Milenio

Los ciudadanos y los independie­ntes

- CARLOS TELLO DÍAZ ctello@milenio.com

Amediados del siglo XX era común escuchar que Cantinflas, si postulaba su candidatur­a, podía llegar a ser electo Presidente de México. Más claro no podía ser: todos lo conocían en el país, era por mucho el mexicano más popular, en las elecciones había siempre miles de votos a su favor. ¿Cómo no podía ganar? Así también llegaron a decir algunos — es menos conocido— a finales del siglo XIX: que si el Payaso Bell lanzaba su candidatur­a, puesto que todos lo adoraban, podía ser elevado a la Presidenci­a de la República.

En la elección del 7 de junio hubo numerosos candidatos, famosos varios de ellos, salidos del deporte y la farándula. Pero los resultados fueron desiguales, a pesar de que la elección estuvo marcada por el desencanto con los partidos y los políticos, en un país harto de la corrupción y la impunidad de su clase política. El futbolista Cuauhtémoc Blanco ganó la alcaldía de Cuernavaca con el Partido Social Demócrata (“ahora sí me los chingué, me los chingué y estoy muy feliz”), pero Daniel Osorno, otro futbolista, ex delantero del Atlas, que le dio el título de la Copa de Oro a México ante Brasil en 2003, quedó en tercer lugar con la coalición PAN-PRD para la alcaldía de El Salto, en Jalisco. La actriz Carmen Salinas llegará a la Cámara de Diputados con el PRI, está en un buen lugar en la lista a diputados plurinomin­ales en el DF, pero Andrés García, otro actor, que radica desde hace 52 años en Acapulco, de donde quería sacar a “toda la basura humana”, fue el candidato que menos votos obtuvo en ese municipio, donde fue postulado por el Partido Humanista. La pugilista Jackie Nava Mouett, llamada en el cuadriláte­ro Princesa Azteca, será diputada federal con el PAN por el distrito 8 de Tijuana, Baja California, pero el payaso Guillermo Cienfuegos, conocido como Lagrimita, con menos de 1 por ciento de los votos, ocupó el último lugar de la elección a la alcaldía de Guadalajar­a.

No es evidente lo que hizo la diferencia en todos estos casos: no está claro. ¿Qué debe tener un candidato — ciudadano e independie­nte— para ganar una elección? El Bronco no proviene de la farándula, aunque es un personaje folclórico, a la manera de Fox, que fue visto como el candidato que podía derrotar a la clase política en Nuevo León. Es el primer gobernador electo sin el apoyo de un partido, gracias a la reforma que en 2014 permitió las candidatur­as independie­ntes. Pero no es ajeno a la política tradiciona­l: fue durante 33 años militante del PRI, donde creció a la sombra de Alfonso Martínez Domínguez y llegó a ser diputado estatal, diputado federal y alcalde de García, Nuevo León. La televisión local lo ignoró, pero creció con ayuda de las redes sociales, y ganó. Después de su triunfo, otros tendrán el incentivo de disputar, como él, la elección presidenci­al de 2018. ¿Cómo lo hizo? Mucho tienen que ver los escándalos de la familia del gobernador Rodrigo Medina, que desprestig­iaron al PRI. Así sucedió también en Sonora, Guerrero y Michoacán, estados donde perdieron el poder, por escándalos de corrupción, los tres grandes partidos que los gobernaban: el PAN, el PRD y el PRI. El Bronco, además, tuvo al final la anuencia de la docena de familias que domina la economía de Monterrey, luego del apoyo del empresario Fernando Elizondo, ex panista, antiguo secretario y senador, que fue convencido de retirar su candidatur­a para apoyar (y ayudar a controlar) la de El Bronco. “Veo a los empresario­s contentos conmigo”, recordó ayer en una entrevista con El País. “Al principio había dudas, pero cuando hice la alianza con don Fernando Elizondo se les quitaron”. Fue el punto de quiebre: a partir de ese momento comenzó a crecer como la espuma. m

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