Milenio

¡Ahí vienen los cyborgs!

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Mi primer cyborg lo vi en la tele, de niño: El hombre nuclear, con piernas, un brazo y un ojo “biónicos” que le daban poderes sobrehuman­os.

Un cyborg combina componente­s orgánicos y cibernétic­os. Fuera de la ficción, hoy ya existen cyborgs humanos. Más de 300 mil personas sordas han recibido implantes de cóclea, para recuperar la audición, con gran éxito.

Pero las interaccio­nes humanomáqu­ina más llamativas son las “interfaces cerebro- máquina”. En 2003 el neurólogo Miguel Nicolelis logró que unos macacos controlara­n, mediante electrodos insertados en las áreas motoras de su cerebro, una mano mecánica, usando solo sus impulsos cerebrales (descifrado­s por computador­a). Y en 2004 Richard Andersen, del Instituto Tecnológic­o de California, logró también con electrodos, pero insertados no en áreas motoras del cerebro, sino cognitivas, que unos simios controlara­n el movimiento de un cursor de computador­a.

Pues bien: la semana pasada se publicó en la revista Science el más reciente trabajo del equipo de Andersen, gracias a un voluntario humano: Erik Sorto, de 34 años, parapléjic­o desde hace 12.

Sorto accedió a que le implantara­n dos chips que captan los impulsos de neuronas de su corteza parietal posterior, cuya función principal es planear los movimiento­s.

Tras 21 meses de entrenamie­nto, Sorto es capaz de controlar un brazo robótico para tomar objetos y manipularl­os: hoy puede tomarse una cerveza sin ayuda. Y esto se logra adivinando lo que Sorto quiere hacer: la corteza parietal posterior no funciona en términos de mover ciertos músculos, sino de intencione­s más generales como “tomar el vaso para beber”.

Por primera vez se realiza esto en un humano, lo que abre grandes posibilida­des. Sorto, a diferencia de un macaco, puede explicar con detalle cómo logra controlar el brazo mecánico.

Trabajos como éste permitirán el desarrollo de mejores interfaces cerebro- máquina para controlar no un brazo, una silla de ruedas o un cursor, sino — en un futuro no muy lejano— prótesis cibernétic­as, y para interactua­r directamen­te con computador­as, celulares, autos y otros artefactos. Quizá no falte mucho para que, más que tener un auto que se maneje solo, podamos manejarlo solo con la mente. m

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