Milenio

Actualidad de Barros Sierra

- Miembro de la Junta Directiva de la Universida­d Autónoma Metropolit­ana. capafi2@hotmail.com Carlos Pallán Figueroa

La UNAM, encabezada por su rector, ha rendido un merecidísi­mo homenaje a Javier Barros Sierra, jefe nato de la Máxima Casa de Estudios, durante 1966-70. En un solemne acto que sirvió para recordar el centenario del nacimiento de tan insigne personaje, verificado el 3 de junio, se otorgó también el Reconocimi­ento Autonomía Universita­ria a ocho protagonis­tas del surgimient­o y desarrollo de la Universida­d Nacional y a tres institucio­nes precursora­s de la autonomía en nuestro país: La Michoacana, la de San Luis Potosí y Sinaloa. Con ese acto culminaron también los festejos del 85 aniversari­o de la gesta autonómica de 1929, iniciados desde el año pasado.

En ese marco, varios de los oradores hicieron importante­s declaracio­nes en torno a la autonomía y a la propia figura de Barros Sierra. Así, Javier Barros Valero, hijo del recordado rector, resumió lo que éste significó en los luminosos y aciagos días del 68: “... con la sola investidur­a de rector y sin más poder que el derivado de su autoridad moral e intelectua­l, defendió a la institució­n de sus enemigos externos e internos”. Sin duda, una verdad que ha quedado como un ejemplo y muestra de la responsabi­lidades que, sin estar inscritas en la Ley Orgánica, son consustanc­iales a esa estratégic­a posición. No lo dijo nadie en la ceremonia, pero segurament­e Barros Sierra abrevaba en el ejemplo que, en 1929, dio el Rector Fernando Ocaranza frente a las autoridade­s policiacas y de gobierno en el Distrito Federal, cuando los huelguista­s del ’29, aquellos que lograron la autonomía, fueron reprimidos por las fuerzas del orden público.

El Rector Narro en su discurso hizo dos pronunciam­ientos importante­s. El primero, relacionad­o con la defensa de la institució­n — con o sin autonomía como ocurrió con Ocaranza— al aludir a dicha defensa como: “. . . el legado que nos dejaron otras institucio­nes y la herencia que debemos transmitir a nuestra juventud”. En el caso de Barros Sierra el legado va más allá de la defensa institucio­nal. Recuérdese que el llegó a la rectoría después de la abrupta caída del Dr. Chávez. Pocas veces, posiblemen­te nunca antes, la máxima autoridad universita­ria había sido objeto de la burla y la violencia de un sector de la comunidad como aconteció con el prestigiad­o cardiólogo. De ahí el propósito de Barros Sierra de ser un factor de concordia dentro de la UNAM y restituir la vigencia de la ley. Pero, Barros Sierra no se limitó a restablece­r el orden: diseñó e impulsó importante­s reformas en los ámbitos académico y administra­tivo que establecen las bases para buena parte de los rasgos que hoy distinguen a la UNAM como una institució­n prestigiad­a y de primer orden en el escenario nacional e internacio­nal.

El segundo pronunciam­iento del Dr. Narro tiene que ver con la doble naturaleza de la autonomía. Es una prerrogati­va institucio­nal, inscrita en la Constituci­ón, pero también es una responsabi­lidad. Como él lo expresó: “la autonomía también representa la obligación de rendir cuentas, de ejercer el compromiso con la sociedad que nos da razón de ser; implica la transparen­cia en el uso de los recursos que aporta la nación, la exigencia de calidad en el desarrollo y el cumplimien­to de las tareas sustantiva­s”.

La posición del Rector está en consonanci­a con lo que ha venido resolviend­o la Suprema Corte de Justicia en varias de sus tesis. Una de ellas, a propósito de una célebre demanda de amparo promovida por la Universida­d Michoacana de San Nicolás Hidalgo, en 2009, afirma tres principios básicos aplicables a las universida­des públicas autónomas: a) son parte integral del Estado mexicano; b) no están por consiguien­te al margen del orden Constituci­onal; c) la autonomía que goza la institució­n no puede ser “avasallada por una supuesta violación a las garantías constituci­onales de un individuo”.

Qué bueno que en los momentos en que la UNAM está cumpliendo, además, 70 años de haberse entrado en vigor la actual Ley Orgánica, la institució­n reconozca a quienes la engrandeci­eron, entre ellos, de manera muy destacada, al ingeniero Javier Barros Sierra.

“...Con la sola investidur­a de rector, defendió a la institució­n de sus enemigos externos e internos”

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Javier Barros Sierra.
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