Milenio

Recrean la fabulosa y fastuosa vida del sha en su palacio en Teherán

Niavaran es uno de los grandes atractivos para los iraníes puedan conocer cómo vivía el monarca derrocado

- por Álvaro Mellizo-EFE/ Teherán

La lujosa vida cotidiana del último sha de Irán, Mohamed Reza Pahlevi (1919-1980), y su esposa, la popular Farah Diba, expuesta en su antiguo palacio del barrio teheraní de Niavaran, constituye hoy en día uno de los mayores y más populares atractivos turísticos para los ciudadanos de la República Islámica.

Casi 39 años después del exilio de la familia real iraní tras el triunfo de la Revolución Islámica liderada por el ayatolá Ruholá Jomeini, las puertas del Complejo Histórico y Cultural de Niavaran, como oficialmen­te se denomina a este museo, se llenan cada día con cientos de turistas que observan con curiosidad los objetos que la dinastía de los Pahlevi dejó atrás.

Ropas, enseres domésticos, juguetes, alfombras, muebles, pinturas y vajillas están a la vista de todo el mundo en un hermoso edificio que quedó anclado en la década de los setenta del siglo pasado y que tiene el aspecto curioso y decadente del decorado de una película de James Bond.

Concluido en 1968 con un diseño realizado por arquitecto­s locales, el palacio de los Pahlevi fue en su momento una joya de la arquitectu­ra de la época e incluía avances innovadore­s como un techo deslizante de aluminio que permitía descubrir el enorme atrio interior del edificio.

Todo en los nueve mil metros cuadrados del palacio, que un incluía cine privado, constituye una mezcla de lujo, modernidad occidental e inspiració­n persa, en donde las pinturas europeas vanguardis­tas se confunden con vajillas de plata tradiciona­les y con los retratos de los Pahlevi realizados por el pintor español Alejo Vidal- Quadras (1919-1994).

La “joya” de la exhibición la constituye la muestra de los vestidos de la reina Farah Diba, que en su época como monarca fue una de las famosas y más queridas por la prensa rosa internacio­nal.

Sedas, brocados con hilo de oro y pieles de todo tipo formaban parte del vestuario habitual de Farah Diba, que durante su reinado fue una gran patrocinad­ora de las artes y la cultura en Irán.

Mientras que la predilecci­ón de Diba era por el vestuario de lujo, la del sha era por los vehículos de alta gama, de los que llegó a colecciona­r hasta 140 entre clásicos y deportivos.

De aquella colección pueden verse en el museo dos espectacul­ares Rolls Royce, uno cerrado y otro descapotab­le cuyo interior es de caoba y que en la época en la que fueron construido­s, en los años 60, ya contaban con equipo de televisión y teléfono incorporad­o.

La Revolución Islámica que acabó con la monarquía iraní en 1979 e instauró un gobierno dirigido por el clero chiita, tuvo entre sus motivos originario­s la queja de los ciudadanos del país por el desmedido tren de vida, excesos y corrupción galopante que imperaba en el entorno del rey.

Uno de los ejemplos más recordados de estos excesos fueron los multimillo­narios gastos que el rey realizó en 1971 para festejar el 2,500 aniversari­o de la instauraci­ón de la monarquía en Irán, para lo que ordenó construir una verdadera ciudad provisiona­l en medio del desierto para recibir a miles de invitados de todo el mundo.

Pese a que bajo su reinado se produjeron avances en la educación, en la situación de la mujer y en la reforma agraria, Mohamed Reza Pahlevi dirigió un régimen autocrátic­o y represivo que le terminó por granjear la enemistad de gran parte de la población iraní.

En el momento de su exilio, los Pahlevi controlaba­n según estimacion­es de la época, una de las mayores fortunas privadas del planeta, superior a los mil millones de dólares.

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EFE El edificio se terminó en 1968.

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