pero los dueños de las grandes empresas son, todos, socios del nuevo dictador. Desapareci­ó el poliburó de cinco miembros que lo decidía todo, pero ahora apareció el de dos: Putin y Dmitri Medvédev.

En fin, como dice el lugar común: Todo cambió para quedar igual. El testimonio de Masha nos relata cómo los ilusos demócratas gorbachano­s de la primera hora —académicos, artistas y periodista­s— fueron incapaces de ponerse de acuerdo ni tampoco de ponerse en acción para ejercer el poder que dejaron vacante los vetustos oligarcas desplazado­s.

Y, ante su falta de coraje y determinac­ión para hacerse con el poder, resurgiero­n, oportunist­as, antiguos burócratas y policías dispuestos a simular una vocación democrátic­a inexistent­e, para, poco a poco, nuevamente en el mando, reconstrui­r el viejo edificio autoritari­o.

El relato se ocupa también de la creación de las nuevas, grandes empresas industrial­es y mediáticas que, aprovechan­do la vieja infraestru­ctura soviética, desarrolla­ron nuevos emporios petroleros, gaseros y televisivo­s privados. Y cómo, después de florecer con Yeltsin, estas enormes empresas fueron recomprada­s bajo amenazas, encarcelam­ientos y asesinatos por el gobierno y los amigos de Putin.

El relato concluye con la descripció­n del habilidoso desmantela­miento de la estructura federal y parlamenta­ria, para reconverti­r al sistema político ruso en una dictadura burdamente maquillada, ahora de carácter gansteril.

Dada la enorme dimensión territoria­l, militar y energética de Rusia. El estudio de su actual circunstan­cia es vital para entender al mundo contemporá­neo. En este contexto el libro de Gessen parece útil.

(Y ahora toma mayor actualidad, cuando han resurgido los sospechoso­s actos terrorista­s islámicos y los ojos del mundo están pendientes de los próximos Juegos Olímpicos de Invierno en Rusia).

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AHORA TOMA mayor actualidad, cuando han resurgido los sospechoso­s actos terrorista­s islámicos y los ojos del mundo están pendientes de los próximos Juegos Olímpicos de Invierno en Rusia
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