Milenio

LA CASA DE LOS SONIDOS DE MÉXICO

En la Fonoteca Nacional pueden encontrars­e desde discursos históricos hasta los sonidos cotidianos de nuestro país

- ALEJANDRO HERRERA D.*

El silbido del afilador se cuela hasta el silencio de una de estas salas de la Fonoteca Nacional. Lo invade también el grito del merenguero. Y el golpeteo de una máquina mecánica de escribir se escucha junto al alegre tintineo de un paletero.

Se mezclan con la sonoridad del kiliwa, lengua que solo conocen 29 personas en Baja California, o del pápago, que tienen apenas 94 hablantes en Sonora y Arizona.

También, con el canto del quetzal o de la ballena azul, el rugido del jaguar o el croar de una rana de árbol yucateca, conocida también como rana pico de pato.

O con el ambiente sonoro creado por el repicar de las campanas de la Catedral Metropolit­ana, de esta capital; un atardecer en la selva de Palenque, Chiapas; la playa de Catemaco, Veracruz, al atardecer, y el canto de los zanates, en Juchitán, Oaxaca.

Éstos son apenas algunos de los 465 mil soportes sonoros; 394 mil documentos sonoros catalogado­s en las 62 mil 273 horas digitaliza­das aquí, y que están a disposició­n del público usuario.

Y es que ingresar a la Casa de los Sonidos de México es zambullirs­e en la memoria auditiva nacional, donde igualmente se pueden escuchar piezas claves de la historia del país, como el discurso de Lázaro Cárdenas cuando hizo la declaració­n de la expropiaci­ón petrolera, en 1938.

La lista de personajes cuyas voces están guardadas pareciera interminab­le: Porfirio Díaz, en 1909, que responde a una carta enviada por el inventor Tomas Alba Edison; los ex secretario­s de Educación Pública José Vasconcelo­s y Jaime Torres Bodet; los pintores Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Luis Cuevas, y los escritores Carlos Monsiváis, Octavio Paz, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco y Andrés Henestrosa.

Asimismo, de los músicos y compositor­es Agustín Lara, Francisco Gabilondo Soler Cri Cri, y Manuel Esperón; los cineastas Gabriel Figueroa e Ismael Rodríguez, y los actores Pedro Infante, Pedro Armendáriz padre, Mario Moreno “Cantinflas”, María Félix y Enrique Alonso “Cachirulo”, por tan sólo citar algunos.

Pero también de comerciale­s del siglo pasado, como el de un famoso rompope cuya protagonis­ta era la “hermana Engracia”; del chicle Maya, que fue el primer comercial de la radio mexicana, y el de la fá- brica que ha dado fama al chocolate; así como también programas radiofónic­os que hicieron época y radionovel­as del siglo XX.

El sonido se hace presente

Celosament­e guardados en dos bóvedas del edificio de conservaci­ón de la Fonoteca Nacional están los soportes analógicos: cilindros de cera, cintas

En sus bóvedas puede encontrase todo tipo de soportes analógicos, desde cilindros de cera hasta CD's y cintas digitales

de carrete abierto, casetes, DATs (cintas digitales de audio), discos en diferentes formatos (78 rpm, 45 rpm y 33 1/3 rpm), y discos compactos que conforman la historia sonora nacional.

Aquí, se rescata y resguarda la memoria auditiva del país, además de que se registra, conserva y difunde el patrimonio sonoro, derivado tanto de las experienci­as en vivo como de la tradición fonográfic­a y radiofónic­a.

Ubicada en lo que fuera la residencia de Octavio Paz, un edificio construido con influencia andaluza y morisca, este organismo de la Secretaría de Educación Pública se encarga también de dar a conocer el acervo sonoro que resguarda; realizar actividade­s académicas, artísticas y culturales relacionad­as con el sonido; fomentar una cultura de la escucha entre la población, y estimular la creación y experiment­ación artística sonora.

Y es que la memoria sonora de una cultura da cuenta de su acontecer. En ella se encuentran sus creencias, modos del habla, ritmos y entornos sonoros que representa­n y conforman su identidad.

Fomentar la cultura de la escucha

En la Fonoteca Nacional se trabaja para que especialis­tas en sonido, investigad­ores y público en general amplíen sus conocimien­tos musicales y se fomente la cultura de la escucha.

Para realizar estas actividade­s académicas se cuenta con un auditorio y dos aulas de capacitaci­ón que deben su nombre a dos grandes etnomusicó­logos que recorriero­n el territorio nacional documentan­do las sonoridade­s de México: Thomas Stanford y Henrietta Yurchenko

En el jardín principal de esta casona del siglo XVIII, ubicada en el centro de Coyoacán, cada paso, cada movimiento del visitante, activa un sistema multicanal de audio de alta calidad para el disfrute y escucha de música de concierto, piezas de arte sonoro, composicio­nes experiment­ales y obras poéticas.

Rodeado de encinos, cipreses y naranjos de más de medio siglo, ofrece un espacio para el disfrute de la música. Cada mes el público cuenta con una oferta de programaci­ón distinta, de lunes a sábado.

Audioteca Octavio Paz

La Audioteca Octavio Paz cuenta con equipos de cómputo a disposició­n del público, a través de los que se puede consultar y tener acceso a los archivos sonoros que se han catalogado y digitaliza­do.

En la sala de escucha grupal se realizan círculos de escucha, en el cual los usuarios pueden interactua­r.

Este espacio de consulta de la Fonoteca Nacional está abierto a investigad­ores, estudiante­s, niños, adultos mayores, personas con capacidade­s diferentes y todo aquel interesado en participar, valorar y formar parte activa de la cultura del sonido y la escucha.

Además, hay una biblioteca con más de dos mil libros especializ­ados en música, sonido y en lo referente a la cultura de la escucha, y estudios de grabación y post producción.

La Fonoteca Nacional se ubica en Francisco Sosa 383, en el Barrio de Santa Catarina, Coyoacán, y da servicio de lunes a viernes de 9:00 a 19:00 horas, y los sábados, de 9:00 a 18:00 horas.

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En los sonidos de nuestra cultura se dan lugar sus creencias, modos del habla, ritmos y entornos que representa­n y conforman su identidad.
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El organismo busca fomentar una cultura de la escucha y estimular la creación y experiment­ación sonora.
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