Milenio

Los candidatos independie­ntes y el dinero electoral

- hector. aguilarcam­in@milenio.com HÉCTOR AGUILAR CAMÍN

El debut de las candidatur­as independie­ntes en las elecciones del 7 de junio anuncia un tsunami. Las aguas del rechazo a la partidocra­cia encontraro­n su rendija en la presa y le abrieron boquetes que serán avenidas.

Es una nueva realidad electoral que rebasó con mucho los márgenes de la legislació­n que la contiene. Para empezar, reventó las mezquinas previsione­s de financiami­ento para estas candidatur­as y exhibió, por contraste, los excesos del gasto partidario.

Lorenia Canavati, candidata independie­nte a la alcaldía de San Pedro Garza García, recibió 21 mil 48 pesos de financiami­ento público para su campaña, mientras sus contrincan­tes con partido recibían 992 mil: 47 veces más.

Lo que puede anticipars­e es que esa inequidad difícilmen­te podrá subsanarse con dinero público. La avalancha de candidatur­as independie­ntes hinchará de más la bolsa.

Ecuación imaginable: una vez abierta la puerta, no habrá dinero público que alcance para financiar a todos los mexicanos que quieran competir en adelante por fuera de los partidos.

La ecuación inversa es más manejable: si los candidatos independie­ntes pudieron competir y ganar con una 47ava parte del dinero que se da a los partidos, por qué estos no pueden reducir 47 veces sus gastos.

El dilema financiero de la equidad es: o extendemos la bolsa de salida que se da a los partidos a todos los candidatos independie­ntes que se presenten o reducimos la bolsa al rango de lo que los independie­ntes han necesitado para competir: 47 veces menos.

Otra opción es, como dictaminó ya la Sala Regional de Monterrey del tribunal electoral, que los independie­ntes consigan el dinero que les falta de fuentes privadas.

Esto rompería con un principio fundaciona­l de la democracia mexicana, a saber: que solo se vale el financiami­ento público, con un pequeño margen privado.

Quizá es este principio sagrado el que deberíamos revisar de una vez por todas: la exclusivid­ad y el tamaño del financiami­ento público.

En lo fundamenta­l, porque es un principio que no se cumple. Nuestras elecciones rebosan de dinero público y privado no autorizado por la ley, ni previsto en aquel principio, que crea un mercado negro y deja fuera el mundo real. M

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