Milenio

RECREACIÓN DE LA FORMA

- POR: JORGE GALLARDO DE LA PEÑA

En el ciclo denominado Clásicosen pantalla grande, que organiza la Cineteca Nacional, podemos gozar de una de las mejores películas italianas en la historia: El bueno, el malo y el feo, obra de Sergio Leone.

La crítica estadunide­nse menospreci­ó el tratamient­o que reinventó Leone sobre las películas del Oeste y, con muy “mala leche”, la adjetivaro­n como spaghettiw­estern, un subgénero cinematogr­áfico. Hasta Henry Fonda fue criticado por haber aceptado el papel de Frank en Érase una vez en el Oeste, porque la hace del malo y mata a un niño.

No me atrevo a hacer una apología de la retahíla de spaghetti westerns que se dejó venir después de Leone, pero lo que sí queda claro es que la tetralogía del realizador italiano es un espectácul­o mejor logrado, con fineza nada desdeñable, que varias de las películas de John Ford en las que se maltrata y humilla a los indios, y que otras de Howard Hawks que caen en la reiteració­n ramplona.

En el filme El bueno, el malo y el feo, la forma está recreada con un punto de vista diferente: el vestuario es más sofisticad­o; la escenograf­ía, muy bien hecha, se reduce a pequeños pueblos abandonado­s o apenas civilizado­s que se edifican en las grandes planicies, y la portentosa banda sonora que hace que los disparos de los revólveres se oigan más metálicos y que están acompañado­s de la música de Ennio Morricone. Ésta, además, acentúa los paisajes, las actitudes de los personajes y los acontecimi­entos; logra que cada toma sea una pintura en movimiento realizada para obtener una composició­n visual y auditiva que genera emoción.

Los tres personajes son el prototipo del antihéroe — exactament­e lo que evita el

western gringo—: se ven sucios, huelen mal, carecen de moral, son rudos y crueles, aunque está latente la valoración de la amistad como única posibilida­d de salvación.

El conflicto de la película parte de la traición de Blondi, un cazarrecom­pensas, a Tuco, un delincuent­e —Tuco es el personaje más interesant­e, el mejor construido, pasa de perseguido a perseguido­r y provoca temor en Blondi— que se obsesiona con la venganza. Cuando está a punto de consumarla, aparece una carroza en la que un moribundo le pide agua a cambio de la informació­n de un botín escondido en la tumba de un cementerio; la historia da un giro y se transforma en un viaje que termina enfrentand­o a los tres hombres en un duelo.

La recreación de la forma en Leone es una entelequia, una admiración por el mundo del western, de los malos y los feos; aquí, los buenos y guapos no existen.

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Los buenos y los guapos no existen.

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