Un desperdicio…
Por donde se le vea, no deja de ser un “gran desperdicio” lo que el futbol mexicano ha realizado con el paso del tiempo con un torneo del calibre de la Copa América. Y puede que primero haya sido la Concacaf, presionando para que uno de sus principales “socios” e impulsores económicos no termine distraído y alejado hacia otros terrenos futbolísticos y luego, pudo haber sido la autocensura mexicana, preocupada por la falta de talento para armar dos selecciones de alta competencia en el mismo verano que decide apostar por su mejor equipo para buscar la seguridad económica que significa competir por la Copa Oro.
Y se acabó: la Copa América se convirtió en un torneo secundario para los intereses deportivos de México.
Nadie asegura tampoco que, de acuerdo con los cambios que se perfilan en FIFA y en dos de sus confederaciones más sacudidas por la corrupción y la incertidumbre (Concacaf y Conmebol) esta sea la última participación mexicana en un evento como la Copa América. La Copa América del Centenario, una mezcla entre selecciones de ambas confederaciones continentales, planeada para llevarse a cabo en Estados Unidos en el 2016, está muy cerca de can- celarse luego de las acusaciones que el Departamento de Justicia de Estados Unidos y el FBI lanzaron sobre la venta de derechos de televisión y comercialización del evento.
Lo que México siempre anhelo, buscó y al fi nal consiguió por el sur del continente eran el nivel y el fogueo que podrían encontrar ante las selecciones sudamericanas y que no le ofrecía Concacaf, pero la situación es compleja para México por sus propias condiciones económicas y por lo que fi nalmente significa para la Concacaf. Competir eficazmente en el calendario de las dos confederaciones te obliga a tener una extensa plantilla de futbolistas en un nivel de selección nacional y México no los tiene en este momento a pesar de que los resultados en selecciones con limite edad en la última época han sido por demás promisorios. Una cosa es tener futbolistas jóvenes, de 17, 18, o 20 años y otra cosa es que tengan la capacidad y el fogueo de la alta competencia. Esos jóvenes tienen que madurar, crecer, aprender.
Es un desperdicio. La Copa América, donde a lo largo de dos décadas, el futbol mexicano encontró motivos serios para crecer y competir en el máximo nivel continental, se ha transformado hoy, penosamente, en un peso, en una carga. Lástima.