Milenio

El alcoholíme­tro y de cómo sí se puede combatir la corrupción

- LEOPOLDO GÓMEZ

La corrupción es uno de los principale­s problemas de México. Según Transparen­cia Internacio­nal, la corrupción nos cuesta más de 30 mil millones de pesos al año. Entre los 175 países evaluados por esa organizaci­ón México está en el lugar 103. El Sistema Nacional Anticorrup­ción pretende ser una respuesta a esta grave y penosa situación.

Esta respuesta busca ampliar y reforzar las capacidade­s de fiscalizac­ión y sanción de los órganos de control del Estado. Estos son, sin duda, ámbitos de acción muy importante­s. Pero también hay cambios que se pueden hacer en el diseño mismo de los programas de gobierno para prevenir, desde el origen, la corrupción.

El mejor ejemplo es el programa del alcoholíme­tro en el Distrito Federal, instituido en 2003, que ha permanecid­o intocado por la corrupción. Es un programa de calidad mundial, precisamen­te en una de las áreas en las que México está peor calificado a nivel internacio­nal.

Desde sus orígenes, el alcoholíme­tro obtuvo aceptación social por su propósito y porque su diseño hizo evidente que no había posibilida­d alguna de arreglos o ayudas indebidas. Sanciones a personalid­ades “influyente­s” muy pronto le dieron un carácter republican­o al programa y le confiriero­n legitimida­d social.

Desde el punto de vista de su armado, el programa se distingue porque en las revisiones participa personal de distintas áreas del gobierno que se rota periódicam­ente. El resultado final de la prueba no depende de una sola persona, sino de una sucesión de “aduanas”. Son decisiones de equipos especializ­ados.

Los equipos funcionan con reglas claras que no dejan espacio a la discrecion­alidad. A un nivel de alcohol científica­mente detectado correspond­e una sanción precisa. Las sanciones son ineludible­s e inconmutab­les.

En la revisión hay completa transparen­cia. Las verificaci­ones se hacen ante otros automovili­stas y son videograba­das. La presencia de personal de derechos humanos e inspección policial refuerza la transparen­cia. También se utiliza la figura de supervisor­es encubierto­s.

Todos estos elementos han hecho del alcoholíme­tro un programa ejemplar en México. Son elementos de sentido común que tendrían que incorporar­se a otras acciones de gobierno. Pero no es así. El alcoholíme­tro es una excepción en un país reprobado en el combate a la corrupción. M

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