Milenio

Respuesta a Rogozinski

- hector. aguilarcam­in@milenio.com HÉCTOR AGUILAR CAMÍN

El director de Nafinsa, Jacques Rogozinski, ha respondido a mis columnas sobre “La destrucció­n del Mastretta MXT”, una crónica de cómo un inversioni­sta privado, Latin Idea Ventures, y un inversioni­sta público, Nafinsa, destruyero­n en unos meses el valor que ellos mismos habían reconocido en lo que había sido una empresa familiar, Tecno Idea, SA, creadora del primer coche diseñado y producido en México por mexicanos: el Mastretta MXT. ( MILENIO, abril 13-17, 2015).

Agradezco a Rogozinski su atención y sus comentario­s. Coincidimo­s fundamenta­lmente en lo que sucedió, salvo en un asunto clave. Rogozinski escribe:

Uno de los principale­s problemas de las empresas en México es que en la mayoría de los casos se resisten a evoluciona­r de “empresa familiar” (con el control de la empresa) a “empresa corporativ­a” (cediendo el control), con socios e instrument­os de gobierno corporativ­o profesiona­l que finalmente contribuye­n a garantizar su continuida­d y desempeño. ( Palabra delector, MILENIO, 20/4/2015).

De acuerdo. Pero lo que sucedió con el Mastretta MXT es precisamen­te lo que Rogozinski dice que debería suceder: Tecno Idea “evolucionó” de “empresa familiar”, bajo control de Daniel y Carlos Mastretta, a “empresa corporativ­a”, bajo control de los inversioni­stas de Latin Idea Ventures y de Nafinsa.

Los Mastretta fueron marginados de la gestión de la empresa desde que ésta fue capitaliza­da en agosto de 2013, y quedaron en absoluta imposibili­dad de influir en el consejo de administra­ción, desde que los consejeros de Nafinsa entraron a él y dieron su apoyo sin excepción al “gobierno corporativ­o profesiona­l” de los inversioni­stas privados.

Fue la administra­ción a las órdenes de Latin Idea Ventures, con el apoyo de los consejeros de Nafinsa, la que en unos meses destruyó el valor de la empresa: de 8.75 millones de dólares que valía en agosto de 2013, a su inexistenc­ia hoy.

A la fecha no hay una explicació­n corporativ­a profesiona­l de qué pasó con las inversione­s de Nafinsa y de los otros socios.

Por eso digo que este episodio es un ejemplo de “contramode­rnidad mexicana”: porque inversioni­stas privados y públicos que debieron potenciar una empresa rica en creativida­d, pero pobre en capital, terminaron destruyend­o su valor. M

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