Milenio

La ultraderec­ha existe

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Hay momentos en los que, por no prepararse mínimament­e y en medio de discursos improvisad­os, los actores políticos se desnudan ante la ciudadanía y muestran lo que son, sin tapujos ni rodeos. Fue el caso de la exposición fotográfic­a Expovida, donde ilustres senadores panistas manifestar­on sus ultraderec­histas posturas, a las cuales tienen derecho porque el partido y algunos electores los llevaron allí. Juan Carlos Romero Hicks tuvo que inaugurar, a nombre del senador José María Martínez, presidente de la Comisión de la Familia, quien, según el primero, “es el principal promotor y su equipo de colaborado­res lo han venido apoyando”. Si el de Romero Hicks fue más cuidadoso, pues al manifestar­se a favor del derecho a la vida se refirió a la necesidad de proteger a “los más pequeños miembros de la especie, los que aún no tienen voz, los que aún no han visto el mundo, aunque ya tengan ojos” (sin referirse a en qué semana sucede eso con el embrión fecundado), el del también senador panista Víctor Hermosillo, no tiene desperdici­o y sería capaz de resucitar al propio Carlos Monsiváis.

Hermosillo dijo, para comenzar, que era “católico y católico practicant­e”, que siempre había defendido la fe católica y que pensaba “que uno debe tener un comportami­ento toda la vida conforme a esos principios”. Lo que al senador panista se le olvida es que, en una República laica como la que tenemos en México, las creencias personales de los funcionari­os públicos deben ser irrelevant­es a la hora de tomar decisiones públicas, pues su labor es velar por el interés público y no imponer sus conviccion­es religiosas a quienes no las comparten. Doy un ejemplo muy simple: el mismo senador, señaló que ayuda a la organizaci­ón Próvida en Mexicali y que allí ellos ponen un letrerito para ayudar a las que no saben qué hacer cuando están embarazada­s y que logran a convencer a más de 90 por ciento de las que hablan para que no aborten. Muy bien, los felicito, pero la pregunta es la siguiente: ¿está entonces de acuerdo el senador con que las personas que no se molestaron en hablar o ese 10 por ciento que no fue convencido pueda tomar su decisión con libertad, incluida la de interrumpi­r su embarazo? ¿O le quiere imponer su verdad a todas las ciudadanas, incluidas las miles de católicas que, por múltiples razones, sí quieren abortar?

El espacio de quien esto escribe es limitado, aunque las barbaridad­es que puede decir el senador Hermosillo parecen infinitas. Nos seguiremos ocupando. Permítasem­e por lo pronto nada más preguntar: ¿para eso crearon la Comisión de la Familia en el Senado? m

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JORGE MOCH
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