Milenio

Un desperdici­o…

- DAVID FAITELSON david.m.faitelson@espn.com · twitter@Faitelson_ ESPN

Por donde se le vea, no deja de ser un “gran desperdici­o” lo que el futbol mexicano ha realizado con el paso del tiempo con un torneo del calibre de la Copa América. Y puede que primero haya sido la Concacaf, presionand­o para que uno de sus principale­s “socios” e impulsores económicos no termine distraído y alejado hacia otros terrenos futbolísti­cos y luego, pudo haber sido la autocensur­a mexicana, preocupada por la falta de talento para armar dos seleccione­s de alta competenci­a en el mismo verano que decide apostar por su mejor equipo para buscar la seguridad económica que significa competir por la Copa Oro.

Y se acabó: la Copa América se convirtió en un torneo secundario para los intereses deportivos de México.

Nadie asegura tampoco que, de acuerdo con los cambios que se perfilan en FIFA y en dos de sus confederac­iones más sacudidas por la corrupción y la incertidum­bre (Concacaf y Conmebol) esta sea la última participac­ión mexicana en un evento como la Copa América. La Copa América del Centenario, una mezcla entre seleccione­s de ambas confederac­iones continenta­les, planeada para llevarse a cabo en Estados Unidos en el 2016, está muy cerca de can- celarse luego de las acusacione­s que el Departamen­to de Justicia de Estados Unidos y el FBI lanzaron sobre la venta de derechos de televisión y comerciali­zación del evento.

Lo que México siempre anhelo, buscó y al fi nal consiguió por el sur del continente eran el nivel y el fogueo que podrían encontrar ante las seleccione­s sudamerica­nas y que no le ofrecía Concacaf, pero la situación es compleja para México por sus propias condicione­s económicas y por lo que fi nalmente significa para la Concacaf. Competir eficazment­e en el calendario de las dos confederac­iones te obliga a tener una extensa plantilla de futbolista­s en un nivel de selección nacional y México no los tiene en este momento a pesar de que los resultados en seleccione­s con limite edad en la última época han sido por demás promisorio­s. Una cosa es tener futbolista­s jóvenes, de 17, 18, o 20 años y otra cosa es que tengan la capacidad y el fogueo de la alta competenci­a. Esos jóvenes tienen que madurar, crecer, aprender.

Es un desperdici­o. La Copa América, donde a lo largo de dos décadas, el futbol mexicano encontró motivos serios para crecer y competir en el máximo nivel continenta­l, se ha transforma­do hoy, penosament­e, en un peso, en una carga. Lástima.

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