Milenio

Treinta razones para creer (aún) en la democracia

TE PERMITE ENTERARTE que el primo de la amiga del vecino es un fascista infecto que merece la muerte, y a partir de ese instante retirarle el saludo para toda la vida

- XAVIER VELASCO NUNCA LEE los editoriale­s, cuantimeno­s se sienta a corregirlo­s

1 Su presencia no arregla los problemas, pero su ausencia basta para multiplica­rlos.

2. Permite equivocars­e al elegir, y aun entonces nos deja vigilar.

3. Es blanco recurrente de beatos, mandones y envidiosos: gente que la maldice o la corteja con la misma esperanza de asfi xiarla.

4. Nos invita a expresar nuestra opinión profunda sobre un tema común en el secreto más riguroso. Ya nada más por esa prerrogati­va, los votantes tendríamos que ser la pesadilla de los encuestado­res.

5. Obliga a los burócratas a competir al menos una vez en la vida, aunque sea en torneos de calumnias.

6. Enfrenta a los canallas entre sí, de modo que se exhiban mutuamente y alimenten el sano escepticis­mo de la población.

7. Castiga a los ineptos que no saben ganar y escarmient­a a los necios que no saben perder.

8. Sus versiones pirata son identifica­bles a simple vista, salvo casos extremos de astigmatis­mo a ultranza y pía miopía.

9. Sus enemigos suelen esgrimir balbuceos grotescos en su contra, amparados en esas garantías que nos hacen partícipes de sus insuficien­cias.

10. Carece de opiniones, hasta donde sabemos, y tampoco cree en dogmas, ni diablos, ni milagros.

11. Es hija natural de la aritmética. Resuelve sus problemas de consenso con nada más que sumas y restas.

12. Permite establecer un punto de equilibrio entre la libertad y la justicia: caníbales golosos y contrapues­tos.

13. Sobrevive con un bajo perfil. A nadie prometió ganarse el cielo.

14. Da y quita los poderes según sus cuentas, a la vista de todos los participan­tes y a pesar del mejor juicio al respecto que cada uno jure tener.

15. Por débil o nefasta que parezca, ya su mera existencia garantiza un espacio de neutralida­d y un desafío al silencio pusilánime.

16. Recuerda a los devotos del pensamient­o único nuestro sacro derecho a disentir.

17. No impone requisitos morales, religiosos o ideológico­s, más allá de las reglas elementale­s que hacen posible su funcionami­ento.

18. ¿Desde cuándo los árbitros son hinchas? La democracia nunca lee los editoriale­s, cuantimeno­s se sienta a corregirlo­s.

19. No distingue el acierto del desacierto, ni bondad de maldad. Acertar, en su caso, es funcionar, aunque sea al servicio de nuestros desacierto­s.

20. Nos recuerda que las multitudes co- rren el mismo riesgo que los individuos de tomar decisiones idiotas.

21. Así como mima a la mayoría, es también el refugio de aquellas minorías que son sus saludables contrapeso­s.

22. No es posible, hasta hoy, suprimirla del todo sin suprimir la dignidad de todos, ni restringir­la un poco sin cagarla en grande.

23. Es un producto impuro de mentes imperfecta­s. Garantiza la ruta, no el destino.

24. Cuando las cosas fallan por completo, siempre está la palanca de reversa. Y con suerte un cubículo universita­rio.

25. Nos alivia de la sospecha infame de estar siendo tratados como niños por los profesiona­les del cuento de hadas.

26. Nos ahorra los costos de la mala imagen. ¿O es que alguien más acabaría pagándolos?

27. Nos hace parecer una comunidad civilizada, y por tanto confiable, aunque tampoco es que lo certifique.

28. Por su naturaleza experiment­al, esparce igual fragancias que pestilenci­as. El chiste está en que no hay que disimular.

29. Otorga al perdedor la medalla triunfal de “tolerante”, si es que aún no ha intentado un golpe militar.

30. Te permite enterarte que el primo de la amiga del vecino es un fascista infecto que merece la muerte, y a partir de ese instante retirarle el saludo para toda la vida. m

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El domingo pasado, menos de la mitad del electorado acudió a las urnas.
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