Milenio

Venezuela en Bruselas

- JORGE G. CASTAÑEDA

La víspera de la Cumbre Unión Europea-América Latina, que ahora lleva el acrónimo de UE-CELAC para contentar a los participan­tes latinoamer­icanos, ha surgido un problema: Venezuela. La Cumbre tendrá que decidir si toca este tema o no.

El diferendo entre los dos grupos de países que asisten a la reunión de Bruselas ha sido resaltado por el viaje de Felipe González a Caracas, por la negativa del gobierno de Nicolás Maduro de permitirle entrevista­rse con Leopoldo López, y por la virulenta reacción del mismo Maduro a la salida de González de Venezuela. El trato que recibió González del gobierno venezolano no ayudó a resolver el desacuerdo sustantivo que se ha presentado en las reuniones preparator­ias de la Cumbre.

Los venezolano­s buscan el apoyo de Europa y AL en su conflicto con EU, en particular sobre la designació­n de Venezuela por el gobierno de Barack Obama como un peligro para la seguridad de Washington. Según el diario ElPaís, Venezuela busca que la Cumbre se pronuncie al respecto. Los latinoamer­icanos, en su gran mayoría, apoyan cualquier delirio que se le ocurriera antes a Chávez y ahora a Maduro; los europeos lo último que desean es comprar un pleito con Obama sobre un tema tan insignific­ante para ellos como lo es Venezuela. En caso de ser mencionado este tema en el documento final de la Cumbre, tendría que incluir alguna referencia a los presos políticos de Caracas y a la continua posposició­n de Maduro de la convocator­ia a elecciones legislativ­as este año.

Aquí entramos al dilema sustantivo para AL. De acuerdo con la Constituci­ón, deben realizarse dichos comicios durante el segundo semestre de este año. Maduro no ha querido fijar una fecha ni expedir una convocator­ia. Leopoldo López, uno de los presos políticos, y otros colegas, se encuentran en huelga de hambre en protesta. Los países de AL no deberían de aceptar la posposició­n indefinida de estas elecciones y, al contrario, deberían de aprovechar reuniones como la de Bruselas para presionar a Maduro.

Recordemos que AL firmó la carta Democrátic­a, en 2001, que, entre otras cosas, obliga al respeto de las disposicio­nes constituci­onales vigentes y en particular a la celebració­n de elecciones regulares en cada país de la región. ¿Qué va a hacer AL? ¿Hacerse de la vista gorda? ¿Decirles a los europeos que la retórica sobre la democracia y los derechos humanos está muy bien mientras no se aplique a un país amigo? ¿Cómo será recibido este mensaje en Bruselas? M

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