Rusia II…
El 8 de diciembre de 1991, reunidos en un albergue de los Montes Urales, Borís Yeltsin y los líderes comunistas de Ucrania y Bielorrusia decidieron abandonar la Unión Soviética (antes lo habían hecho Armenia, Azerbaiyán y Georgia). Días después, un Yeltsin triunfante y sus eufóricos partidarios echaron del despacho del Kremlin a Gorbachov. Y así, de esta manera grotesca, se suicidó el mítico imperio construido por Lenin y Stalin: La Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas.
¿Qué ocurrió después de la caída de Gorbachov, la desintegración de la URSS y la ilegalización del partido comunista? ¿Cómo reaccionaron los nuevos demócratas y los viejos miembros del aparato de dominación? ¿Qué ocurrió con la extraordinaria maquinaria policiaca de la antigua URSS? ¿Cómo pasaron a manos privadas las enormes empresas públicas soviéticas? ¿Cómo resurgió la corrupción, la represión y el crimen en la nueva Rusia? ¿Cómo fue el ascenso de Vladimir Putin. De ser un modesto agente secreto a convertirse en el amo absoluto de Rusia? ¿Y cuál fue el papel del resto de los protagonistas de este interesantísimo drama?
Muchas respuestas encontraremos en el testimonio de Masha Gessen. ( El Hombres in Rostro, Vladimir Putin. Ed. Debate.)
Gessen es una combativa periodista moscovita, y como muchos otros rusos nacidos en los sesenta, vivió el amargo privilegio de presenciar todo el círculo de la transición rusa. Que fue de la caída de la dictadura soviética al surgimiento del autoritarismo Putinesco, pasando por la fantasía gorbachiana y el desmadre yeltsiano.
Durante un periodo de 10 años, de 1991, cuando la caída de Gorby, a 2000, primera elección de Putin, desapareció la URSS, se instauró la República Federativa Rusa, se abrió la economía al mercado y se estableció un incipiente sistema democrático federal. Para más tarde, resurgir, con aparente apoyo popular, un sistema dictatorial y centralista gobernado por cleptócratas y criminales.
Para algunos observadores, el estado que surgió después de la borrachera desordenada de los noventa, que derrumbó lo más podrido del sistema soviético, solo es una variante del antiguo régimen autoritario. Desapareció —es cierto— la parafernalia marxista-leninista, pero se mantuvo la dictadura omnipotente stalinista-putinesca. Se fue la simulación demagógica igualitaria, pero se mantuvo la implacable policía política. Desaparecieron los campos de concentración en Siberia, pero se abrieron nuevas cárceles urbanas. Desapareció la planificación central de la economía, pero los dueños de las grandes empresas son, todos, socios del nuevo dictador. Desapareció el poliburó de cinco miembros que lo decidía todo, pero ahora apareció el de dos: Putin y Dmitri Medvédev.
En fin, como dice el lugar común: Todo cambió para quedar igual. El testimonio de Masha nos relata cómo los ilusos demócratas gorbachanos de la primera hora —académicos, artistas y periodistas— fueron incapaces de ponerse de acuerdo ni tampoco de ponerse en acción para ejercer el poder que dejaron vacante los vetustos oligarcas desplazados.
Y, ante su falta de coraje y determinación para hacerse con el poder, resurgieron, oportunistas, antiguos burócratas y policías dispuestos a simular una vocación democrática inexistente, para, poco a poco, nuevamente en el mando, reconstruir el viejo edificio autoritario.
El relato se ocupa también de la creación de las nuevas, grandes empresas industriales y mediáticas que, aprovechando la vieja infraestructura soviética, desarrollaron nuevos emporios petroleros, gaseros y televisivos privados. Y cómo, después de florecer con Yeltsin, estas enormes empresas fueron recompradas bajo amenazas, encarcelamientos y asesinatos por el gobierno y los amigos de Putin.
El relato concluye con la descripción del habilidoso desmantelamiento de la estructura federal y parlamentaria, para reconvertir al sistema político ruso en una dictadura burdamente maquillada, ahora de carácter gansteril.
Dada la enorme dimensión territorial, militar y energética de Rusia. El estudio de su actual circunstancia es vital para entender al mundo contemporáneo. En este contexto el libro de Gessen parece útil.
(Y ahora toma mayor actualidad, cuando han resurgido los sospechosos actos terroristas islámicos y los ojos del mundo están pendientes de los próximos Juegos Olímpicos de Invierno en Rusia).