LA CASA DE LOS SONIDOS DE MÉXICO
En la Fonoteca Nacional pueden encontrarse desde discursos históricos hasta los sonidos cotidianos de nuestro país
El silbido del afilador se cuela hasta el silencio de una de estas salas de la Fonoteca Nacional. Lo invade también el grito del merenguero. Y el golpeteo de una máquina mecánica de escribir se escucha junto al alegre tintineo de un paletero.
Se mezclan con la sonoridad del kiliwa, lengua que solo conocen 29 personas en Baja California, o del pápago, que tienen apenas 94 hablantes en Sonora y Arizona.
También, con el canto del quetzal o de la ballena azul, el rugido del jaguar o el croar de una rana de árbol yucateca, conocida también como rana pico de pato.
O con el ambiente sonoro creado por el repicar de las campanas de la Catedral Metropolitana, de esta capital; un atardecer en la selva de Palenque, Chiapas; la playa de Catemaco, Veracruz, al atardecer, y el canto de los zanates, en Juchitán, Oaxaca.
Éstos son apenas algunos de los 465 mil soportes sonoros; 394 mil documentos sonoros catalogados en las 62 mil 273 horas digitalizadas aquí, y que están a disposición del público usuario.
Y es que ingresar a la Casa de los Sonidos de México es zambullirse en la memoria auditiva nacional, donde igualmente se pueden escuchar piezas claves de la historia del país, como el discurso de Lázaro Cárdenas cuando hizo la declaración de la expropiación petrolera, en 1938.
La lista de personajes cuyas voces están guardadas pareciera interminable: Porfirio Díaz, en 1909, que responde a una carta enviada por el inventor Tomas Alba Edison; los ex secretarios de Educación Pública José Vasconcelos y Jaime Torres Bodet; los pintores Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Luis Cuevas, y los escritores Carlos Monsiváis, Octavio Paz, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco y Andrés Henestrosa.
Asimismo, de los músicos y compositores Agustín Lara, Francisco Gabilondo Soler Cri Cri, y Manuel Esperón; los cineastas Gabriel Figueroa e Ismael Rodríguez, y los actores Pedro Infante, Pedro Armendáriz padre, Mario Moreno “Cantinflas”, María Félix y Enrique Alonso “Cachirulo”, por tan sólo citar algunos.
Pero también de comerciales del siglo pasado, como el de un famoso rompope cuya protagonista era la “hermana Engracia”; del chicle Maya, que fue el primer comercial de la radio mexicana, y el de la fá- brica que ha dado fama al chocolate; así como también programas radiofónicos que hicieron época y radionovelas del siglo XX.
El sonido se hace presente
Celosamente guardados en dos bóvedas del edificio de conservación de la Fonoteca Nacional están los soportes analógicos: cilindros de cera, cintas
En sus bóvedas puede encontrase todo tipo de soportes analógicos, desde cilindros de cera hasta CD's y cintas digitales
de carrete abierto, casetes, DATs (cintas digitales de audio), discos en diferentes formatos (78 rpm, 45 rpm y 33 1/3 rpm), y discos compactos que conforman la historia sonora nacional.
Aquí, se rescata y resguarda la memoria auditiva del país, además de que se registra, conserva y difunde el patrimonio sonoro, derivado tanto de las experiencias en vivo como de la tradición fonográfica y radiofónica.
Ubicada en lo que fuera la residencia de Octavio Paz, un edificio construido con influencia andaluza y morisca, este organismo de la Secretaría de Educación Pública se encarga también de dar a conocer el acervo sonoro que resguarda; realizar actividades académicas, artísticas y culturales relacionadas con el sonido; fomentar una cultura de la escucha entre la población, y estimular la creación y experimentación artística sonora.
Y es que la memoria sonora de una cultura da cuenta de su acontecer. En ella se encuentran sus creencias, modos del habla, ritmos y entornos sonoros que representan y conforman su identidad.
Fomentar la cultura de la escucha
En la Fonoteca Nacional se trabaja para que especialistas en sonido, investigadores y público en general amplíen sus conocimientos musicales y se fomente la cultura de la escucha.
Para realizar estas actividades académicas se cuenta con un auditorio y dos aulas de capacitación que deben su nombre a dos grandes etnomusicólogos que recorrieron el territorio nacional documentando las sonoridades de México: Thomas Stanford y Henrietta Yurchenko
En el jardín principal de esta casona del siglo XVIII, ubicada en el centro de Coyoacán, cada paso, cada movimiento del visitante, activa un sistema multicanal de audio de alta calidad para el disfrute y escucha de música de concierto, piezas de arte sonoro, composiciones experimentales y obras poéticas.
Rodeado de encinos, cipreses y naranjos de más de medio siglo, ofrece un espacio para el disfrute de la música. Cada mes el público cuenta con una oferta de programación distinta, de lunes a sábado.
Audioteca Octavio Paz
La Audioteca Octavio Paz cuenta con equipos de cómputo a disposición del público, a través de los que se puede consultar y tener acceso a los archivos sonoros que se han catalogado y digitalizado.
En la sala de escucha grupal se realizan círculos de escucha, en el cual los usuarios pueden interactuar.
Este espacio de consulta de la Fonoteca Nacional está abierto a investigadores, estudiantes, niños, adultos mayores, personas con capacidades diferentes y todo aquel interesado en participar, valorar y formar parte activa de la cultura del sonido y la escucha.
Además, hay una biblioteca con más de dos mil libros especializados en música, sonido y en lo referente a la cultura de la escucha, y estudios de grabación y post producción.
La Fonoteca Nacional se ubica en Francisco Sosa 383, en el Barrio de Santa Catarina, Coyoacán, y da servicio de lunes a viernes de 9:00 a 19:00 horas, y los sábados, de 9:00 a 18:00 horas.