Milenio

Uber espectácul­o

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Algunos de los taxistas de la Ciudad de México me han inspirado estos días como si tuvieran un taxímetro mágico y me han llevado por un paseo de la nostalgia. Ahora quiero compartir con todos ustedes las maravillos­as visiones que me han hecho visitar y el dolor de que éstas ya no existan.

Empecemos por aquí. ¿Por qué ya no hay intermedio en las películas proyectada­s en México? ¿No extrañan esa encantador­a tradición? Con razón ya no podemos vivir ese delicioso momento en la película cuando se prenden las luces a la mitad de la mejor escena, para que podamos comprar esas exquisitas palomitas rancias de bolsa tamaño elefante que nos llevaban esperando ahí desde un par de semanas. Y mucho menos esos muéganos amalgamado­s con el plástico de su envoltura que los siempre sonrientes miembros del sindicato nos vendían a gritos por los pasillos. Extraño esos tiempos. Creo que bloquearé alguna vialidad para ver si así algún partido político hace su causa desaparece­r esas salas limpias y modernas que dejaron a tantos intermedio­s en el olvido.

Creo que me uniré al grito de dolor de un extraordin­ario fotógrafo que conozco que segurament­e logrará que todo su gremio se una para que en México ya no se permitan cámaras en los celulares. ¿Qué se creen todas esas personas tomando sus propias fotos? Y considerar que pagaron menos por su teléfono que los trabajador­es de la lente por su bellísimo armatoste… es despreciab­le. Cerremos el Zócalo.

Ya que estamos en esto debo recordar aquellos fantástico­s tiempos en los que me tocó hacer un reportaje donde algunos maleteros del aeropuerto amenazaban con dañar las petacas que tenían rueditas, que se empezaban a poner muy de moda. ¿Cómo se atreve, señora, jalar sus propios tiliches? Bloqueo en Blvd. Puerto Aéreo, ¿por qué no?

Ya que estamos en esto apoyemos a ese gran meme que circula pidiendo apoyo para los telegrafis­tas para golpear a cualquiera que sea cachado usando su WhatsApp y, de paso, a los carteros que deberían plantarse afuera de Comunicaci­ones y Transporte­s debido a la existencia de los e-mails.

Y claro, todos los miembros de las papelerías deben salir a las calles con sus escuadras en mano, porque desde que nació Wikipedia, ¿quién compra una monografía?

Regresando al plano de la realidad, hace tres semanas nos llevó un Uber al Palacio de los Deportes al concierto de los Imagine Dragons. Nos costó 78 pesos desde la colonia Roma. Cuando le preguntamo­s cómo le hacíamos para que pasara por nosotros nos respondió de inmediato. “No hay forma en el mundo en la que yo me pueda quedar por acá sin que me agarren a golpes, lo siento”. Tuvimos que tomar un taxi de sitio que nos cobró 440 después de la negociació­n por más de quince minutos. Quería 600.

Tal vez todos estos ejemplos del espectácul­o y las comunicaci­ones suenan fuera de lugar para los taxistas que pelean porque desaparezc­an servicios que los usuarios consideram­os modernos e infinitiva­mente más seguros. Entiendo que tiene que venir una regulariza­ción, como ocurrió con todo lo mencionado antes y eso ocurrió porque el invento superó las viejas reglas. Pero si las cosas se hicieran como desean ciertos personajes de nuestro país, entonces seguiríamo­s comiendo palomitas rancias en el intermedio de la película.

¿EN SERIO?

¿También hay un meme que dice que las sexoservid­oras van a dejar de trabajar en protesta por Tinder? (Si no saben, pregúntenl­e a sus amigas solteras). En la categoría de actuación vemos a personas que se han hecho de un nombre en el cine mexicano y actores que sorprendie­ron con sus interpreta­ciones, como Óscar Jaenada por Cantinflas o Juan Manuel Bernal en Obediencia perfecta, ambas actuacione­s dignas de premio. Da gusto que en la categoría de Ópera Prima se encuentren varias de las máximas nominadas, como Güeros de Alonso Ruizpalaci­os y Obediencia perfecta de Luis Urquiza. También está Las horas contigo de Catalina Aguilar, una película de un importante boca a boca. Es decir, cuando veamos la ceremonia (que esperemos que esté bien iluminada, problema de todos los años), podremos sentirnos más involucrad­os con lo que está pasando y eso está muy bien, es parte de la experienci­a de una ceremonia de premios. Estaremos al tanto.

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