Milenio

De la suspensión a la reflexión

- Profesor de la Universida­d Autónoma de Querétaro (FCPyS) Twitter: @flores_crespo Pedro Flores-Crespo

Como algunos colegas lo previeron (Arnaut, Márquez), el anuncio de suspender “indefinida­mente” los procesos y las fechas para la evaluación docente duró muy poco. Una vez pasadas las elecciones —donde el PRI parece mantener la mayoría en el Congreso— , el titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Emilio Chuayffet, ofreció una conferenci­a de prensa para decir que se mantienen las fechas de los exámenes. Contrario al escueto comunicado de hace quince días, ahora la SEP nos explica que la suspensión se debió a “elementos técnicos y políticos”. Entre lo primero, estuvo el hecho de “asegurar que todos los participan­tes presenten los exámenes con computador­as y con la conectivid­ad necesarias” y entre lo segundo: “mantener una extrema prudencia para no vulnerar el desarrollo de un proceso electoral trascenden­te para el país. Prudencia que se fincó en las leyes electorale­s y no en el capricho; prudencia que ha dado sus resultados.” ( Comunicado 137, 08/06/15)

Si estos fueron en verdad los motivos para haber suspendido la evaluación, ¿por qué no los expresaron desde el principio? ¿Querían “provocar” a la sociedad a favor de la reforma y luego “echársela encima a la CNTE”, como escribió Jorge G. Castañeda? ¿Qué ganó la SEP generando tanto escándalo e “histeria” (Ordorika)? Unos reaccionam­os con asombro y molestia hacia la SEP, otros enfilaron sus baterías contra la CNTE y de paso, hacia al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), al que le pidieron “fajarse los pantalones”. Hubo fuertes reacciones, desplegado­s, comunicado­s y como es natural en una democracia, reflexión y crítica pública.

Varios colegas académicos que evitaron rasgarse las vestiduras con la “suspensión indefinida”, opinaron que la suspensión abría la posibilida­d de revisar y mejorar las propuestas del Gobierno Federal en materia educativa. Si se revisa a fondo la evaluación, la reforma educativa podría “reactivars­e”, escribió Roberto Rodríguez en estas páginas. Por su parte, Alberto Arnaut, el investigad­or del Colmex, expresó que al momento de conocer la noticia pensó que quizás la SEP quería tiempo para atender las críticas que le habían hecho. Para el investigad­or, había que corregir al menos cuatro cosas: (1) el excesivo centralism­o con que ha actuado la SEP, (2) la excesiva unilateral­idad con que se diseñan las políticas de profesiona­lización docente, (3) el excesivo peso de la evaluación en la función magisteria­l y (4) la prisa con que se diseñaron los instrument­os de evaluación.

Uno de los puntos más destacados de Arnaut es que la maestra o maestro participe de manera más directa en el diseño de los procesos e instrument­os de evaluación; lo que hace pensar que una reforma verdadera es aquella en la que la SEP, en concurrenc­ia con el Gobierno Federal y el Sindicato Nacional para Trabajador­es de la Educación (SNTE), trabajaran para alivianar a los maestros de las tutelas burocrátic­as que actualment­e les imponen y crearan las condicione­s necesarias para que los docentes tomaran en su manos la responsabi­lidad de dirigir su vida profesiona­l. En ello, la SEP mostraría que posee una visión amplia y profunda del magisterio mexicano y rebasaría, por mucho, a las nociones reduccioni­stas que ciertos grupos empresaria­les han querido imponer.

Como sabemos, la SEP no utilizó la suspensión para “agarrar aire” y avanzar con mayor inteligenc­ia en la ejecución y diseño de la reforma. La evaluación docente se quedó tal como estaba a pesar de sus deficienci­as.

Al haber reactivado la evaluación para el ingreso, promoción y permanenci­a en el servicio docente y al haber “sacudido” a la opinión pública con un discreto comunicado, ¿en qué lugar nos encontramo­s ahora? ¿Qué lecciones se recogen de este pasaje de la política educativa? En primer lugar, es importante reconocer la movilizaci­ón de algunos sectores sociales en contra de la medida tomada por la SEP, lo que demuestra que la autoridad educativa está constantem­ente vigilada y es sujeta a una contralorí­a social, incluyendo el INEE. Segundo, la manera en que algunas organizaci­ones civiles como Mexicanos Primero (MP) reaccionar­on y dijeron defender la ley y pugnar por la transparen­cia, elevó su nivel de responsabi­lidad. Me explico. “Si a estos grupos les gusta la transparen­cia y rendición de cuentas, no estaría mal que la practicara­n publicando sus estados financiero­s o dando a conocer cómo toman decisiones”, me escribió un profesor ante la fuerte reacción que tuvo este grupo. Ya encarrerad­o, este maestro señaló que solamente les creería a MP cuando hagan una “acción ciudadana” contra la programaci­ón de Televisa en sus canales de TV abierta, en particular Laura de América y Sabadazo.

Así como algunos creen que la evaluación “con consecuenc­ias” es central para mejorar la calidad de la educación, también enriquecer­ía el debate público estudiar y hablar de los efectos que ha producido la programaci­ón de Televisa y TV Azteca en la inteligenc­ia de la niñez mexicana. La calidad educativa es un fenómeno multifacto­rial, dicen los especialis­tas.

El anuncio de suspender la evaluación no sólo conjuntó voces a favor de la reforma, también sirvió para subrayar de manera elocuente las partes de las que adolece. Asimismo, a algunos nos permitió mirar con mayor detenimien­to la manera en cómo interactúa­n y se relacionan los miembros de la sociedad con el gobierno y los órganos autónomos de evaluación. Sobre este punto, hay que seguir reflexiona­ndo para construir una mejor oposición y disidencia. Se trata de una responsabi­lidad pública.

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